Aarón Sanders
2045
Estoy escondido en una casa que está abandonada y de las pocas que están en pie, por el momento. El jefe de RedCell, Sebastian Belcher, me ha mandado a matar, supongo por tener poderes, o ver su brazo mutado. No puedo entender lo que acaba de pasar, me he salvado de una muerte horrible por mucha suerte, o tal vez fue por mis nuevos poderes. Desde que me desperté tras la enorme explosión que ya ha matado a muchos han pasado muchas cosas raras como ganar poderes, algo que siempre había considerado raro al ser un simple periodista. Pero todo ha cambiado mucho estos últimos años, la invasión de esas criaturas ya había arruinado mucho y por lo menos había afectado Norteamérica, antes de que se perdiera la comunicación habían llegado reportes de horribles muertes en México a manos de los undersons, pero del resto del continente no estoy muy seguro. Una invasión de armas biológicas sonaba algo que era muy posible en su momento y que ahora era una realidad, pero no estaba preparado para tener un montón de poderes, esto no es algo fácil y no tengo nada de habilidad ni siquiera para hacer más de treinta flexiones. Trato de levantarme del suelo, donde estoy sentado y reclinado en la puerta que milagrosamente sigue en una pieza. El horrible dolor de la herida de bala complica aún más mi situación, así que debo encontrar algo para sacarme la bala y aprender más de mis nuevas “capacidades”, y lo más seguro es que en la cocina haya un cajón o algo donde guarden un botiquín o una aspirina para que deje de dolerme la pierna.
Llego a la cocina en busca de algún medicamento, pero todo esta desolado y con seis platos en la mesa, como si se hubiera detenido el tiempo. Por alguna razón la herida en la pierna no sana, ni utilizando mis poderes, solo sale un líquido azul cristal por la herida acompañado de poca sangre. Reviso todo el primer piso, pero no encuentro nada. La sala solo tiene un sillón intacto y un montón de revistas están sobre una mesa pequeña, y el baño está en ruinas y cubierto de óxido. El lugar parece estar aparente abandonado, tal vez sea por el desgastado aspecto del lugar, incluso parece haber estado en malas condiciones antes de la explosión. Pero un extraño ruido proveniente del piso de arriba me hace cambiar de opinión. Subo las escaleras con mucha dificultad, y en el último escalón veo a una figura delgada. Hay tres habitaciones con las puertas entreabiertas, así que entro a la primera. Abro la puerta que tiene el nombre “Timmy” tallado en ella, parece ser del hijo de la familia. En la habitación solo hay una cama con un agujero grande en el centro y un ropero con la puerta izquierda a punto de caerse, creo que aquí no hay nadie y solo es mi imaginación, tal vez ya empecé a alucinar por el dolor de la bala, pues no estoy desangrándome a un ritmo acelerado, como me enseñaron en aquella entrevista que hice a unos paramédicos cuando el mundo todavía no había sido destruido por los undersons. Algo se mueve detrás de mí, y esta vez alcanzo a ver que es una persona, tal vez una chica. Salgo de la habitación, no sin antes ser testigo de cómo la puerta izquierda finamente sede y cae al suelo, y voy lo más rápido que puedo con dirección a una puerta entreabierta, y al entrar me encuentro con una gran habitación de color rosa. En una esquina hay una casa de muñecas y enfrente hay dos camas de color salmón y con las sabanas caídas. Siento una gran punzada de dolor y caigo al suelo. Esta herida está empeorando, y si no encuentro a alguien con conocimiento medico lo mejor que pasara es perder la pierna. De vuelta, la extraña figura sale de una de las camas, y es una chica. Es una chica alta, pálida y rubia. Al ponerse de pie me doy cuenta de que es muy alta. Esta muy asustada, y no la juzgaría; entré a su casa sin siquiera avisar, si es que esta casa es suya.
— No…no me hagas…daño— la chica trata de no llorar, piensa que soy un bandido, aquellos que se aprovechaban de todos sin importar que estuviéramos en un periodo horrible.
— No te hare daño, yo solo…— la punzada de dolor aumenta y esta vez me duele intensamente la cabeza—. ¡Mi pierna!
— ¿Tienes una herida de bala? — me pregunta la chica de manera muy tímida, aunque ya no piensa que la voy a asaltar, asiento para indicar que si tengo una herida que duele como un golpe en la entrepierna. La chica saca de manera repentina una caja y se arrodilla a mi lado. De la caja saca unas pinzas, una botella de cristal y un algodón—. Yo…yo puedo ayudarte, pero ayúdame a evitar esas cosas.
— Claro, no hay problema— le digo pensando que podríamos quedarnos aquí para defenderla y restaurar esta casa—. Pero no sé si puedas ayudarme, yo he tenido cambios imposibles, creo que tengo poderes.
La chica se limita a esterilizar la zona para extraer la bala, cuando el yodo moja la zona cerca de la herida se siente una gran frescura, excepto cuando moja la herida haciéndome soltar pequeños quejidos. Después de limpiar la zona saca las pinzas médicas y en un rápido movimiento saca la bala, haciéndome gritar involuntariamente. La herida suelta más sangre y el fluido azul con más frecuencia, lo que me aterroriza al pensar que me podría desangrar. La chica alista rápidamente el hilo y la aguja para cerrar la herida para evitar que me desangre. Pero cuando está a punto de tocar mi piel con la aguja, la herida empieza a cerrarse como si se tratara de magia o algo similar y como era natural, dejo de sentirme muy adolorido a sentir comezón en donde antes había un gran agujero en mi pierna.
— Gracias, enserio te lo agradezco— le digo al ver que ya no me duele la pierna con mucha intensidad, y creo que mis poderes ya han vuelto a funcionar.