El Jefe que Amé

10.Un juego peligroso

Marina pasó el resto del día en tensión. La reunión con Cassian se acercaba, y aunque había trabajado en oficinas antes, nunca había estado en una junta de alto nivel.

Cassian lo había planeado así. Quería verla fallar.

Pero no se lo permitiría.

A las cuatro en punto, Marina se dirigió a la sala de juntas con su libreta en mano. El ambiente estaba cargado de murmullos, y varias miradas se posaron en ella cuando entró junto a Cassian.

—Señores, les presento a mi nueva asistente ejecutiva, Marina Velarde —anunció Cassian con un tono casual.

Los ejecutivos la evaluaron con expresión neutra. Algunos sonrieron de manera cortés, otros parecían indiferentes.

Pero Marina notó la mirada especulativa de una mujer en particular.

—Marina… qué sorpresa verte aquí —dijo con una sonrisa afilada.

Marina sintió un escalofrío cuando reconoció a Isabella Moreau, la misma mujer con la que Cassian había sido fotografiado años atrás, la hija del famoso millonario.

—Es un placer, señorita Moreau —respondió con calma, aunque su corazón latía con fuerza.

Isabella desvió la mirada hacia Cassian.

—¿Asistente ejecutiva, dices? Qué interesante.

Cassian se limitó a sonreír.

—Marina es muy competente. Estoy seguro de que será un gran aporte para la empresa.

El mensaje oculto era claro: ella estaba aquí porque él lo había decidido.

La reunión comenzó, y Marina tomó notas con diligencia. Sin embargo, a mitad de la discusión, Cassian se dirigió a ella directamente.

—Marina, ¿qué opinas sobre la estrategia de expansión en Latinoamérica?

Los ejecutivos la miraron, esperando su respuesta.

Era una prueba.

Marina tomó aire y recordó los informes que había leído la noche anterior.

—Considero que la expansión en sí es una excelente idea, pero basándonos en los reportes de mercado, deberíamos enfocarnos primero en consolidar nuestra presencia en Brasil y México antes de explorar nuevos territorios.

Un breve silencio se extendió en la sala antes de que uno de los ejecutivos asintiera.

—Tiene razón. Expandirse sin asegurar una base sólida sería arriesgado.

Cassian sonrió de lado.

—Interesante perspectiva. Tomaremos eso en cuenta.

La reunión continuó, y Marina sintió que había ganado una pequeña victoria.

Sin embargo, cuando salieron de la sala, Cassian se detuvo junto a ella.

—Buen desempeño —dijo en voz baja—. Casi parecías una profesional.

Marina lo miró con rabia contenida.

—Si querías que fallara, lamento decepcionarte.

Cassian sonrió con diversión.

—No, Marina. Quiero verte brillar… justo antes de derribarte.

Ella sintió un escalofrío.

Cassian Lincoln estaba jugando con ella.

Y lo peor era que, de alguna manera, ella ya estaba atrapada en su juego.




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