El Llanto Que Nos Une

Capitulo 15 Un feliz cumpleaños y un año de resiliencia.

Por fin, Mireya cumpliría un año. La llevaron al pediatra para ponerle las vacunas correspondientes un día antes de que cumpliera el año, por si le daba calentura. Quetzalli había hablado con Antoine sobre hacerle un pastelito, pero quería que lo hiciera él con la ayuda de Mireya, para que siempre tuviera un recuerdo de hacer algo en familia o con papá.

—Creo que es una gran idea—dijo Antoine, sonriendo. —Será algo especial que podamos recordar siempre.

—Exactamente—respondió Quetzalli. —Será una pequeña celebración con los más allegados. Ya llamé a Diego. También invité a Jean Luca y Camille.

El día antes del cumpleaños, llevaron a Mireya al pediatra. Les recibió con una sonrisa.

—¡Feliz casi cumpleaños, Mireya!—dijo, mientras examinaba a la pequeña. —Hoy le tocan varias vacunas: MMR (sarampión, paperas, rubéola), varicela y el refuerzo para hepatitis A.

—Gugu, no—balbuceó Mireya, moviendo las manitas.

—Lo sé, pequeña, pero es por tu bien—dijo Quetzalli, acariciando su cabecita.

Después de las vacunas, Mireya lloró un poco, pero Quetzalli la consoló con caricias y palabras dulces.

—Muy bien, todo está en orden. Si tiene fiebre, denle, paracetamol y muchos mimos—indicó el Dr.

—Gracias, doctor—dijo Antoine, tomando a Mireya en brazos. —Nos aseguraremos de cuidarla bien.

Regresaron a casa y comenzaron los preparativos para el cumpleaños. Antoine y Mireya se dirigieron a la cocina para hacer el pastel.

—Vamos, pequeña, vamos a hacer un pastel delicioso—dijo Antoine, poniendo un pequeño delantal a Mireya.

Quetzalli los observaba desde la puerta, sonriendo mientras Antoine le enseñaba a Mireya a mezclar los ingredientes.

—Primero, mezclamos la harina y el azúcar—decía Antoine, mientras Mireya agitaba una cuchara de madera en el tazón.

—Gugu, tata—respondía Mireya, feliz de estar involucrada.

—¡Así se hace, mi amor!—exclamó Quetzalli, riendo.

Finalmente, el pastel estaba en el horno, y la casa se llenó del delicioso aroma a vainilla. Cuando estuvo listo, lo decoraron con una cobertura sencilla y algunas frutas.

El día del cumpleaños, Quetzalli y Antoine decoraron la casa de forma sencilla pero encantadora. Colocaron guirnaldas de colores y globos, creando un ambiente festivo pero acogedor. Quetzalli vistió a Mireya con un hermoso vestido blanco adornado con pequeños detalles rosados y una cinta en el cabello que la hacía lucir adorable. Quetzalli, por su parte, llevaba un vestido verde limón que acentuaba su figura y resaltaba su belleza natural, cautivando aún más a Antoine. Antoine optó por una camisa blanca y unos pantalones beige, luciendo elegante pero cómodo.

Los invitados comenzaron a llegar. Diego, Jean Luca, y Camille estaban allí para celebrar el primer cumpleaños de Mireya.

—¡Feliz cumpleaños, Mireya!—dijeron todos, mientras Quetzalli sostenía a la pequeña en brazos.

Antoine trajo el pastel y todos se reunieron alrededor de la mesa.

—Antes de cortar el pastel, quiero agradecer a todos por estar aquí. Este año ha sido muy difícil para nosotros. Hemos perdido mucho, pero también hemos encontrado consuelo y amor. Estoy muy agradecido de tenerlos a todos aquí—dijo Antoine, mirando a Quetzalli y Mireya con amor.

Mireya, aun sin comprender del todo lo que ocurría, sonreía y balbuceaba, emocionada por la atención.

—Gugu, mamá, tata—decía, moviendo las manitas.

Cortaron el pastel y todos disfrutaron del delicioso sabor. Antoine y Quetzalli llevaron a Mireya al jardín, donde habían preparado una actividad especial para crear más recuerdos.

—Vamos, Mireya, vamos a pintar—dijo Quetzalli, tomando una pequeña brocha.

Mireya metió sus manitas en la pintura y comenzó a hacer garabatos en el papel, riendo.

—¡Esto es solo el comienzo de muchas celebraciones juntas!—dijo Antoine, mirando a su familia con una sonrisa.

La tarde transcurrió en un ambiente festivo, lleno de risas y momentos que recordarían por siempre.

Cuando terminó de dibujar, Mireya estaba toda batida de pintura y comenzó a llorar.

—Creo que está cansada—dijo Quetzalli, levantándose para cargar a la pequeña. —Lo más seguro es que tiene sueño. Disculpen, pero la llevaré a bañarse y dormir.

Antoine se ofreció a ir con ellas, pero Quetzalli, con una voz encantadora y amable, le dijo:

—No te preocupes, amor. Quédate con los invitados.

Los demás entendieron que no debían quedarse más y decidieron despedirse, sugiriendo que podrían celebrar más el cumpleaños fuera de casa al día siguiente.

—Gracias por todo—dijo Antoine, despidiéndose en la puerta mientras Mireya lloraba más fuerte en los brazos de Quetzalli.

—Ya, mi amor, no llores. Vamos a bañarte y luego dormirás—le decía Quetzalli, acariciándole la espalda.

En el baño, Quetzalli y Antoine comenzaron a bañar a Mireya. A la pequeña le encantaba estar en el agua, y sus lloros se convirtieron en risas y chapoteos.




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