“La vida nos acompaña, en una travesía que solo ella nos brinda, en búsqueda de la felicidad que puede representar, pero sin desatar ninguna tristeza. El alma reposa en sus brazos fielmente, y aun así espera incesante su muerte, una nueva compañía llena de soledad, y que solo le brinda un nuevo renacimiento, en medio de la nada, y con todo para ofrecerle”
¿Qué si me he sentido normal en algún momento de mi vida?...si, mayormente lo siento, a pesar del desastre interno que sufro, no dejo de sentirme normal, no puedo ocultarlo por nomas hacerlo, odio sobreactuar esa parte de mi vida, es quizás lo más normal en mí, gracias a todo lo que he vivido, aunque muchas veces aparenten contra decirlo.
El lunes siguiente al día de la visita a aquel lugar, me despierto tan vacío como el día anterior, siento que tengo mucho en que pensar, pero nada a la vez, porque nada me parece desconocido, es el mismo vacío que siempre he sentido, nada es diferente. El eterno sonido del silencio en mi cuarto cada vez al despertar y todo ese mismo sufrimiento sigue estando allí, inmóvil y tan semejante como todo lo demás, como siempre, una rutina que resume esto dos últimos años de mi vida, en un mismo significado, pero con todos en los sentidos alterados, es una conmoción poco alentadora en mi vida, sin nada más que cambiar.
Aun retumban en mi mente muchas de esas palabras que mi tía Sara dijo, aunque quizás es como escucharte a ti mismo, esto solo deja una reflexión en ti, debo continuar sin mirar atrás, aunque muchas veces de eso dependa mi presente, es quizás una atadura en mí que no puedo desatar, ¿Cómo ya no hacer lo que se supone que he hecho todo este tiempo? Pero todo continua, tan normal como siempre, como simple y sencillamente se escucha, y no puedes pensar en ello sin mirar atrás.
Al abrir la puerta de mi cuarto me encuentro con una pequeña sorpresa, mi hermana me espera allí para asustarme con una sábana blanca encima, disfrazada de fantasma. Al verla le digo con una sonrisa en mi rostro:
— ¿Acaso ya es Halloween?—
A lo que mi madre contesta desde abajo, en la cocina:
—Tan solo falta unas semanas, me puedes decir en donde vives—
Y termino cerrar la puerta de mi cuarto y bajo rápidamente las escaleras y digo:
—Creo que en mi casa—y me siento en la mesa para tomar el desayuno.
Y mi madre grita:
— ¡Oye fantasma! Baja a desayunar…sin cruzar las paredes por favor—
Y llega Morgan a la mesa muy entusiasmada por este día de clases y como siempre irradiando alegría con su pequeño ser, en ese momento se oye el teléfono sonar, a lo que mi madre corre rápido a contestar la llamada, al minuto veo la hora en el reloj de pared, marcando las 7:30am, me apresuro y rápido agarro mi bolso, le doy un beso a Morgan en la frente y me despido de mi madre, quien hablaba muy concentrada al teléfono, tanto que solo me dijo adiós moviendo su mano, la note algo preocupada, quizás alguna noticia, pero no podía quedarme, salgo de mi casa, y camino hacia las afueras en donde pasara un bus que me llevara a la universidad, en medio de la prisa por la travesía del camino, veo tantas hojas de árboles llenas de colores caídas en el suelo como nunca antes lo había visto, el hermoso cantico de tantas aves en lo más alto de los árboles, me hace sentir como si el tiempo se detuviera, con el propósito para apreciar en un sentido decadente lo dulce de la sinfonía con lo tétrico de la escena, y con el espejismo de una presencia inmoral alrededor de todo, y de todo lo que veo. Es una forma de un sentir precario, que apenas se aleja de mí.
Al llegar a la universidad, Dafne me encuentra en mi casillero, quien decide también darme un susto, a lo que reacciono y digo:
—Al parecer es día de sustos—y ella me besa y me abraza, me toma de la mano y comienza a decir:
—Sabes que he estado pensando…de por qué no le cuentas a tu madre que fuiste ver a tu tía—
—No creo que responda de la forma que esperas—le dije.
—De cualquier forma lo sabrá, has que venga de tu parte—dijo.
—Entiendo que sea el mejor sentido, pero como se lo digo y respondo sus preguntas al mismo tiempo—le asegure.
—Ella te va a comprender Tom, confía—me dijo.
—Pero si hasta ahora no lo ha hecho—le dije.
En ese instante vemos entrar a un grupo de tres policías al pasillo de la universidad, en donde lo esperaba el director, para luego colgar en las paredes unas hojas, Dafne y yo nos acercamos de inmediato a una de ellas y vemos que es un aviso de se busca, acompañado de una foto de un muchacho, y más abajo escrito en grande la palabra “asesino”. El muchacho responde al nombre de Russel Ortiz, apodado “El Tito” al parecer es el autor intelectual del asesinato ocurrido una semana atrás, lo fichan como asesino en serie, con la edad de 23 años. La comisaria decía que fue visto por última vez muy cerca de nuestra ciudad, cuando comienza decir en voz alta, con un estilo amenazante:
—Para todo aquel que lo conozca, o guarde algún tipo de información que nos pueda con su paradero, deberá dirigirse de inmediato a la estación policial, de lo contrario será tan culpable como él—
Sin decir nada más sale de la universidad con sus acompañantes, dejando en medio de todo un ambiente tenso entre los estudiantes que estábamos presentes en el pasillo, Dafne me tomo del brazo y me llevo con ella. En la puerta de mi salón se detiene y me pregunta:
— ¿Iremos al partido de beisbol al salir de clases?—
A lo que yo le respondo algo distraído:
—Sí, claro—
Me sonríe, me besa y parte diciendo:
—Nos vemos amor—
Cuando estaba a punto de entrar me llega un mensaje al teléfono, al revisarlo veo que es mi madre diciendo; ¡tenemos que hablar! De inmediato note algo de angustia en el mensaje, pero no me imaginaba que podría ser. Me siento en mi puesto pensando en ello, de un momento a otro miro a mi derecha, y veo a través de la ventana, del vidrio, al otro lado colgando en la pared uno de esos afiches, y detenidamente observo su rostro, al parecer no se me hace tan desconocido, ya me parece haberlo visto alguna vez, agarro mi teléfono y le mando un mensaje a Dafne diciendo: