El aroma a café recién molido y a libros viejos flotaba en el aire del rincón favorito de Elara en la cafetería universitaria, un refugio ruidoso y vibrante donde las ideas nacían y las amistades se forjaban. Elara, con su melena castaña ondeando alrededor de un rostro vivaz y unos ojos que parecían contener la luz del sol, golpeó suavemente la mesa con su bolígrafo, captando la atención de su círculo íntimo.
Valerius, siempre con una sonrisa fácil y una postura relajada que desprendía una confianza innata, levantó una ceja. —"¿Qué sucede, Elara? ¿Alguna nueva idea brillante?"
A su lado, Lyra, con su cabello oscuro enmarcando un rostro expresivo y una chispa de sarcasmo en sus ojos, sorbió su té con una indiferencia fingida que no engañaba a nadie. Silas, absorto en su cuaderno de bocetos, apenas levantó la vista, pero su lápiz se detuvo, señal de que escuchaba. Kael, el bromista del grupo, ya estaba riendo antes de que Elara pronunciara una palabra, anticipando alguna de sus ocurrencias.
—"Tengo una idea," anunció Elara, su voz vibrante con la emoción contenida. —"Una idea brillante, revolucionaria, que cambiará nuestras vidas... o al menos, nuestro próximo mes."
Kael soltó una carcajada. —"¿Otra de tus 'ideas brillantes', Elara? La última vez terminamos todos disfrazados de superhéroes en la biblioteca central. Casi nos expulsan."
—"Esta es diferente," replicó Elara, con una sonrisa que prometía travesuras. —"Esta es... el Juego del Amor."
Un silencio momentáneo se apoderó de la mesa, roto solo por el murmullo de la cafetería. Valerius se enderezó, su interés claramente picado. Lyra dejó su taza, una ceja arqueada en una expresión de incredulidad. Silas finalmente cerró su cuaderno, su mirada curiosa.
—"¿El Juego del Amor?" preguntó Lyra, su tono teñido de escepticismo. —"¿Suena a algo sacado de una comedia romántica de bajo presupuesto."
—"Exacto," dijo Elara, sus ojos brillando. —"Pero con nosotros como protagonistas. La premisa es simple: durante el próximo mes, cada uno de nosotros será emparejado con otro miembro del grupo. Nuestro objetivo será... enamorar a nuestra pareja."
Kael soltó una carcajada ruidosa. —"¿Enamorar? ¿Como en 'hacer que se caigan rendidos a nuestros pies'? ¿Y si ya están rendidos?" Lanzó una mirada juguetona a Lyra, quien le respondió con un gesto obsceno.
—"No es tan literal, Kael," explicó Elara, aunque una sonrisa se dibujó en sus labios. —"Se trata de cortejar, de coquetear, de hacer que la otra persona sienta mariposas en el estómago. Al final del mes, revelaremos quién ha logrado su objetivo. Y lo más importante: nadie puede saber quién es el objetivo de quién. Es un secreto."
Valerius, que había estado escuchando atentamente, finalmente habló. —¿"Y cuál es el premio? ¿La gloria eterna? ¿Un certificado de 'Cupido del Año'?"
Elara se encogió de hombros. —"El premio es la diversión, la emoción, y quizás... descubrir algo nuevo sobre nosotros mismos y sobre los demás. Además, ¿no están aburridos de la rutina? Esto inyectará un poco de drama y romance en nuestras vidas universitarias."
Silas, que rara vez participaba en estas discusiones con tanto entusiasmo, preguntó con voz suave: —¿"Y si alguien se enamora de verdad?"
La pregunta de Silas colgó en el aire, cargada de una verdad incómoda. Elara se encontró con la mirada de Valerius, y por un instante, una corriente eléctrica pareció pasar entre ellos. Valerius había albergado sentimientos por Elara desde hacía mucho tiempo, un secreto bien guardado bajo su fachada de chico popular. El juego, para él, era una oportunidad, una excusa perfecta para acercarse a ella sin parecer demasiado obvio. Pero la pregunta de Silas resonó en su mente: ¿y si los sentimientos se volvían demasiado reales?
Elara, con una ligera vacilación, respondió: —"Esa es la belleza del juego, Silas. Las líneas se difuminan. Pero las reglas son claras: es un juego. Al final del mes, todo vuelve a la normalidad. O eso esperamos."
Lyra, con su habitual pragmatismo, intervino. —"Suena a una receta para el desastre emocional. Pero, ¿sabes qué? Estoy dentro. Necesito algo que me distraiga de... bueno, de todo."
Su mirada se desvió brevemente hacia un punto invisible al otro lado de la cafetería, y Valerius notó la tensión en sus hombros. Lyra tenía sus propios secretos, una relación clandestina que la mantenía en vilo. El juego, para ella, era una cortina de humo, una forma de canalizar su energía y evitar confrontar sus propias complicaciones.
Kael, siempre el primero en abrazar el caos, levantó las manos en señal de rendición. —"¡Me apunto! Esto va a ser épico. ¿Quién será mi pobre víctima?"
Silas, después de un momento de contemplación, asintió lentamente. Su corazón latía con una mezcla de esperanza y temor. Había estado enamorado de Lyra durante años, un amor silencioso y no correspondido que lo consumía. El juego le ofrecía una oportunidad, por remota que fuera, de acercarse a ella, de hacerla ver lo que él sentía. Pero también temía el rechazo, la humillación de que sus sentimientos fueran expuestos como parte de un simple juego.
—"Yo también," dijo Silas, su voz apenas un susurro. —"Pero... con cuidado."
Elara sonrió, una victoria brillando en sus ojos. —"Perfecto. Ahora, solo falta una persona. Seraphina."
Seraphina, la nueva adición al grupo, se había unido a ellos hacía apenas unas semanas. Era una figura enigmática, con una calma serena y unos ojos que parecían ver más allá de lo evidente. Había estado observando la conversación con una curiosidad tranquila, sin participar activamente. Su presencia era un soplo de aire fresco, pero también un elemento desconocido que alteraba la dinámica establecida.
—"¿Yo?" preguntó Seraphina, su voz suave pero firme. —"No estoy segura de que los juegos de amor sean lo mío."
—"Pero Seraphina, eres perfecta," insistió Elara. —"Tu perspectiva externa, tu forma de observar... nos ayudaría a todos a entender mejor las dinámicas. Además, ¿no tienes curiosidad?"
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Editado: 23.08.2025