OCHO AÑOS DESPUÉS.
—Suzanne, estás exagerando. El problema es de las dos. Madison no pone mucho de su parte.
Sacó su rostro cubierto de un producto que no sabía qué era. A pesar de nuestros cuatro años de relación, no me acostumbraba a sus extrañas costumbres.
—Como siempre, pretendes echar la culpa a mi hija. Claro, la tuya es perfecta. Esto lo habíamos planeado los tres, tú, mi hija y yo.
—Elianny es mi hija. No veo en qué afecta que nos quedemos para ayudarla con sus actividades académicas y luego viajar. Sus padres estarán de viaje.
—Lo has dicho: sus padres. Chris, sé que adoras a tu hija, pero si Madison está haciendo un esfuerzo, ella también podría hacerlo. Faltar a un par de clases no le hará daño. Pero claro, siempre la has puesto primero que a nosotras. Somos tu familia. Ni siquiera te llama papá.
—Lo hace, no siempre, pero lo hace. Eli es una chica juiciosa que…
—¿Insinúas que mi hija no lo es? —me interrumpió, saliendo del baño.
—Suzanne, no quiero discutir. Si deseas, ve tú con Madison. Yo me quedaré. Mi hija me necesita.
—Claro, nunca me has dado mi lugar. No le agrado a tu hija y siempre la pones por encima de mí. Haz lo que quieras, Christopher.
Suspiré profundo. Las dos sabían cómo ponerme entre la espada y la pared. Elianny siempre llevaba las de ganar. Nunca sabía decirle que no, aunque me tocara dormir en el sofá, o en el peor de los casos en la oficina. Porque, aunque la casa era mía, Suzanne tenía un carácter difícil de soportar.
Terminé de acomodarme la corbata y recogí el maletín.
—Recogeré a Elianny. Dile a la empleada que organice la habitación de visitas.
—Díselo tú. No estaré aquí. Nos iremos a donde mi hermana, para que tú y tu hija puedan tener la casa para ustedes y la princesa Elianny esté cómoda.
—Basta, por favor. No podemos continuar así. Es mi hija, y me gustaría que, al igual que yo hago todo esfuerzo por llevarme bien y que todo funcione con Madison, ustedes pudieran hacerlo con Elianny.
—¿Ahora me echas en cara tener una buena relación con mi hija?
—No, no se trata de eso. Solo te pido que sean un poco más tolerantes. Podremos viajar después. Elianny tiene unos ensayos y clases importantes, y sus padres no estarán.
—¿No puede ir con otro familiar? Habíamos planeado este viaje. Estoy segura de que lo hacen a propósito.
—No, no es así, Suzanne, cariño, entiéndelo. Prometo que lo compensaré después.
Al no obtener respuesta, me dirigí al baño. Quise darle un beso y me evitó. Suspiré y decidí marcharme.
—Cariño, hola —saludé a Madison.
Estaba tan concentrada en su teléfono que apenas me notó. Me acerqué, dejé un beso en su coronilla y pretendía marcharme.
—Oye, Chris, ¿me regalas 50 zlotys?
—¿Para qué los necesitas?
—Olvídalo, no tengo por qué darte explicaciones. Si fuera tu hija, no me las pedirías.
—Madison, sabes que eres como una hija para mí. Solo quiero saber que no harás mal uso del dinero.
—No importa, se los pediré a mi padre.
—¿Qué está pasando? —inquirió Suzanne.
—Nada, madre. Le pedí dinero a tu esposo, pero como no soy su hija, me cuestionó para qué lo quería. Solo quería cambiar la funda de mi celular y comprar algunas cosas.
—No dije que no. Si hubieras dicho para qué, te los habría dado. ¿Ya agotaste el cupo de la tarjeta?
Estaba sacando el dinero y Suzanne se acercó, quitándome todo.
—Ya que no iremos de vacaciones, al menos podemos ir de compras. Mi tarjeta está sin pagar.
—¿Qué dijiste, mami? ¿Cómo que no iremos de viaje?
—Elianny necesita que Christopher se quede. Ya sabes que cuando se trata de ella, somos un cero a la izquierda.
Dejé escapar un profundo suspiro. Mi peor error había sido tratar de justificarme. Como siempre, se armó una discusión que me estaba retrasando. Motivo por el cual las dejé y se molestaron aún más.
Abordé el auto, respondí el mensaje de Matt con el aviso de que debía recoger a Elianny de su ensayo de piano.
Comencé a conducir, un poco estresado. Era una situación que me irritaba. Desde que mi hija y mi mujer se conocieron, mi vida se convirtió en un reto.
Era evidente que, por más que intentara, no lograba que se agradaran las tres. Mi hijastra, un año mayor que Elianny, no era muy amigable, pero sí consentida, caprichosa y mimada, aunque su madre lo negara.
—Buenos días, Judith —saludé a mi secretaria, que pareció asustarse al verme—. ¿Le sucede algo?
—No, no señor. Solo estaba un poco concentrada.
—Lo noté. No era mi intención asustarla. ¿Mis asuntos pendientes?
—Una reunión en una hora, revisar y firmar el acuerdo de préstamo del cliente de Nueva York, y una llamada con el señor Trinsko. Recoger a Elianny a las 10 a. m.
—Por supuesto, gracias.
—¡Señor!
—¿Sí, Judith?
—Si gusta, puedo recoger a la señorita Elianny. Como le dije ayer, debo recoger unas cosas cerca.
—Eso sería muy amable de su parte, pero no quisiera molestarla.
—No lo estaría haciendo, señor.
—Ok, le llamaré a ver qué opina y le aviso por un mensaje.
Ella asintió y comenzó a tararear una canción. Ralenticé mi paso para escucharla.
Ingresé a mi oficina, subí las persianas y me senté en mi escritorio, concentrándome en mi laptop.
Levanté mi rostro un par de veces para mirar fuera de la oficina. Me encontré a Judith sonriendo, por lo que recordé y llamé a Elianny. Ella estuvo de acuerdo en que Judith la recogiera, lo que me ahorraría un poco más de tiempo.
Dado que ya había hablado con sus padres, a partir de esa mañana ella se quedaría en mi casa.
Pude concentrarme en culminar mis labores, aunque también saqué tiempo para llamar a Suzanne. Ella parecía estar aún molesta y no me respondió las cinco llamadas que hice.
Decidí darme un paseo por las áreas de la empresa. Me enorgullecía que pronto cumpliríamos seis años de servicios.