El karma de papá

⁵ Conveniencia

—Lo que ves, me voy. Sé que no soy perfecta, pero he intentado, igual que tú, que esto funcione. He cometido errores, pero no merezco lo que me estás haciendo.

—Suzanne, estás exagerando. Ya te expliqué que se trata de un malentendido.

—No, no lo es. Es lo que tu hija y tú han deseado desde hace tiempo. Ahora tienes la libertad de decidirte por ellas. Quédate con tu amante y tu hija. No me interesa nada de ti.

—¿Mami, de qué vamos a vivir? —preguntó Madison con semblante triste—. No me quiero ir, por favor, no se separen. Chris, por favor, convence a mamá de que no nos vayamos. Yo te quiero.

—Déjanos solos, por favor, Madison.

—No, hija. Solicita un Uber. Nosotras dos en esta casa sobramos.

Comencé a insistir, intentando hacerle ver que exageraba, pero ella estaba decidida a irse. Me sentí perdido, devastado, hasta que escuchamos la voz de Elianny.

—Lo siento, Suzanne. No tienen que irse. Lo que dije fue solo para molestarte. Quédense, son una familia. No quiero que se separen por una tontería que dije sin intención.

—No tienes que fingir, lo haces por tu padre. Tú ganas, niña.

Miré a Elianny y suspiré cuando Suzanne comenzó a caminar. Elianny se acercó a mí.

—Tiene razón, lo hago solo por ti, papá. Por verte feliz, pero no les creo nada.

—Eli, basta. Este no es el momento para…

Caminó rápido, poniéndose delante de Suzanne.

—De verdad lo siento. Quédate, quédense. Es cierto lo que digo, solo quería enfadarte. Judith es solo mi amiga, ella no siente nada por mi padre.

Escuchar eso no se sintió bien, pero asumí mi posición y me acerqué.

—Basta, Eli. Ella lo sabe. Si quieres irte, adelante, Suzanne, pero no pases por alto que quise hacer un último intento por lo nuestro.

—No me amas, Chris. No tiene caso que me quede.

—No, sabes que no es cierto, que no he faltado. Aprendí de mis errores y he evitado cometerlos. Es por eso que no pretendo retenerte. Si quieres irte, si crees que es lo mejor, eres libre.

—No, mami, por favor, somos una familia —añadió Madison.

Todos nos quedamos en silencio.

—¿De verdad quieres que nos quedemos, Eli? —preguntó finalmente Suzanne.

Eli lo pensó unos minutos, o eso pareció. La conocía tan bien que sabía que buscaba disfrazar su respuesta.

—Sí, además prometo poner de mi parte para que funcione la familia —respondió finalmente.

Suzanne fingió una sonrisa.

—¿Tú quieres que nos quedemos, Christopher?

Asentí y ella se me lanzó encima con un beso, uniéndonos en un abrazo grupal.

—Lo siento, la cena se pospone. Chris y yo tenemos que hablar en privado. Si necesitan algo, llamen a la puerta. Si desean cenar, hay cereales y frutas, entre otros. Las quiero a las dos.

Dejó besos en sus frentes.

—Gracias, Chris. Te quiero mucho, pero ya no hagas llorar a mi mamá —dijo Madison con su voz consentida, lo que causó gracia a Elianny.

Le devolví el abrazo, luego me despedí de mi hija agradeciendo su esfuerzo, aunque sabía que no era tan real como me hubiera gustado.

Suzanne se había ido con el equipaje a la habitación. El hecho de que hubiera estado dispuesta a irse sin nada dejaba en duda la teoría de Eli.

Me despedí de ellas y me dirigí a la cocina, bebí un poco de agua y luego me fui a la habitación. Abrí la puerta y vi a Suzanne dejar caer su bata. Llevaba una lencería tan atrevida que el pensamiento de cómo se había cambiado tan rápido se esfumó de inmediato.

—Suzanne, tú…

Se acercó tan rápido como supuse que había realizado ese cambio de vestuario. Aseguró la puerta y comenzó con sus besos y caricias.

De nuevo me dejé llevar, aunque esta vez el deseo de reconciliación y nueva esperanza lo hicieron más intenso.

—Te amo, Chris —dijo, dejando un beso en mis labios mientras jugaba con sus dedos sobre mi pecho.

—Te amo —respondí, sintiendo de nuevo ese vacío inexplicable.

—¿Vas a despedir a la secretaria, amor?

Suspiré y me acomodé de lado.

—No hay nada entre ella y yo. Judith es una mujer respetuosa. No puedo despedirla por un malentendido.

Suspiró y traté de besarla, quería seguir. Hubiera creído que se negaría, pero no lo hizo y eso me dio muchas esperanzas.

Se había quedado dormida sobre mi pecho. Dado que era tarde, me levanté y me vestí. No había sido la única en dormirse; las chicas también dormían, y eso se sintió bien hasta que Judith apareció inexplicablemente en mis pensamientos.

«No merece perder su trabajo por el capricho inocente de mi hija», pensé mientras bebía agua. Decidí volver a la habitación.

No perdí la oportunidad de besar a Suzanne. Ella respondió, lo que solo demostró que estos malentendidos podrían ser la salvación de nuestro matrimonio.

Finalmente, nos quedamos dormidos.

 

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DÍA SIGUIENTE

Me despertó un ruido. Me levanté de inmediato y me dirigí a la sala. Me encontré con una gran sorpresa: las tres estaban desayunando.

—Buenos días, amor —dijo Suzanne cariñosamente al acercarse y darme un beso.

Sorprendido, le devolví el beso. Luego me acerqué a las chicas. Madison me llamó papá. Elianny apretó el tenedor contra su comida.

—Princesa —dije, dejando un beso en su frente después de saludar a Madison—. ¿Descansaste?

—Sí, papá. Estoy lista para ir contigo a la oficina. Suzanne, muy bueno el desayuno.

Miré a las tres emocionado. Se estaban esforzando.

—Voy a ducharme.

Dejé besos en sus frentes y me dirigí a la habitación. No cabía en mi felicidad.

Luego de unos minutos, volví con ellas. Al sentarme, comprendí que cada una hacía lo mejor de sí.

Tuvimos un ameno desayuno. Eli y yo nos despedimos y nos dirigimos a la empresa. La emoción porque mi matrimonio y familia se hubieran compuesto me hizo olvidar que me encontraría a Judith.




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