El lado oscuro del amor

Capítulo 3: Obsesión

Jason

¿Qué tan malo es no poder sacarse a alguien de tu cabeza? Es horrible la sensación, es fatal no poder concentrarse en nada porque cuando te das cuenta estás ahí pensando en eso que no debes tener presente, ella no sale de mi mente, su rostro, su voz, su forma de ser, a penas la conozco, solo la he visto un día, ¿por qué demonios entonces no dejo de pensar en ella? Sé que mi atención ahora debe ser otra, tengo trabajo, tengo objetivos que cumplir, pero todo está en riesgo porque no logro sacarme a una mujer de la cabeza, dentro de mi comienzo a reír como loco sabiendo que estoy muy mal, pero nunca antes me había pasado, he estado con muchas mujeres, me he enamorado, sí, pero nunca había estado tan preocupado por alguien, nunca nadie había entrado en mi cabeza de esa forma, ¿es obsesión? No lo sé, pero sé que no está bien.

—¿En qué piensas? —miro a mi amigo y compañero, entonces bufo dándome cuenta de que estaba mirando una foto de ella con su familia.

—Me mudé hace poco para acá y sabes que no conozco mucho a estas personas —le enseño la foto —tengo una duda Jeff, ¿por qué demonios una chica de 16 años se casa con un hombre 15 años mayor que ella? —él ríe

—Quizás le gusten los viejos —tenso mi mandíbula —o por dinero

—Su familia tiene más dinero que la de este hombre —él respira hondo —¿qué sabes?

—Algunos dicen que Nick Roldán tenía algo contra el padre de la chica, para callarlo el señor Brooks le dio el puesto que tiene y claro, a su pequeña hija —aprieto mis puños

—La casaron obligada

—Jon —me llama como casi todos mis amigos —solo te digo lo que dicen algunos chismosos, puede que no sea cierto nada y que la chica se enamorara del hombre que no es feo —sonríe —¿por qué volviste a la ciudad Jason?

—Me gusta esta ciudad —me pongo de pie —tengo cosas que hacer Jeff —agrego saliendo de mi despacho, camino alejándome de todos hasta salir de la comisaría, ¿por qué ella me interesa tanto? No es ella quien debe interesarme, debo entrar a esa casa por una razón y no es ella, mi teléfono suena y al ver quién llama resoplo, aunque no quiero hablar con él, tomo la llamada.

—No has venido a visitarme —miro hacia el cielo

—Sabes que no debo y tampoco hablar a menudo contigo

—¿Ya estás dentro de la casa del juez?

—Aún no, es muy reservado —y celoso, aunque eso me lo guardo

—Jason

—Sé lo importante que es ¿vale? Lo conseguiré de una forma u otra

—Se nota que no eres tú quien está en la cárcel —sonrío

—Tampoco eres un Santo, pero te sacaré de ahí, se lo prometí a papá

—Eso Jason, no olvides nunca por qué te hiciste policía —él ríe y aprieto con fuerza mi teléfono —espero pronto ver la luz del sol hermano —la llamada se corta y aprieto mis dientes con fuerza, él no es bueno, yo tampoco.

—Jason —volteo al escuchar a mi jefe que viene casi corriendo hacia mí, mi ceño se frunce al notar que está nervioso

—¿Ocurrió algo?

—Trataron de matarlo —lo miro confundido —al juez, un auto lo sacó de la calle, querían matarlo Jason

—Le dije que estaba en peligro y no me creyó

—Debes ir al hospital, hazlo entender que necesita protección, él y su esposa

—¿Su esposa estaba con él? —mi corazón comienza a latir más rápido

—El auto golpeó el lado donde ella iba, es quien más mal está, pero —no espero a que termine de hablar y corro deprisa hacia mi auto, miro mi teléfono mientras conduzco, sé que no debo llamarlo, pero me salto las reglas y eso hago.

—Hijo

—¿Fuiste tú o Miguel? —casi le grito mencionando a mi hermano —¿cuál de los dos provocó el accidente del juez papá?

—No sé de que hablas

—¿Es tu maldita forma de hacerme entrar a esa casa? —solo escucho silencio —te dije cuando acepté ayudar a Miguel que lo haríamos todo como yo quiera, serían mis reglas y estas no incluyen matar a la mujer de ese hombre —freno de golpe el auto frente al hospital —habla maldición.

—No fui yo hijo —maldigo en voz alta y cuelgo la llamada bajando del auto.

Me acerco al juez mirándolo, este está fuera fumando un cigarrillo mientras camina nervioso de un lado al otro, mis hombres ya han llegado y me detengo a pocos pasos de él, este me mira y está muy furioso, sus golpes son leves aunque tiene una fea herida en su frente.

—Le dije que estaba en peligro —comento mirando sus ojos —necesita protección y espero que ahora lo entienda —él tensa su mandíbula

—Lo aceptaré —trato de no sonreír —quiero que siempre estén conmigo, mis hijos y mi mujer —él sigue moviendo sus manos nervioso —¿quién es el mejor de ustedes?

—No entiendo su pregunta, todos estamos bien preparados y

—¿Eres el jefe? —asiento con lentitud —entonces tú cuidarás de mi esposa principalmente —achico mis ojos sin comprender por qué no pone a sus hijos también en la frase, ¿acaso no son para él igual de importantes?

—Con todo respeto señor —sé que aceptar a la primera sería un error —pero el que está en peligro es usted, es el juez, me mandan a protegerlo

—Sí, pero no solo me amenazan a mí —él mete su mano en el bolsillo de su pantalón y saca un papel arrugado el cual me entrega, leo las líneas sabiendo ahora por qué su miedo, amenazan claramente a su familia.

—Así como me quitaste a la mía, yo te quitaré a la tuya —leo la frase en voz alta, ¿escribió esto mi familia? —¿Sabe quién le odia tanto? Esta amenaza no es como las otras —él pasa sus manos por su rostro

—No lo sé —esquiva mi mirada y siento que esconde algo —cuide de mi esposa señor Cooper, ella es todo para mí, ella es mi vida, no puedo vivir si algo le pasa —me da la espalda sin esperar que diga algo y no, no dudo de su amor, este es incluso más grande que el amor a sus hijos.

Luego de acomodar a mis hombres y darle órdenes, además de saber cómo está Kathleen, camino por el hospital en busca de la habitación en donde está, por suerte, no fueron graves sus heridas, pero necesito verla, es algo que no está en mí poder decidir, simplemente tengo la horrible necesidad de verla, ¿así es la obsesión?




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