El Lago De Las Brujas

Capitulo 8

El pensar que ayer, un desconocido y amigo de su padre, se hubiese sacrificado por ellos dos sin apenas conocerlos, hizo darse cuenta de la importancia que tenía disfrutar cada día de su vida. Así que tras una noche en la que no descansó absolutamente nada, se levantó de la cama perezoso y planificando los siguientes pasos a realizar, aunque no salió ni de su habitación, cuando de repente, Valeria se asomó a su ventana de golpe.

– ¿Pero qué? – Se fue hacia allí y la abrió –. ¿Cómo has subido? – Se asomó antes de dejarla entrar, viendo la escalera pegada a la casa.

– No has descansado, ¿verdad? – Fue lo primero que dijo ella mientras le empujaba hacia dentro para que pudiese entrar en la habitación.

– Alguien murió por nosotros, ¿cómo voy a poder descansar? – Masculló él –. He enviado un mensaje a mi padre contándoselo, pero… A saber si lo lee – se sentó en la cama pensativo.

– No podía haber aguantado la bruja un segundo más en aparecer… – Refunfuñó ella poniéndose a su lado –. George nos iba a dar los nombres de la gente que nos podía ayudar cuando…

– Lo explotó como si nada – soltó él –. ¿Es a eso a lo qué nos estamos enfrentando? – La miró de reojo –. Parece algo… Muy difícil de gestionar… ¿Cómo acabaremos con ella? Tiene pinta de que posee un poder superior a las demás. Va a ser difícil…

– Sea como sea, lo haremos juntos – Valeria le agarró la mano –. El poder el amor siempre gana, ¿no? – Sonrió ella –. Y ahora que me doy cuenta… George tuvo que llegar al pueblo de alguna manera, ¿no? – Le miró –. Quizás vino en un coche…

– ¿A dónde quieres llegar?

– Quizás en ese coche haya algo que nos pueda ayudar… Aunque sea algún nombre – explicó –. Porque si no… Dime tú lo que vamos a hacer… ¿Nada?

– Tienes razón – afirmó él –. Será mejor que nos movamos y vayamos para allí antes de que la gente empiece a salir de sus casas – se levantó y se paró de golpe –. ¿Qué pensaran mis padres cuando lo lean todo? – Miró al suelo –. Seguro que vienen corriendo hacia aquí, eso tenlo por seguro. Pero… ¿Y lo demás? ¿Cómo reaccionaran? ¿Y cómo te verán a ti? – Levantó la mirada hacia ella, ya que no dejaba de ser una mujer loba –. Espero que no me maten, tan solo espero eso…

– Todo irá bien, ya lo verás – le animó ella –. Estaré a tú lado cuando vengan… Además, tienen pinta de que son razonables – agregó.

– ¿Razonables? – Se rió él –. Ya los conocerás ya…

– Más problemas tendré yo cuando se enteren de que estoy saliendo contigo… – Susurró ella –. Y de momento, parece que se les ha olvidado la charla pendiente de ayer… Así que toquemos madera para no me destierren o vete tú a saber. Que conociéndolos… Son capaces de cualquier cosa, de cualquiera eh – enfatizó.

 

Cuando llegaron al parque infantil, no pudieron evitar ir a la escena del crimen para revivirlo en sus mentes, llevándose una sorpresa al ver que ya no quedaba nada de George por ahí, es como si hubiese… Volatilizado.

– ¿Lo ha limpiado? – Se extrañó él al ponerse justo en el mismo punto que explotó George.

– Supongo que para no dejar pruebas…

– Son más listas de lo que parecen… Piensan en todo… Vamos a tener serios problemas, la verdad – llegó David a esa conclusión –. ¿En dónde crees qué pudo dejar el coche? – Miró a Valeria.

– Pues… O una dos, o lejos del parque para no llamar la atención… O lo más cerca posible de este lugar…

– Esperemos que sea cerca, porque como tengamos que mirar por todo el pueblo… Nos da algo. Y más si tenemos que ir al registro para comprobar los propietarios de los coches… – David echó un vistazo a su alrededor y al instante recordó que aquel parque tenía cerca un pequeño camino de tierra, así que sin decir nada a Valeria, la agarró de la mano y tiró de ella hacia la zona de los columpios. Los rodeó y se adentró entre los arboles hasta llegar al camino de tierra que tanto recordaba, era pequeño, estaba casi destrozado y terminaba ahí mismo. Aunque eso era lo de menos, ya que se le iluminaron los ojos al ver un Ford negro de tres plazas.

– ¿Cómo sabias de esto? – Preguntó ella al ver la zona.

– Mis abuelos me traían mucho a este parque de pequeño – la soltó –. Y como ya te imaginarás… Era un poco rebelde y siempre me escapaba de ellos, encontrando este camino en una de mis incursiones – se acercó al coche y vio que en el asiento de copiloto estaba el carnet de conducir de George.

– Al menos sabemos que el coche es de él – agregó Valeria al ver también el carnet –. Ahora la cuestión es si… – Llevó la mano hacia la manilla del coche y tiró hacia ella, abriéndose la puerta sin que saltase ninguna alarma –. Que fácil todo – reconoció.

– Tenemos que darnos prisa, no vaya a ser que alguien nos vea – agregó David dirigiéndose hacia la otra puerta para abrirla también, yéndose directamente hacia la guantera, que la abrió lentamente por si las moscas, encontrándose con un par de libretas y una pistola.

Por su lado, Valeria echó el asiento hacia delante y miró por la parte de atrás, dándose cuenta de que debajo de los asientos traseros había algo, por lo que se agachó como pudo y metió la mano para sacar hacia delante lo que era. Se trataba de una especie de maletín antiguo que estaba en un estado lamentable pero que pesaba muchísimo, así que lo sacó hacia afuera, lo dejó encima del capó del coche y lo abrió lentamente, viendo al instante que el maletín estaba lleno de probetas con líquidos extraños.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.