Marina no pudo dormir aquella noche.
La imagen de Cassian arrodillado frente a Callie no dejaba de repetirse en su mente. Lo había visto quebrarse en mil pedazos… y eso dolía más que cualquier grito, más que cualquier reproche. No era odio lo que él le había mostrado. Era algo más profundo. Era una herida abierta que sangraba desde hacía cinco años.
Caminaba descalza por su departamento, con los brazos cruzados y una taza de té frío entre las manos. En la habitación contigua, Callie dormía plácidamente con sus muñecas, ajena al terremoto que se avecinaba.
Una parte de ella quería huir. Recoger a su hija y desaparecer. Pero ya no podía esconderse.
Cassian la buscaría. Y esta vez no se detendría hasta llegar al fondo.
Suspiró, y justo en ese instante, el teléfono vibró en la mesita. Era un número oculto.
—¿Hola?
El silencio al otro lado se estiró, tenso, casi hostil.
—Sabía que este día llegaría —dijo una voz femenina que no escuchaba desde hacía años.
Marina se quedó sin aliento.
—¿Señora Lincoln?
—Creíste que podías ocultárselo para siempre, ¿no? —continuó la mujer, su tono venenoso—. Qué ingenua has sido, Marina.
Marina apretó la mandíbula.
—No tenía elección. Usted me obligó.
—Te advertí que si arruinabas el futuro de mi hijo, yo arruinaría el tuyo —dijo con frialdad—. Y aún tengo ese poder. Callie no es solo una niña. Es un escándalo esperando a estallar.
Marina sintió náuseas.
—¿Qué quiere?
—Quiero que te vayas. De su empresa. De su vida. Antes de que Cassian descubra toda la verdad… no solo sobre tu mentira, sino también sobre su beca.
El corazón de Marina se detuvo un segundo.
—¿Qué?
—¿De verdad creíste que fue aceptado por mérito? —soltó una risa cruel—. Yo moví los hilos. Cambié expedientes. Su nombre nunca estuvo entre los seleccionados. Pero necesitaba sacarlo del país. Alejarlo de ti. Y funcionó.
Marina sintió que se le derrumbaba el mundo.
—¿Le arruinó su futuro… solo por mí?
—Lo salvé. De una chica de clase media que lo habría encadenado a una vida mediocre. Pero si sigues aquí, Marina… juro que destruiré todo lo que te queda. Incluida la custodia de esa niña.
La llamada terminó con un clic helado. Marina dejó caer el celular y se abrazó el cuerpo tembloroso.
La señora Lincoln no solo le había arrebatado al hombre que amaba. Había manipulado todo. Incluso su futuro.
Y ahora, si no hacía algo… podía perder a su hija.
A la mañana siguiente, Cassian llegó a su despacho con una decisión clara: quería respuestas.
Pero no esperaba encontrar sobre su escritorio un sobre sin remitente.
Lo abrió con manos tensas. Dentro, había documentos impresos, sellos oficiales… y una carta escrita con tinta negra. Reconoció la letra de inmediato. Era la de su madre.
"Te mentí, Cassian. Nunca tuviste una beca. Yo compré tu lugar."
Su respiración se volvió inestable. Las páginas siguientes eran pruebas. Correos filtrados, conversaciones impresas, registros falsificados.
Su mundo se tambaleó.
Y junto al sobre, una pequeña nota anónima escrita a mano:
"Ella no te traicionó. Solo te protegió."
Cassian cerró los ojos con fuerza, mientras una furia sorda nacía desde lo más profundo. No solo le habían quitado a Marina. Le habían mentido sobre todo. Sobre su vida, su futuro, su hija.
Era hora de derribar las mentiras.
Y la primera persona a la que enfrentaría… sería su propia madre.