El jinete

El sheriff.

Elis Paprika era un hombre del deber. 

Todas las mañanas se despertaba, salía de su cama de paja, se lavaba la cara, las manos, el torso y el cuello y se tomaba un café. Bien cargado y sin azúcar. Luego salía de su cabaña, que también hacía de cárcel y de alcaldía y se dirigía a los establos del pueblo. Que eran prácticamente suyos, pues se encontraban a un lado de su casa y muy pocos campesinos los usaban. Ahí encontraba cada mañana a su fiel corcel. Un frisón llamado Patas. Con el sol aún oculto, le daba una buena cepillada a Patas y al terminar lo llevaba al abrevadero y le daba de comer. Así cada mañana. 

Elis era el único hombre de ley en el pueblo y como tal, tenía muchos deberes. Uno de ellos era mantener vigilados los campos de siembra. Nunca faltaba algún cabrón que quisiera pasarse de listo. Como cada mañana, el sheriff Paprika, montó a su corcel Patas y emprendió el camino hacia los campos para hacer su recorrido. Salió del pueblo por el éste y siguió el camino al trote. Su colt y sus espuelas resonaban con cada sacudida. En su pecho colgaba su insignia de sheriff. Dorada, inmaculada. Patas conocía bien el camino, por lo que el sheriff podía relajarse y dejar al caballo andar a sus anchas. 

Miró a su alrededor, admirando el paisaje. Los campos dorados por las espigas cargadas de semillas. El cielo azul comenzando a clarear. Por el camino de terracería vio al frente, un par de carretas. Los campesinos ya se dirigían a sus campos para comenzar a cosechar. Elis afianzó las riendas de Patas y picó espuelas. Le gustaba ser el primero en ver ese recorrido mañanero. Era parte de su orgullo como sheriff. Solo aminoró la marcha al pasar al lado de las carretas para saludar con un ademan a los conductores y pasajeros. Luego siguió a medio galope. Las espigas pasaban a su lado veloces mientras el escudriñaba el horizonte. Al menos una día a la semana, se encontraba en esos caminos a algún inadaptado quebrantando la ley. Éste fue uno de ésos días. 

Llevaba poco más de la mitad del recorrido cuándo avistó al frente a una pareja cabalgando al trote. No entendía lo que decían pero era seguro, por el tono de ambos, que peleaban. Redujo la marcha por cualquier cosa. El otro jinete hizo lo propio al notar que los miraba. Elis pudo ver la cacha de ébano en el costado derecho del hombre. 

—¿Sucede algo? —Preguntó dando una mirada panorámica a la pareja, el tipo se la devolvió muy serio.

Tenía una barba de días, negra y descuidada. La mujer tenía los ojos llorosos, pero el no podía actuar solo por eso. Ella pareció darse cuenta de eso, por que en cuanto puso su mirada sobre ella gritó. 

—¡Ayúdeme sheriff! Por favor. 

Elis no lo pensó más. Veloz como una serpiente, su mano desenfundo la colt. Antes de que el tipo pudiera reaccionar ya lo tenía en la mira. El jinete lo miró medio aturdido, luego vio hacía la pistola y suspiro derrotado. 

—¿Puede bajar señorita? —Preguntó Elis, pero ella ya desmontaba del caballo con la agilidad propia de una amazona. 

—Suba a mi caballo. —Le ordenó, pero tuvo la impresión de que no hacía falta.

La mujer se aferró a la silla y trepó en la grupa de Patas sin mucho esfuerzo. 

—No sabes lo que está pasando aquí. —Le advirtió el jinete, más resignando que preocupado. Elis supuso que el tipo era algún bandido abandonado por sus compinches, y como buen bandido se buscaba la vida donde no debía.

—¿Cuál es su nombre? —Preguntó severamente, el tipo lo seguía mirando sin la menor intención de presentarse—. Si no me responde, tendré que asumir que tiene buenas razones para no hacerlo. ¿Comprende? 

El jinete apartó la mirada hacía la mujer detrás de Elis y sonrió. 

—¿Qué es tan gracioso? —Preguntó el sheriff molesto por ser ignorado. 

El bandido le devolvió la mirada, por única respuesta levantó su brazo derecho y le mostró la funda de un cuchillo, vacía. Elis tardó un momento en comprender. Lo suficiente para no poder hacer nada antes de sentir el filo del cuchillo en la piel de su garganta. 

—La pistola. Suelta la. —Ordenó la voz de la mujer detrás de él. Usó un tono duro que le decía la poca paciencia que tenía. El sheriff maldijo por dentro mientras soltaba la colt hacía su izquierda, lo más lejos posible del otro jinete. 

—¿La dama resultó más peligrosa de lo que esperabas? —Preguntó el bandido con un tono burlón y una sonrisa estúpida en la cara. Eso lo irritó aún más pero no iba a permitir que ése par se burlara de él. Elis tenía 36 años de los cuales, llevaba 25 usando una pistola y metiéndose en problemas propios y ajenos. El sheriff no era un novato y si esos dos creían que caería tan fácil lo iban a lamentar. 

—Así me gusta. Obedientes... —Dijo la mujer echando sal en la herida, pero fue un error. Por la burla descuido lo único que mantenía a Elis quieto. El cuchillo se apartó de su cuello apenas un centímetro o menos. El sheriff no lo dudó. Se lanzó de un empujón hacía el suelo tratando de alcanzar su pistola. La mujer se aferró a su cuello y calló con él. Mientras buscaba su revólver y la mujer se agarraba a él con manos y piernas, el tipo aún montado soltó una carcajada. 

«No reirá por mucho» Pensó Elis mientras rebuscaba en la tierra del camino. 

—¿No se deja? —Preguntó el tipo entre risas. Elis escuchaba la respiración agitada de la mujer en su oído y la presión de un brazo menudo en el cuello. Le complicaba respirar, pero no era nada con lo que no pudiera lidiar. Supuso que ella había perdido el cuchillo en la caída pues no lo atacaba con el. Por fin, tras una búsqueda desesperante tocó con su mano el frío metal de su revólver. Intentó con toda su fuerza alcanzarlo pero la mujer no se lo permitió.

—Ho no... Ni lo pienses. —Dijo agitada pero ejerciendo más presión en su cuello. Elis apenas podía respirar y se vio obligado a llevar ambas manos a su cuello intentando deshacerse de la obstrucción. No podía creer que unos brazos tan delgados pudieran aplicar tanta fuerza. La colt dejó de ser una opción. Elis, desesperado, se aferró a los brazos de su atacante, no podía dejar que se soltara en el último momento. Con un gran esfuerzo, se apoyó en las rodillas y levantó el torso. Espero un momento, en cuanto se sintió capaz apartó una rodilla y rápidamente adelantó su pie.



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En el texto hay: misticismo, western, magia

Editado: 10.11.2020

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