Cassian sentía el pecho a punto de estallar.
Desde que Marina pronunció aquellas palabras, todo a su alrededor había dejado de tener forma. No escuchó más sonidos, no notó el tacto del suelo bajo sus zapatos de cuero, ni el murmullo constante de la oficina. Solo un eco brutal y ensordecedor: "Callie es tu hija."
Caminar por los pasillos fue como atravesar un campo minado. La culpa, el dolor, la rabia… lo golpeaban en todas direcciones. Cinco años. Cinco años perdido de su vida. De su sangre. De ella.
Se detuvo frente a la pequeña sala de descanso, donde minutos antes había escuchado que Callie jugaba. Ella seguía allí, ahora sola, sentada sobre una alfombra con crayones esparcidos a su alrededor. Dibujaba concentrada, como si el mundo entero no existiera fuera de ese papel.
Cassian respiró hondo y entró sin hacer ruido.
La niña levantó la mirada. Y fue como mirar un espejo retrovisor. Esos ojos no dejaban lugar a dudas. Eran los suyos. Mismos matices, mismo brillo travieso… mismo todo.
—Hola —dijo ella, con una sonrisa inocente.
Cassian parpadeó, tragando el nudo que se formaba en su garganta.
—Hola —respondió, bajando lentamente hasta quedar a su altura.
—¿Quieres ver? —Callie le mostró el dibujo con orgullo—. Esta es mi casa. Esta soy yo. Esta es mami.
Cassian la escuchaba como si fuera un sueño. Un sueño en el que tenía miedo de respirar demasiado fuerte y despertarse.
—¿Y ese de ahí? —preguntó señalando una figura masculina de brazos largos y cabello revuelto.
—Es… no sé. A veces lo dibujo. Antes decía que era mi amigo imaginario. Pero mami dice que no tengo papá, así que… creo que es él, aunque nunca lo conocí.
Las palabras de la niña lo desgarraron. Tuvo que apartar la mirada un instante para evitar que el dolor se desbordara. ¿Cuántas veces había necesitado una figura paterna? ¿Cuántas noches habría preguntado por qué no tenía un papá como los demás?
—¿Cómo te llamas? —preguntó él, forzando la voz a salir.
—Callie.
El nombre se le ancló en el pecho como una lanza. Tan dulce. Tan sencillo. Tan suyo.
—Es un nombre bonito.
Callie le ofreció un crayón.
—¿Quieres dibujar conmigo?
Cassian asintió y se sentó en el suelo, sin importarle el traje, el reloj costoso o su imagen como CEO. En ese instante, solo era un hombre con el alma hecha pedazos intentando conectar con la niña que no sabía que era suya.
Dibujaron. Hablaron. Ella le mostró sus muñecas favoritas, sus colores preferidos, le cantó una canción inventada y le enseñó cómo dibujar gatos con bigotes torcidos. Él se reía. Y dolía. Porque cada palabra, cada gesto, era un susurro de lo que se había perdido.
Unos minutos después, una sombra apareció en la puerta. Marina.
Estaba pálida. Los ojos rojos. El cuerpo rígido, como si estuviera a punto de derrumbarse.
Cassian se puso de pie lentamente, sin quitarle los ojos de encima.
—Hablé con ella —dijo con la voz ronca—. Y no voy a perderme ni un día más. No después de esto.
—Cassian… —Marina susurró su nombre, temblando—. No puedes simplemente irrumpir así. Callie necesita estabilidad.
—¿Estabilidad? ¡Me negaste cinco años de su vida! —espetó él, con los puños apretados—. ¿Y ahora hablas de estabilidad?
—Lo hice por protegerla —dijo ella, bajando la mirada—. Por protegerte. Yo no sabía cómo manejar todo. Y después de lo que me obligaron a hacer…
—Siempre pudiste confiar en mí —interrumpió con dureza—. Pero elegiste no hacerlo.
Callie los miraba desde el suelo, la cabeza ladeada con curiosidad. La tensión le era evidente, aunque no comprendiera el motivo.
Cassian se arrodilló de nuevo frente a ella.
—Tengo que irme ahora, Callie, pero… ¿te gustaría verme otro día?
Ella asintió con una tímida sonrisa.
—Me caes bien. Pareces un superhéroe triste.
Cassian soltó una risa amarga. Le acarició el cabello con ternura.
—Quizás lo sea.
Se levantó sin mirar a Marina, caminó hacia la puerta con el corazón agitado. Antes de salir, lanzó una última mirada a la niña sentada entre crayones y dibujos. A su hija.
Y supo, sin lugar a dudas, que haría lo que fuera necesario para recuperar lo que le habían arrebatado.
Su hija. Su derecho. Su historia.