Marina sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras sus ojos recorrían la nota una y otra vez.
"No intentes escapar de mí, Marina. Este es solo el comienzo."
Cassian la estaba acechando, moviendo sus piezas con precisión, como si esto fuera una partida de ajedrez donde ella no tenía más opción que seguir su juego.
Pero él no sabía la verdad.
No sabía que la razón por la que lo dejó no fue porque nunca lo amó, sino porque no tuvo opción.
No sabía que, mientras él la odiaba, ella se había pasado los últimos cinco años protegiendo algo infinitamente más importante que su orgullo: Callie.
—No voy a dejar que me controle —murmuró para sí misma, arrugando el papel con los dedos antes de arrojarlo al basurero.
Se obligó a respirar hondo. Mañana enfrentaría a Cassian y le demostraría que ya no tenía poder sobre ella.
A la mañana siguiente, Marina entró a la empresa con paso firme. Se había vestido con una blusa elegante y una falda lápiz, asegurándose de proyectar seguridad.
Si Cassian quería jugar, entonces encontraría a una mujer que no se dejaría derribar fácilmente.
—Señorita Velarde.
Marina se detuvo al escuchar su nombre y se encontró con el jefe de personal.
—El señor Lincoln ha solicitado que suba a su oficina de inmediato.
«Por supuesto que sí.»
—Voy en camino —respondió sin titubear.
Mantuvo la cabeza en alto mientras se dirigía al último piso. No le daría el placer de verla afectada.
Cuando entró en la oficina de Cassian, lo encontró de pie junto a la ventana, con una taza de café en la mano.
—Puntual, como siempre —dijo sin voltear a verla.
—Si me necesita para algo, preferiría que lo comunicara a través de mi supervisor, como corresponde.
Cassian sonrió con burla antes de girarse hacia ella.
—Eso sería cierto si fueras solo una empleada más. Pero no lo eres, ¿o sí?
Marina apretó la mandíbula.
—¿Para qué me llamó?
Cassian dejó la taza sobre el escritorio y sacó una carpeta.
—Para discutir tu nuevo puesto.
Ella frunció el ceño.
—¿Mi nuevo qué?
Cassian le extendió la carpeta, y Marina la abrió con manos temblorosas.
Su estómago se hundió cuando leyó el encabezado.
"Asistente ejecutiva del CEO."
—No… esto es un error —susurró, negando con la cabeza—. Yo soy recepcionista.
Cassian metió las manos en los bolsillos y la miró con la frialdad de un depredador que ha atrapado a su presa.
—Ya no.
—No puedes hacer esto.
—Puedo y lo hice.
Marina sintió el aire volverse pesado a su alrededor.
Ser la asistente de Cassian significaba estar bajo su control todo el tiempo.
Significaba que él la vigilaría de cerca.
Y eso… eso era peligroso.
—Rechazo la oferta —dijo, cerrando la carpeta y dejándola sobre el escritorio.
Cassian soltó una risa baja.
—No es una oferta, Marina. Es una decisión.
Ella lo miró con furia.
—¿Por qué estás haciendo esto?
Cassian se acercó lentamente, hasta quedar a pocos centímetros de ella.
—Porque quiero que entiendas algo —murmuró, con la voz cargada de amenaza—. Esta vez, yo tengo el control.
Marina tragó saliva, sintiendo su mundo cerrarse a su alrededor.
Estaba atrapada.
Y lo peor era que no tenía forma de escapar.