El Lado Oscuro de mi Mente

Capitulo III: Umbrales del Acá

“El inquietante amanecer obliga a mis emociones a cruzar un sendero del recuerdo, donde todo lo que fue jamás volverá a ser, veo desde de acá como se alejan y en medio de la travesía se pierden en lo denso del camino y se convierten en el mismo miedo que los oprime dejándolos en el umbral de lo intangible”

Desconozco todos estos sentimientos que ahora habitan en mí, el miedo los ha intimidado, los obliga a esconderse, una sensación de frio arropa mi cuerpo, como una sombra detrás que lo congela y lo sigue a todas partes, lo controla y lo mira fijamente sin dejar rastro de la alegría que algún día lo acompaño, siento como todo esto se separa de mi vida y me cuestiono de que pasara después, la preocupación por la secuela de este reciente sueño (si lo fue), deja en mis pensamientos que existe un mensaje oculto pero que es provocado por una sombra que quiere algo en mí y presiento que no dejara nada bueno, siento que asecha mi alma con un monstruo que lo sigue y me conoce en busca de la debilidad que en este momento se apodero de mí.

Cada momento pienso en eso, no deja lugar en mis pensamientos para querer hacer otra cosa y cada vez que lo recuerdo el frio recorre nuevamente mi cuerpo y acelera mi corazón, esas miradas me desconciertan y trastornan mi ser. Sin querer abandono las cosas buenas de mi vida y me escondo de ellas, me buscan y aunque me encuentran siempre las arrastro a lo más recóndito de mi alma, pensamientos y los dejos en el olvido o el recuerdo.

Ese mismo día en la mañana decidí tomar un poco de sol y aire fresco que cubría el hermoso amanecer sobre las colinas más allá del lago de la casa, al bajar por las escaleras miro el cuarto de la abuela y viene a mi mente todo eso que vi en mi sueño, sigo caminando a la parte trasera de la casa y me siento en las escaleras, respiro profundo y dejo que el viento acaricie mi rostro con la ternura de su calor, miro al patio y veo como mis primos y mi pequeña hermana gozan de la mañana, veo un paraíso de alegrías en sus rostros, mi tía Mery y mi madre sentadas en la pequeña choza tomando y taza de café cada una y conversando como lo que son, una familia, por un momento sentí que todo sentimiento de rencor se levantó de mi familia y dio paso a la alegría que recuerdo una vez nos acompañó en mi infancia, cuando éramos una familia unida y no existía ningún tipo de odio para los nuestros, donde todo quizás era posible.

Esa si era mi familia, la que recuerdo y la que nunca debió dejar de ser así, pero muy dentro de mí, no sé porque, siento que todo eso se está borrando, me entristece, me enoja y me obliga a querer abandonarlo todo, pero me ataja todo esto de querer encontrar el significado de todo lo que está sucediendo, la muerte de la abuela y ahora este nuevo sueño.

Mi prima Livia al verme sentado se acerca y se sienta a mi lado y me dice:

—Al parecer volvemos a ser una familia de nuevo—

Y yo le digo:

—La felicidad nuevamente nos acompaña, creo que la vida nos está dando una nueva oportunidad para ser una familia otra vez—

—Todo tiene derecho a tener un nuevo comienzo cuando los motivos sobran, ¿no crees?—me dijo.

—Si…espero que no se acaben—le dije.

Ella al notar la tristeza de mi rostro me dice:

—Veo que estas un poco triste, ¿qué te pasa?, ¿no te gusta estar aquí?—

—No… nada de eso, digamos que tuve una mala noche—le conteste.

—Te sonara raro pero…es mejor que no le prestes atención a eso—me dijo.

— ¿Y porque lo dices? ¿Acaso hay algo de qué preocuparme?—le pregunte.

—Hay cosas en este lugar que nunca lograre entender, los sueños o pesadillas son una de ellas, si te dejas consumir por ello creo que terminarías en un manicomio—me dijo.

—Como la abuela—le dije mirándola.

Al decir esto se levantó y fue a jugar con mi hermana, quizás le molesto lo que le dije y además creo que ha tenido sueños extraños como yo, a los que no la afectan o es solo lo que demuestra, creo además que no soy el único que empieza a tener esos tipos de sueños que aunque no lo quiera reconocer son señales quizás paranormales de este lugar tan sombrío.

Al mismo tiempo también me levante y fui a recorrer los jardines de la casa a los que la tristeza también los había afectado, en eso mi tía Sara viene con un ramo de rosas blancas entre sus brazos y al verme me dice:

—Son las ultimas que quedaron, las llevare a la iglesia, a lo mejor a mama no le gusten—

Y sin dejarme decir una palabra se marchó rápidamente, inmediatamente fui a ver el lugar donde las pudo haber recogido y al llegar vi lo que pudo ser un bello rosal solo quedo lugar destruido, con rosas destrozadas, arrancadas de raíz y sin ninguna señal de vida, solo la furia de una persona pudo haber hecho tal cosa, es como si hubiese pasado un huracán y lo convirtió en un jardín devastado.

Bajo mis impresiones de lo que acababa de ver me marche, y cuando voy caminando miro a una casa que estaba un poco apartada de la nuestra y me doy cuenta que una señora ya anciana me estaba mirando y rápidamente se retiró del ventanal tapándola con sus cortinas, sin preocuparme entro a la casa y me encuentro de frente nuevamente con el cuarto de la abuela, me detuve por un momento y pensé que era hora de afrontar ese temor que había nacido en mí, me acerque, me pare frente a ella y espere unos segundos, lo crucial de ese momento fue para mí algo inexplicable, diferentes emociones estremecían mi cuerpo y mi corazón que erizaban mi piel y que aceleraban mi respiración, cierro mis ojos y de un momento a otro toco la puerta tres veces, al abrirlos un silencio deprimente gobernó el momento, di unos pasos atrás, entonces la puerta comienza a sacudirse, como si alguien la estuviese intentando abrir desde adentro, la impresión de lo acontecido hicieron que me callera, lo que antes eran simples sueños ahora es la completa realidad, es lo que pensé, cuando la puerta dejo de sacudirse me pongo de rodillas y trato de mirar por debajo de ella para ver si alguien se encontraba adentro, pero empiezo a notar que una sombra comienza a cruzar la puerta, en ese momento mi tía Mery entra y dice:




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