El karma de papá

²Conversaciones

—Quería recordarle el pago de las tarjetas que me pidió no permitirle olvidar.

—Muy bien, se lo agradezco, Judith.

—Con permiso, señor.

Asentí y pretendía girarme cuando escuché a Elianny decir su nombre. La miré y fruncí el ceño, sabía que nada bueno diría.

—Christopher está feliz de que quieras almorzar con nosotros, Judith.

—¡Elianny! —exclamé avergonzado, no quería darle una mala impresión.

—No se preocupe, señor. No podría además, tengo algo importante que hacer.

—No, pero lo prometiste, Judith —se acercó Elianny con ese gesto en su rostro que siempre lograba lo que se proponía.

—Lo siento, Eli, pero además de tener algo que hacer, no está bien que me una a ustedes. Tu padre es un hombre casado y aunque ambos somos respetuosos, podría prestarse a malos entendidos. Si quieres, tú y yo podemos hacer algo otro día.

—Ok, tal vez puedas con mi profesor el miércoles.

Carraspeé y al tener las miradas de ambas sobre mí, me hice el desentendido.

—Puede ser, Eli —respondió ella.

—¿Y a dónde vas a ir? —preguntó Eli.

—Tengo una cita —respondió Judith. Elianny me miró.

Me encogí de hombros y ella salió.

—Christopher, la hiciste sentir mal —me acusó Elianny, sentándose sobre el escritorio.

—No, no hice tal cosa, Eli. Debes entender que soy un hombre casado, y la señorita Judith lo sabe y respeta, igual que yo. Y por favor, no te sientes sobre el escritorio.

—Ok, estudiaré para mi examen mientras haces tu trabajo.

Le señalé el sofá que a pedido suyo había puesto en la oficina. Se tiró sobre este dejando caer la cabeza, su larga melena colgaba llegando al piso mientras el cuadernillo en su mano le cubría parte del rostro.

Comencé a realizar mis actividades pendientes desde la laptop. No habían transcurrido más de media hora cuando intenté llamar a Suzanne, pero no sonaba.

Probé con Madison, a pesar de que sonaba, no respondía.

—Ya no insistas, Chris —dijo Elianny.

—Seguramente olvidaron sus teléfonos —agregué.

Ella se giró y me miró con los ojos entrecerrados, luego enderezó su cuerpo y caminó sentándose en la silla frente a mí.

—¿De verdad no te das cuenta? ¿Acaso es una especie de autocastigo?

—¿De qué estás hablando, jovencita?

—No te quieren, papá. Te estás haciendo víctima, ¿por qué te niegas a verlo?

Suspiré y me puse de pie, caminé hasta la ventana que daba al exterior de la oficina.

—Elianny, sé que no te agradan, pero eso no significa que sean como dices. Ellas solo están molestas porque habían planeado ese viaje hace mucho.

—Es cierto que no me agradan, por lo que hacen contigo, pero las tolero. Puedo quedarme con Abey o incluso con Judith. Christopher, puedes ir con tu familia.

—¿Lo ves? A menudo me ponen entre la espada y la pared. Eres mi hija y prometí no volver a fallar. Ella es mi esposa y desde hace mucho que no sé cómo llevar esta situación. Elianny, intento no ser el canalla que hace años fui.

—No me molestaría si quisieras ir al viaje. Eres tú quien se limita, Christopher. Ya no tengo cinco años. Tú eres quien se ha empeñado en ser perfecto; lo he visto durante años —caminó hasta mí y cuando me quedé en silencio, me abrazó por detrás—. Papá, he visto tu esfuerzo y créeme, lo haces bien. No necesito que seas perfecto, quiero que seas feliz, pero no lo eres. Si quieres, ve al viaje con ellas. Si de verdad te hacen feliz, recupera tu matrimonio.

Suspiré y me giré.

—Te amo, princesa —dejé un beso en su frente.

—¡Ay, no, Christopher! No me llames princesa, ya no tengo 5 años.

—Siempre serás mi princesa. ¿No te molesta que vaya al viaje con ellas? Le prometí a tu madre y a Matt cuidarte.

—No tienen que saberlo, Chris.

—Mentir es una pésima elección. Te habla la voz de la experiencia. No acostumbres a hacerlo, sé que eres joven y que en ocasiones lo sientes inevitable, pero trata de evitarlo. No cometas mis errores y definitivamente, no iré al viaje —dejé un beso en su frente—. Lo entenderá, Suzanne es una buena mujer, créeme, lo entenderá al final.

Resignada, suspiró. Ella volvió a sus deberes y yo a los míos. Miraba mi móvil de vez en cuando, esperando un mensaje o llamada de vuelta.

Con el paso de las horas, no había nada. Incluso cuando recogí mi abrigo, insistí una última vez, antes de irme a almorzar con Elianny.

—Vamos, princesa.

—¡Chris! —exclamó dejando caer su tarea sobre el sofá.

La jalé contra mí y caminamos juntos. Judith nos sonrió al pasar a su lado mientras recogía unos documentos. Seguramente también iba a almorzar.

Abordamos el auto. Subimos y estuve conduciendo mientras miraba mi teléfono. A mis 47 años, lo único que deseaba era que todo marchase bien, me esforzaba por ello. Aunque a menudo sentía el miedo de que mi pasado arremetiera contra mi presente.

Incluso cuando quienes podrían hacerme mal habían muerto, los “Kaminski”.

—Vamos a donde quiera que creas que están, podemos comer algo ligero —dijo Elianny sacando la cabeza por la ventana.

—¿No te importa si nos desviamos y no almorzamos en tu lugar favorito? Quiero asegurarme de que estén bien, de que…

—No importa, Christopher. Son tu familia. Soy tu hija, pero tengo y vivo con mis padres. Sería injusto que todo se arruine por un almuerzo. Compremos comida rápida y vamos a buscarlas.

—Tienes la bondad de tu madre. Han hecho un buen trabajo al educarte.

—Los tres, Christopher. También he aprendido mucho de ti.

Sonreí y no pude evitar sentirme orgulloso.

Desvié la ruta. En el camino, mientras hablábamos, disfrutábamos de un par de hamburguesas y otros aperitivos que habíamos comprado.

Le pedí que esperara en el auto mientras sacaba su equipaje y me encaminé a la casa. No estaban ahí, así que dejé sus cosas en la habitación que ocuparían y volví a salir.

—No están, pero creo saber dónde puedo encontrarlas. ¿Te importaría?




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