—¿Hola, como puedo ayudarlos? —Sarah abrió la puerta a dos desconocidos y se puso el delantal mientras horneaba y limpiaba.
—Hola, soy Jones. ¿Es esta la casa de Dawson? —El hombre preguntó haciendo sonreír a Sarah:
—Sí…
—Somos sus amigos. Dijo que podíamos venir el fin de semana —Sarah se rio un poco menos, y luego les dio un ademán para que entraran mientras dijo caminando.
—Cariño, tienes visitas —Ella ya sabía que Max era amigable. Le encantaba conocer a más personas y le encantaba pasar tiempo hablando.
Sarah se alejó viendo a los dos hombres tomar asiento en los sofás. Entró en el dormitorio donde Max tenía un puchero en la boca. Ella observó a Max aun con la ropa sucia que estaba clasificando y preguntó:
—¿Qué?
Max se levantó lentamente frotándose la nuca.
—Lo siento mucho… Me tomaron de improvisto… Olvidé que los invité. Todavía tengo la ropa sucia —Max susurró la última parte en voz baja cuando pasó junto a Sarah, pero ella se apresuró a sujetarle la muñeca.
—No te preocupes por eso. Les haré algo delicioso a los tres —Max la miró a los ojos por un momento antes de besarla con la boca.
—Eres lo mejor del mundo…
Los hombres estaban entusiasmados con su partido de fútbol cuando Sarah les sirvió los bocadillos y la cena. Mientras tanto, recibió una llamada de su madre diciéndole que ella tenía que salir para poder escucharla.
—Hola, mamá —el viento frío la golpeó.
—Oye cariño… ¿Cómo estás? Siento mucho no haber podido asistir a la inauguración de tu casa, pero intentaré estar en el cumpleaños de Max…
—Entiendo mamá, créeme… a veces me pregunto cómo estás haciendo todo sola en la fundación…
—¡Oh!, acerca de eso… Le he dado tu puesto anterior a Seema —Sarah asintió con la cabeza de acuerdo.
—Creo que le queda bien…
—Bueno, ¿dónde está Max? Dale el teléfono que yo…
—Mamá, tenemos invitados. ¿Puedo hablar contigo más tarde?
—¿Invitados el fin de semana? Nunca atiendes a nadie los fines de semana —Su mamá señaló.
—Mamá, ya conoces a Max… él es así de encantador atrayendo a nuevos amigos. Ya hizo amigos aquí —y esto hizo reír a su madre.
—Suenas como su madre Sarah… —ella sonrió mirando hacia la puerta y luego susurró:
—Te llamaré más tarde…
La pareja se despidió de los hombres a las dos de la mañana y Max no tardó en regocijarse por la velada.
—No se podían creer como teníamos este equipo de sonido…
—No creo que haya nada asombroso en nuestro sistema de sonido —Sarah respondió bostezando.
—¿Eres de verdad? Gasté mucho en esto. Estos son las mejores… los mejores… como cuando digo que eres la mejor esposa del mundo —Sarah negó con la cabeza sonriendo.
—Ok, Max… creo que ahora puedo entenderlo —Dijo, pero jadeó cuando él la tomó en sus brazos para besarla con fuerza.
Durante la semana, esos amigos, también estuvieron en casa, y a veces, Sarah sospechaba que estaban aquí para recibir cerveza o comida gratis, pero no le expresó sus pensamientos a Max.
A él siempre le gustaba estar rodeado de amigos.
El cumpleaños de Max era en dos semanas y Sarah no pudo evitar recordar que también era el cumpleaños de Adam el mismo día. Ese mismo día se le rompió el corazón y la echaron de la casa que pensaba era suya también. Durante los últimos once años, siempre se pasaba el día tratando de no ver a nadie que supiera de ese día vergonzoso.
Solo eran dos semanas antes del cumpleaños de su propio esposo y ella no había hecho nada. Y no era la primera vez que se preguntaba si era lo suficientemente justa con Max. La idea de cómo habría hecho muchas cosas si fuera Adam nunca abandonó su mente.
Quería admitir que había superado a Adam y había sido bendecida con Max. Pero el horror de su pasado le había impedido hacer a alguien lo suficientemente importante como para disminuir su propia existencia. Ella había estado allí en el pasado y solo ella sabía cómo había reunido sus piezas para hacer algo con ellas.
Pero esta cuestión de si era justa con Max siempre persistía en sus pensamientos.
Hoy había llegado a casa solo para descubrir que no había cena.
—¡Max! —Llamó a su esposo sabiendo que debía estar en casa en este momento.
Le había enviado un mensaje a Max sobre cómo llegaría tarde, pero no esperaba que él también se fuera a alguna parte.
Entonces entrando a su habitación solo se sorprendió por la decoración de la habitación.
—¿Max? —Ella arqueó las cejas y lo encontró en su única rodilla con una rosa roja en la boca—. ¿Qué? —Lo primero que le vino a la mente fue el dinero que gastó en ese pastel que estaba cerca. Parecía caro.
Había sido muy cuidadosa con los gastos en las últimas semanas, pero eso la hizo recordar que no debería juzgar sus esfuerzos.