El karma de papá

⁷Innecesario.

—¿Quieres ir a casa o prefieres pasar por la oficina? —pregunté tratando de cambiar de tema.

—Voy contigo, papá. Así paso tiempo con Judith. Deberías permitirme quedarme una semana en su casa.

—No, señorita, eso no es posible. Debo cuidarte tan bien como lo harían tus padres.

Frunció el ceño y pidió poner música. Afortunadamente, compartíamos ciertos gustos musicales, agradecí que dejáramos atrás el tema de Judith, pero sobre todo que no me preguntara cómo me sentía con mis decisiones, porque no tenía respuesta.

Mientras ella imitaba al cantante en la radio, yo conducía disfrutando el momento.

—¿Quieres llevar algo de comer o prefieres pedir algo en la empresa?

—Pedimos allá, Chris.

Asentí con la cabeza.

Ella comenzó a tararear la letra de la canción.

—Sonríe a la vida, Chris, tienes motivos para celebrar.

—Los tengo, hija —la miré brevemente, sintiéndome orgulloso—. Eli, cariño, siento lo que pasó. Sé que dije que no era bueno mentir, y que te llevé a hacerlo al decirle a Suzanne esas cosas para que entrara en razón.

—No se volverá costumbre, descuida. Aunque no es del todo una mentira, soy yo quien dice que te gustan Judith más que Suzanne, y lo siento, estaba equivocada, ¿verdad?

Un suspiro profundo escapó de mí involuntariamente y luego asentí. El resto del trayecto lo pasamos disfrutando de la música.

Al llegar, Eli se desesperó al no encontrar la plaza habitual libre para estacionar, así que tuve que estacionarme tres plazas más atrás. No me molestaba; el área era libre y, aunque como en mi caso, la preferencia de las mismas hacía parecer que cada miembro de la empresa tenía una asignada.

—No seas impaciente, solo fueron unos minutos. Judith no se irá todavía.

Sacó su teléfono refunfuñando y me mostró la hora; era la hora del almuerzo para algunos empleados, incluida la señorita Judith.

—No, no vayas a correr, Eli, podrías caerte.

Me ignoró y comenzó a correr. Cuando la alcancé, las vi afuera abrazándose, con una amplia sonrisa; Judith le arreglaba el cabello a Elianny.

—¿Lo ves? No era necesario que corrieras; solo conseguiste agitarte y sudar.

—Iba a irse sin mí, papá. ¿Puedo ir con Judith? Por favor, por favor, papá.

—Es la forma más segura en que me llames papá, pero puedes ir, solo si ella está de acuerdo y prometes no incomodar.

—Lo prometo —respondió de inmediato, abrazando a Judith en celebración.

—Cuidaré de ella, señor. Dejé su agenda en orden y algunas notas sobre cosas importantes. Tiene dos asuntos en el área de ventas: una queja de un cliente y un cliente difícil en el área de cobranza, además de una caja de parte de su esposa.

—Gracias, Judith. Eli, cariño, te daré dinero extra por si te antojas de algo o quieres comprar.

—Te quiero, Chris. No es necesario, aún tengo saldo en la tarjeta y lo que dejaron mis padres.

Le di un beso en la frente y me giré para verlas marcharse. La tristeza me invadió al recordar que la relación entre ella y mi esposa no era así.

Entré en la instalación, fui directo a mi oficina, abrí la puerta y noté la mediana caja cuidadosamente ubicada sobre mi escritorio metálico; suspiré con emociones encontradas.

Me acerqué y leí la etiqueta de la caja que decía:

Para el hombre que se roba mis suspiros.”

En otro momento eso habría significado mucho, pero en ese momento no podía describir la sensación que me invadía mientras abría con cuidado la caja.

Me di la vuelta y, con decepción, me dejé caer. Contenía un par de costosas camisas que no quería ni necesitaba.

—¿Qué rayos habrá estado pensando al enviarlas a mi oficina? —me pregunté en voz alta, sintiéndome desestabilizado.

Recogí la caja sin mirar más su contenido y la arrojé a un lado, descubriendo que estaban junto a ella las notas de Judith. Para aliviar la tensión, decidí ocuparme de esos asuntos.

Fui al área de ventas, separada por cabinas de la sección de cobranza. Observé detenidamente el panorama, decidiendo qué situación abordar primero, considerando mi estado de ánimo en ese momento.

Opté por la situación del área de ventas y me dispuse a encontrar una solución. Después me ocupé del otro asunto, y así, en el transcurso de tres horas, resolví todos mis pendientes.

Regresé a mi oficina, sabiendo que mi hija estaría allí; me habían avisado horas antes que habían llegado.

Me desvié para tomar un poco de agua. Al llegar al área y ver el orden que había dejado la encargada, un ambiente más cálido que en mi casa o cualquier otra área, me concentré tanto que, de no ser por Susy, el agua se habría derramado.

—Debo estar distraído. Mucho trabajo —me justifiqué, mientras ella, con su amable sonrisa, restaba importancia a mi explicación—. Gracias por evitar el desastre, Susy.

—Para ayudar estamos señor.

Le sonreí de nuevo y se retiró a continuar con sus labores.

«Camisas, por Dios, tengo más de seis sin usar» 

Mi sentimiento era tal que pasé por el escritorio de Judith sin darme cuenta de su presencia.

—¡Sorpresa! —saltó Eli saliendo de detrás del sofá.

—Veo que estás animada. ¿Te has divertido?

—Sí, nos hemos divertido mucho, e incluso encontramos algo para ti. —me entregó un paquete y un postre, alegando no había comido y era cierto.

Arqueé una ceja, dejé el postre y dije:

—Parece que hoy ha sido el día de las sorpresas para mí. Gracias, ¿Qué es?

—Ábrelo, Chris.

La miré y sonreí mientras mis manos trabajaban para quitar la envoltura.

—Es la edición especial del libro que querías, papá.

—¿Cómo lo supiste? No te lo había mencionado.

—Un pajarito me dijo que lo habías estado buscando incluso fuera de la ciudad. Nos costó unos cuantos zlotys.

—¿Nos? —pregunté, sin poder evitar dirigir mi mirada al escritorio de la señorita Judith.

—Lo pagamos entre las dos, pero no se lo digas. Me pidió que no lo mencionara. ¿Y qué había en la caja?




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