Me quedé mirándola, su actitud confirmó parte de lo que todos me decían o sugerían y que mi amor y deseos de ser alguien mejor, me hacían ignorar.
—Ya lo sabes, preciosa, estaremos todos juntos, siendo una familia.
—Claro, es solo que no quería que fuera así. Estarás trabajando, esa mujer irá. ¿Por qué haces esto?
—¿A qué viene tu pregunta? Suzanne, te recuerdo que tú y Madison fueron quienes se molestaron por no poder ir de vacaciones a Dubái. Pero ahora que tenemos la oportunidad, te inventas excusas —dije, conteniendo mi molestia ante lo evidente.
—Vacaciones, amor. Chris, no quiero que trabajes mientras nosotras nos divertimos. Quiero que…
—Sacaré el tiempo. Aunque es seguro que tú y Madison la pasarán muy, pero muy bien.
Me miró con escepticismo.
—¿Por qué dices eso? ¿Qué está pasando? Tu actitud es muy extraña, Chris.
—Nada, hermosa. Al contrario, puedo asegurar por las excusas que estás inventando que pasa algo. ¿Qué me ocultas, Suzanne?
—¿Yo? Es el colmo que, por pensar en lo mejor para todos, tú estés pensando que yo te oculto algo. No hay nada que me importe más que nuestra familia, que todos estemos bien. Parece que todo lo que hago está mal para ti, para tu hija.
Se hizo la víctima como era costumbre en ella.
Me giré, dándole la espalda, y me apoyé en el respaldo del sillón marrón frente a mí. ¿Cómo había sido posible que invitara a su amante a nuestras vacaciones? ¿Cómo había podido estar tan ciego?
—Chris, amor, lo hago por el bien de la empresa, de Elianny. Quiero que ella se dé cuenta de que no soy esa mala mujer que asume —apoyó su mano en mi hombro. Miré el anillo y apreté más fuerte los dientes. ¿Acaso eso era lo que la vida tenía para mí? ¿No había sido suficiente castigo lo que ya había pagado?
«Mi karma aún no termina», pensé, dejando caer mi rostro. Sus actitudes y todo tuvieron sentido. No me había querido, no me quería. Yo solo era el estúpido que había conseguido para vivir bien.
Por unos segundos, sentí el reflejo del antiguo Christopher resurgir en mí, hasta que escuché la voz de mi princesa. Si bien Suzanne era mi karma, mi hija era lo opuesto.
Me enderecé y la abracé.
—Papá, me estás apretando —protestó Elianny.
—Lo siento, princesa. ¿Estás bien?
—Sí, papá. Solo venía a decirles que Alice y Matt aceptaron que viaje con ustedes. Tienen unas condiciones, pero aceptaron, papá.
—Perfecto, me alegra mucho. La pasaremos muy bien —me giré hacia Suzanne. Me quedé mirándola fijamente; no tenía pruebas, pero las tendría, y ella sabría que no era ningún idiota—. ¿Ya lo ves, hermosa? Ya no hay excusas. Viajaremos a Dubái.
Quiso protestar, pero la dejé con la palabra en la boca. Me acerqué con Elianny a la mesa, con un semblante nada feliz. Suzanne se sentó a mi lado.
—¿Qué sucede, cariño? —me incliné hacia ella para preguntar—. No pareces muy feliz.
—No quiero ser egoísta. Podemos esperar.
Sentí que la estaba presionando, y lo que menos quería era que se sintiera descubierta. Si algo me ocultaba, si lo que comenzaba a sospechar era cierto, quería atraparla a mi manera. Quería descubrirla en el acto, así que sin más tuve que revivir esa parte de mí que no toleraba ser una víctima.
—Preciosa, es por eso que te amo. Nunca has tenido que convencerme de tu amor. Suzanne, si estoy insistiendo es porque sé que tienes razón. Sé que no te he dado el lugar que merece una mujer como tú. Hagamos el viaje, te prometo que sacaré tiempo para estar con ustedes. Además, Judith y Jarek no serán un inconveniente para nosotros, menos lo serán los negocios.
Dejé un beso en sus labios. Ella no dijo nada; no pretendía darle esa opción.
—Perdón que interrumpa. Creo que es momento de irme. La cena estuvo divertida, les agradezco la invitación —Judith se puso de pie—. Buenas noches, a todos, supongo que los detalles del viaje los discutiremos en la oficina.
—Yo te llevo, hermosa —dijo Jarek poniéndose de pie, antes de que alguien más pudiera decir algo.
Disimulé mi gesto al verlo apoyar su mano en la cintura de Judith. Ella, decentemente, le apartó la mano.
—Así es. Los detalles del viaje se les informará mañana. Que descanse, Judith. Y tú, Jarek, te informaré. Nos vemos luego. Elianny, princesa, acompaña a Jarek y Judith a la puerta.
Comencé a recoger la loza mientras miraba a Suzanne, pensativa.
—¿Te sientes bien? —pregunté, haciéndome el desentendido.
—Sí, sí. Deja eso, les diré a las empleadas.
—No te preocupes, las mujeres deben estar durmiendo. Tú ve a descansar.
—Sí, iré a ducharme. Llamaré a Madison para despedirme y contarle sobre el viaje.
Asentí, sabiendo que además dé a Madison, llamaría a su amante. Aunque todo indicaba que el amante era yo. Dejé los platos en el lavavajillas, apoyé mis manos en la barra de centro. Luego apoyé los codos y pasé mis manos por mi cabeza.
Era difícil aceptarlo. A mi edad, lo único que deseaba era tener tranquilidad. Sabía que mi pasado no me dejaba en una buena posición para quejarme de la vida. Pero no podía evitar pensar que siempre terminaba perdiendo.
Había tenido una familia a la que no conocí porque la avaricia con la que fui educado me la quitó. Había crecido siendo quien era porque había sido ficha de un juego que quise luego jugar. No podía culpar a nadie, ni siquiera a los Kaminski. Había tenido elecciones y tomé las peores decisiones. Pero pensar que, a pesar de todo mi esfuerzo en esos años, la vida seguía siendo mezquina conmigo, dolía en lo más profundo.
—No has comprobado nada, Chris —me dije en voz alta.
Me enderecé y me crucé de brazos.
“No tengo pruebas, pero tampoco dudas”, me respondí.
Suspiré, no comprendía cómo había sido capaz.
—¿Qué piensas, Chris? —me interrumpió Eli.
—Nada, solo esperaba. Voy a irme a la cama, estoy algo cansado. ¿Tienes alguna actividad mañana?