Llegó el día de la excursión de la escuela y llegó el día de la escaqueada de su vida, así que tras prepararse una mochila con todo lo suficiente para sobrevivir dos días, salieron de sus casas una hora antes que el autobús de la escuela, ya que como era de prever, no querían cruzarse con nadie de allí. Por lo que tras comprar los billetes en la taquilla más cercana a la entrada, se fueron corriendo a la dársena y esperaron unos minutos hasta que el autocar abriese sus puertas, entrando los primeros en el interior, donde comenzaría su pequeño viaje.
En cuanto llegaron a su destino, se dieron cuenta de que el pueblo tenía mucho más ambiente que el de ellos, aunque eso era normal, ya que tenía cuatro veces más de población, así que tras echar un vistazo a la plaza principal y localizar la posible base gracias a una aplicación de mapas, se pusieron camino hacia allí siguiendo las indicaciones de su móvil.
Nada más llegar a las coordenadas exactas, vieron que el lugar era una especie de pub muy amigable, así que entraron en el interior y se sentaron en la mesa más cercana a la puerta, donde se pidieron dos cafés en cuanto les atendió el camarero. A continuación echaron un vistazo detenidamente a todo lo que les rodeaba ahí dentro, observando que había muchos cuadros relacionados con los vampiros, además de darse cuenta de que la mayoría de vasos llevaban dibujados una estaca.
– ¿Y esta es la base? ¿Y qué se supone qué debemos de hacer para hablar con alguien? – Preguntó Valeria mirando detenidamente la mesa en la que estaban, dándose cuenta de que había tallado en las patas unos símbolos mágicos que no supo reconocer. Aunque no le dio tiempo a decir nada más, cuando el hombre de atrás, que les escuchó, se asomó a ellos y señaló hacia el fondo, dónde había una puerta en la que había un pestillo.
– Una contraseña debéis de decir para adentraros a la parte de atrás – comentó el hombre dejando un billete en la mesa.
– ¿Qué tipo de contraseña? – Le preguntó David intentando analizar al hombre, pero no pudo, ya que se dio la casualidad de que el camarero llegó con los cafés.
– ¿No es obvio? Es algo relacionado con lo que hay aquí dentro… – Agregó el misterioso hombre antes de marcharse.
– Aquí os traigo los cafés, ¿algo más? – Los dejó encima de la mesa.
– No, gracias – negó Valeria y seguidamente volvió a mirar el interior del pub –. Puede ser cualquier cosa…
– Será algo relacionado con los vampiros – comentó David –. Mira todo lo relacionado con ellos – señaló el cuadro de detrás de ellos, que era el logo de los vampiros, a continuación señaló el cuadro del fondo, dónde se veía a un vampiro morder a una persona, y finalmente señaló un cuadro detrás de la barra, en el que se mostraba una luna y un vampiro debajo de ella –. Pero no puede ser tan obvio, ¿verdad?
– Hay estacas por todos los lados… – Señaló su taza de café, que llevaba pintado una estaca –. Y estos símbolos… – Valeria los recordó al instante –. Son para reducir el poder de los vampiros al mínimo. Así que nos están mostrando dos cosas, uno, los vampiros en sí, y dos, como matarlos…
– La contraseña puede ser cualquier cosa… Mierda… – Masculló David mirando su café, que le dio un sorbo lentamente con el fin de que le espabilase algo –. ¿Y si solo tenemos un intento? – La miró a ella –. La podemos fastidiar…
– ¿Y si esperamos? – Propuso ella –. A que alguien venga y vemos que es lo que hace… Si de verdad es una base, alguien entrará a lo largo del día, ¿no?
– Llamaríamos mucho la atención si estuviésemos toda la mañana aquí sentados bebiendo un café – reconoció él –. Tenemos que hacer algo, o nos la jugamos o… Decidimos salir de aquí con las manos vacías.
– No sé tú, pero yo no me pienso volver de vacio al pueblo – soltó Valeria echando de nuevo un vistazo a todo el pub en busca de la contraseña que nunca encontraría –. Nada de nada – suspiró –. Además, ¿qué es? ¿Una frase, una palabra, un párrafo?
David dio un sorbo enorme al café, acabándoselo al completo, dejando a la vista un dibujo de una rosa que había dibujado al final de la taza.
– Que bonita… – Dejó la taza en la mesa y al instante se le abrieron los ojos de par en par, cogiendo de nuevo la taza para echar un vistazo al dibujo –. ¡Eso es! – Soltó él de golpe.
– ¿Qué ocurre? – Quiso saber ella, que intentó beberse su café también, aunque quemaba tanto que no pudo.
– Es una rosa – volteó la taza hacia ella para que lo viese –. ¿Cuál es la forma más mortífera y efectiva de matar a un vampiro? – Preguntó –. Con una estaca hecha de ramas de rosas silvestres – sentenció y a continuación se levantó de golpe de su sitio para recorrerse el pub hasta llegar a la puerta, dónde llamó dos veces hasta que el pestillo se abrió de golpe, viendo el ojo de una persona –. Estaca de ramas silvestres – soltó y al instante el cerrojo se cerró, abriéndose la puerta, mostrándose un pasillo lúgubre que apenas tenía iluminación.
– ¿Pasáis o no? – Les dijo el hombre.
David agarró de la mano a Valeria y tiró de ella hacia el interior del pasillo, que tan solo era recto, por lo que lo recorrieron entero hasta llegar al final, donde había otra puerta que no dudaron en abrirla.
Los dos se esperaban una base secreta en toda regla, ya sabes, ordenadores, armas, salas de entrenamiento… Pero se llevaron un buen chasco cuando vieron que se trataba de otro bar, de hecho, era simétrico respecto al que se habían tomado el café, así que todas sus ilusiones se esfumaron enseguida. Pero eso no significaba que todo fuese de perlas, ya que todo el mundo que había ahí dentro tomándose algo, se les quedaron mirándoles detenidamente, sacando alguno incluso algún arma.
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Editado: 09.07.2023