El regreso al pueblo estaba según lo planeado, ya que regresarían prácticamente a última hora del día, aunque hubo algo que no estaba en los planes. Y es que, cuando llegaron a los límites de su pueblo, un cordón policial detuvo al autobús en la carretera, lo que hizo que aumentase la intriga de los pasajeros que iban en el interior.
– ¡Al parecer no podremos llegar al destino! – Soltó el conductor levantándose de su asiento para dirigirse a los pasajeros –. Al parecer Woodside está acordonado por un posible ataque, por lo que es imposible acceder, así que regresaremos al pueblo anterior – anunció el hombre que volvía a sentarse en el asiento del conductor.
– ¡Espera! ¿Qué? – Miró a Valeria –. Hay que bajar, ¡ya! – Ambos se levantaron corriendo de sus asientos y se dirigieron hacia la puerta delantera del autobús –. ¿Nos abre? Mis abuelos están en Woodside, necesito saber qué es lo que pasa.
El hombre abrió la puerta y a continuación los dos bajaron corriendo y se dirigieron hacia el cordón policial, donde dos patrullas colocadas estratégicamente impedían el paso a cualquiera que se les acercara.
– Perdonad – dijo David dirigiéndose al policía que había hablado con el conductor –. Mis abuelos viven en Woodside y el conductor nos ha dicho que están bajo un posible ataque, ¿están bien? – Quiso saber él.
– Normalmente no os podría decir nada, pero ya que son tus abuelos… – El hombre les miró detenidamente –. Al parecer una horda de tigres se ha escapado de un convoy que los transportaba al zoo y por cuestiones que desconocemos, los animales están dominando las calles del pueblo.
– ¡Tigres! – Exclamó él –. Espero que estén bien…
– Hace dos horas enviamos un helicóptero con el que les dijimos que no saliesen de sus casas – les contó el policía –. También chequearon las calles y no vieron nada extraño, de momento…
– ¿Van a hacer algo con los tigres? – Preguntó ahora Valeria.
– Hemos mandado un grupo de expertos para sedarlos, pero al parecer… No les hacen efecto, es como si fuesen… Mágicos – sentenció el policía yéndose con sus compañeros tras recibir un aviso por radio, lo que hizo que se quedasen ellos dos solos.
– ¿Mágicos? – David miró a Valeria con cara de preocupación –. ¿Ha sido idea de las brujas? – Masculló –. ¡Mierda! Deben de estar desesperadas si lanzan un ataque así de vistoso…
– ¿Y qué hacemos? Si no podemos entrar… Ellos tampoco podrán salir – respondió ella.
– Al parecer los tigres se han coordinado para hacer un ataque a un supermercado – les comentó el policía acercándose de nuevo a ellos –. Por fortuna no ha habido heridos, ya que se encontraba vacío… ¿En dónde viven tus abuelos? Al parecer los tigres están ubicados en el centro del pueblo.
– De momento están a salvo… Aunque tus padres… – David la miró de nuevo.
– No estaban en el pueblo durante estos días – respondió ella.
– ¿Tenéis donde quedaros? – Les preguntó ahora el policía –. Os podemos llevar a algún pueblo o a algún otro sitio.
– No se preocupe, volveremos en el… – David se cayó al ver al autobús alejarse por la carretera –. ¿En qué kilometro estamos de la carretera?
– En el kilometro 82.
– La casa del tío Owen se encuentra a dos kilómetros de aquí – señaló hacia el otro lado –. A lo mejor allí tenemos cobertura para llamar a mis abuelos – David sacó su móvil para ver que efectivamente no tenía ninguna ralla se señal.
– ¿Queréis que os llevemos? – Se ofreció amablemente el policía.
– No se preocupe, sabemos llegar por el camino forestal de aquí al lado, muchas gracias por todo – David le ofreció su gratitud y a continuación agarró de la mano a Valeria para llevarla a un camino de tierra que era prácticamente paralelo a la carretera.
– ¡Tened cuidado! ¡Se hará de noche en nada! – Les gritó el policía antes de alejarse de ellos.
David y Valeria anduvieron por ese camino durante unos 500 metros aproximadamente hasta perder de vista a los policías, momento en el que David se adentró en la maleza que los rodeaba para regresar hacia el pueblo sin que los detectasen.
– ¿Qué haces? – Se sorprendió ella.
– Tenemos que entrar en el pueblo, ¿no lo ves? – Respondió él teniendo cuidado de donde pisaba, ya que la luz era escasa y no quería romperse el pie –. No vamos a dejar al pueblo con unos tigres mágicos durante toda una noche…
– Pensé que…
– Lo del tío Owen me lo he inventado – se le adelantó él –. Tan solo era una escusa para poder desprendernos de los policías. Y ahora silencio… Vamos a pasar cerca de ellos y no nos deben de pillar…
Anduvieron en silencio entre arbustos, arboles y matojos durante unos veinte minutos más, solo hasta que David pudo ver el cartel del pueblo, momento en el que salió de allí y pisó el asfalto, quedándose mirando el cartel que anunciaba que a tres kilómetros se encontraba ya la población.
– Cuando entremos en el pueblo… Debemos de ser rápidos y sigilosos… No queremos encontrarnos con unos tigres de enfrente… – David empezó a caminar por el asfalto –. ¿Qué crees qué será lo mejor? Ir a por ellos o… – De repente, una carta blanca apareció de golpe delante de ellos, estaba flotando en el aire y parecía tener escrito algo, así que David la cogió y la leyó –. Acabemos con esto de una vez por todas en la gasolinera que hay a la entrada del pueblo. Si no te entregas, ordenaremos a los tigres asaltar las casas – acabó de leer y a continuación miró a Valeria.
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Editado: 09.07.2023