Marina sintió un escalofrío recorrerle la piel mientras sostenía la mirada de Cassian.
Él no se había movido, pero la forma en que la observaba —con esa intensidad oscura y calculadora— la hacía sentir acorralada.
—No puedes obligarme a aceptar este puesto —dijo con firmeza, aunque su corazón martilleaba contra su pecho.
Cassian inclinó la cabeza con una sonrisa ladina.
—Claro que puedo.
—No tiene sentido. Hay muchas personas más capacitadas que yo para este cargo.
—Tal vez, pero ninguna de ellas me debe tanto como tú.
Marina apretó los puños. Él quería verla sometida, humillada.
—Si me estás haciendo esto por venganza…
—¿Y si lo estuviera? —interrumpió Cassian, con un brillo frío en los ojos—. ¿Acaso no lo mereces?
La pregunta la golpeó en el estómago.
Sí, lo merecía.
Al menos, eso era lo que Cassian creía.
—No puedes manejar una empresa tomando decisiones personales —dijo, tratando de razonar con él.
Cassian dejó escapar una risa baja.
—¿Quién dijo que esto es personal? Solo estoy aprovechando un recurso que puede ser útil para mí.
Las palabras la hirieron más de lo que deberían.
Marina sintió que su pecho se oprimía, pero se obligó a mantener la compostura.
No iba a darle el gusto de verla temblar.
—Si realmente crees que soy útil, deberías darme la oportunidad de elegir.
Cassian la miró en silencio durante unos segundos, como si analizara su reacción.
Luego sonrió.
—Bien. Te daré dos opciones.
Se apoyó contra su escritorio, cruzándose de brazos.
—Uno: aceptas el puesto y sigues mis órdenes sin objeciones.
Marina tragó saliva.
—¿Y la segunda opción?
Cassian se inclinó levemente hacia ella, bajando la voz.
—Renuncias.
El impacto de esa palabra la hizo tambalearse.
Renunciar significaba perder su única fuente de ingresos.
Significaba arriesgar el bienestar de Callie.
Cassian lo sabía.
—No puedes hacer esto —susurró.
—Tú decides, Marina —respondió con indiferencia—. Pero no tengo todo el día.
Marina sintió un nudo en la garganta.
No tenía opción.
Si renunciaba, ¿cómo iba a pagar el colegio de Callie? ¿El alquiler? ¿La comida?
Él lo sabía.
Él había planeado todo esto.
Apretó los dientes y tomó aire antes de mirarlo con la mayor firmeza posible.
—Acepto.
Cassian sonrió, triunfante.
—Sabía que tomarías la decisión correcta.
Marina sintió su mundo derrumbarse un poco más.
Había caído en su trampa.
Y ahora, estaba a su merced.