La presentación en la fundación benéfica de la empresa era solo una excusa. Cassian Lincoln no solía acudir a eventos sociales innecesarios. No desde que se convirtió en CEO. No desde que dejó de fingir que el mundo le interesaba más que su venganza.
Pero esa noche, bajó de su auto con un propósito muy distinto.
Marina estaba allí.
Iba a exponerla. A confrontarla. Y, por primera vez en cinco años, a decirle lo que realmente pensaba.
La vio desde lejos, entre luces y copas de champagne, vestida con un elegante conjunto azul oscuro. No tenía idea de que él estaría ahí. Y por un instante, Cassian se permitió mirarla sin odio. Solo mirar. Recordar.
Su cabello recogido. La mirada firme. Esa forma en que fruncía el ceño cuando se sentía fuera de lugar.
Una recepcionista en una gala de millonarios.
La mujer que lo rompió… de pie, intacta.
Cassian cruzó la sala.
—Señorita Velarde —dijo con voz grave, justo detrás de ella.
Marina se giró, y el cristal que sostenía casi se le resbala de las manos.
—Señor Lincoln…
—Acompáñame. Ahora.
No le dio opción. Ella lo siguió hasta el jardín lateral del edificio. Silencio. Viento. Una soledad casi cinematográfica.
—¿De qué se trata esto? —preguntó Marina.
Cassian la miró fijamente.
—Yo sé que Callie es mía.
Marina retrocedió un paso.
—¿Qué…?
—No me tomes por estúpido —espetó él—. Ya no más.
Ella palideció. Pero su orgullo no se quebró.
—No puedes demostrarlo.
—No necesito hacerlo. Ya vi las pruebas. El acta. El tipo de sangre. Todo encaja. Y además… —la miró con rabia—, Callie tiene tus ojos. Pero cuando se enoja… tiene mi forma de fruncir el ceño.
Marina tragó saliva.
—¿Qué vas a hacer?
Cassian se acercó un paso más. Sus rostros apenas separados por centímetros.
—Te voy a quitar todo, Marina. Lo mismo que me quitaste tú a mí. Pero no por venganza.
—¿Entonces por qué?
—Porque yo sí te amaba, porque no hay razón de peso o excusa alguna que justifique el haberme ocultado a mi hija —dijo con una mezcla de furia y dolor—. Y eso me jode más que todo lo demás.
Marina no supo qué responder. No podía. Había tantas emociones cruzadas, heridas abiertas, culpas ocultas…
Pero antes de que pudiera hablar, su celular vibró de nuevo. Otro mensaje.
"No creas que Lincoln puede protegerla. Sabemos dónde estudia Callie. Esto apenas comienza."
El corazón se le detuvo.
Cassian lo notó.
—¿Qué pasa?
Ella le mostró el mensaje. Él lo leyó y su rostro cambió.
—¿Esto es nuevo?
Marina asintió.
Cassian guardó el teléfono con decisión.
—A partir de ahora, tú y Callie están bajo mi protección. No voy a discutirlo.
—No tienes derecho a dar órdenes sobre ella.
—Es mi hija. Y ahora que lo sé, haré lo que tenga que hacer.
—Cassian…
—Ni una palabra más.
Cassian Lincoln nunca había tenido miedo.
Pero esa noche, mientras observaba la sombra de alguien vigilándolos desde el otro lado del jardín… supo que todo estaba a punto de cambiar.
Ya no era una historia de rencor ni de corazones rotos.
Ahora era una batalla por proteger a quien más amaban.
Y alguien, en las sombras, estaba dispuesto a hacer lo que fuera por destruirlos.