El Jefe que Amé

5.Bajo su dominio

Marina salió de la oficina de Cassian con las piernas temblorosas y el corazón latiendo con fuerza. Apenas logró llegar al ascensor sin desplomarse.

Sabía que su reencuentro con él sería difícil, pero jamás imaginó que Cassian la pondría en esta posición: vulnerable, a su merced, en su empresa y con la amenaza silenciosa de hacerla pagar por el pasado.

Se apoyó en la pared del ascensor y cerró los ojos un instante. No podía perder el control.

Si quería conservar su empleo y, más importante aún, mantener a Callie fuera de la ecuación, debía demostrarle a Cassian que ya no tenía ningún poder sobre ella.

El día transcurrió con lentitud, cada minuto se sintió eterno. Cada vez que un compañero pasaba cerca de la recepción, Marina sentía la tensión en el aire. Ya todos la miraban de una forma distinta.

Los rumores habían hecho su trabajo.

Y ella solo podía imaginar lo que Cassian estaría planeando.

—Así que eres la famosa ex novia del jefe.

La voz burlona de una mujer la sacó de sus pensamientos. Marina levantó la mirada y se encontró con una de las secretarias ejecutivas, una rubia de tacones altísimos que la miraba con una sonrisa afilada.

—No sé de qué hablas —respondió Marina, volviendo a su pantalla.

—Vamos, todos lo saben ya. Ayer apenas podías mantenerte en pie cuando lo viste. No me digas que aún te afecta.

—Si me disculpas, tengo trabajo que hacer.

La mujer soltó una risa ligera y se inclinó un poco sobre el escritorio de Marina.

—Tal vez debas tener cuidado. Cassian no es el mismo de antes. Ahora es un hombre poderoso… y no es precisamente conocido por ser compasivo con la gente que lo traiciona.

Marina sintió un escalofrío. ¿Era eso una advertencia?

Pero no tuvo tiempo de responder, porque otra voz la interrumpió.

—Señorita Velarde.

El tono autoritario del jefe de personal la hizo erguirse.

—El señor Lincoln ha solicitado que se encargue de una tarea especial.

Marina tragó saliva. ¿Una tarea especial?

—Deberá asistir a la reunión de las tres en la sala de juntas.

—Pero… yo soy recepcionista, no asisto a reuniones —dijo con cautela.

—El señor Lincoln ha sido muy claro. Le sugiero que no lo haga esperar.

Marina asintió con rigidez.

Cassian estaba jugando con ella.

Y ella no tenía otra opción más que seguirle el juego.

A las tres en punto, Marina entró en la sala de juntas con la espalda recta y la cabeza en alto, intentando ocultar el torbellino de emociones dentro de ella.

Varias personas ya estaban sentadas en la enorme mesa de cristal, y en la cabecera, con una expresión indescifrable, estaba Cassian.

Su mirada se posó en ella de inmediato.

—Marina, qué puntual. Toma asiento.

Ella caminó con paso firme y se sentó en la única silla vacía, sintiendo las miradas de todos sobre ella.

Cassian hizo un gesto hacia un hombre sentado a su derecha.

—El señor Robinson es nuestro director de marketing, y ha estado trabajando en una campaña importante. Sin embargo, ha habido algunos problemas con la presentación de los informes.

El hombre, un ejecutivo de aspecto nervioso, asintió rápidamente.

—Sí, señor Lincoln, estamos resolviendo los detalles, pero aún no hemos encontrado la mejor forma de organizar los datos.

Cassian sonrió con frialdad y desvió la mirada hacia Marina.

—Por eso he pensado que Marina puede ayudar.

El estómago de Marina se contrajo.

—¿Yo? —preguntó con cautela.

—Sí. Desde que fuiste la mejor estudiante en administración en la secundaria, imagino que podrás hacer algo tan simple como organizar un informe, ¿verdad?

Marina sintió cómo el aire se volvía denso a su alrededor.

Cassian no solo la estaba exponiendo frente a todos.

También le estaba dejando claro que aún recordaba quién había sido ella antes de que todo se desmoronara.

Las miradas curiosas y expectantes se posaron en ella.

Sabía que Cassian esperaba verla titubear.

Así que, con la mejor expresión neutra que pudo fingir, respondió:

—Por supuesto, señor Lincoln. Será un placer.

Cassian entrecerró los ojos, como si analizara su respuesta, y luego asintió lentamente.

—Bien. Espero resultados impecables.

Marina sostuvo su mirada con firmeza.

No iba a dejar que la aplastara.

No otra vez.

Horas después, cuando salió de la oficina con una carpeta llena de informes que debía organizar, sentía el peso del día sobre sus hombros.

Pero lo que más la inquietaba no era el trabajo adicional.

Era el hecho de que Cassian Lincoln no había vuelto a ser el muchacho dulce y apasionado que ella recordaba.

No.

El hombre que estaba frente a ella ahora era cruel, calculador y peligroso.

Y ella, sin quererlo, había quedado atrapada en su juego.




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