El Llanto Que Nos Une

Capitulo 18 encuentros y engaños

Habían pasado tres meses más, y el clima invernal comenzaba a dar paso a los primeros signos de la primavera. La casa de la madre de Antoine, en el pequeño pueblo de Châteauneuf-du-Pape, estaba decorada con gusto, pero ahora parecía más fría y calculadora que nunca. Ella había estado esperando este momento con ansias, preparando el terreno para lo que consideraba una misión de rescate.

Los abuelos de Elise, Henry y Margot, llegaron desde Inglaterra. Con el corazón pesado y una mezcla de tristeza y determinación en sus rostros, se bajaron del taxi frente a la casa. La madre de Antoine, Simone, los recibió con una falsa sonrisa de bienvenida.

—Henry, Margot, qué gusto verlos —dijo Simone, extendiendo los brazos para abrazarlos.

—Simone, gracias por recibirnos —respondió Henry, mientras Margot asintió, visiblemente afectada por estar de vuelta en Francia.

Simone los condujo a la sala de estar, una habitación decorada con elegancia, pero que ahora parecía el escenario de un drama siniestro. Henry y Margot se sentaron en el sofá, observando a Simone con atención.

—Lamento tanto que tengamos que encontrarnos bajo estas circunstancias —comenzó Simone, con un tono que intentaba sonar compasivo—. Pero hay cosas que deben saber sobre la situación de Mireya.

Margot se enderezó, sus ojos llenos de preocupación.

—¿Qué sucede con nuestra nieta, Simone? ¿Por qué nos llamaste con tanta urgencia?

Simone suspiró profundamente, fingiendo dolor.

—He estado muy preocupada por el bienestar de Mireya. Desde que Quetzalli está a cargo de ella, he visto cosas que me han inquietado. Por ejemplo, la niña siempre parece nerviosa y alterada. Creo que Quetzalli no está capacitada para cuidar de ella, y me temo que podría estar causándole más daño del que imaginamos.

Henry frunció el ceño, su expresión severa.

—¿Qué tipo de cosas has visto, Simone?

Simone hizo una pausa dramática antes de responder.

—He sido testigo de episodios en los que Mireya llora sin razón aparente, y he notado que Quetzalli la trata con brusquedad. Me temo que podría haber maltrato, aunque Antoine parece ciego ante ello por su relación con Quetzalli.

Margot se llevó una mano a la boca, horrorizada.

—No puede ser… —susurró.

Simone asintió con tristeza.

—Lo sé, es difícil de creer, pero tengo pruebas. Grabé un vídeo que muestra el comportamiento errático de Quetzalli hacia Mireya.

Simone sacó su teléfono y les mostró el vídeo que había grabado en secreto, asegurándose de enfatizar las partes que más apoyaban su narrativa. Henry y Margot miraron la pantalla, con expresiones que iban de la incredulidad al horror.

—No puedo creer que esto esté sucediendo —dijo Henry, su voz temblando de ira y dolor.

—Debemos hacer algo, Henry —dijo Margot, con lágrimas en los ojos—. No podemos permitir que Mireya sufra más.

Simone asintió, pareciendo aliviada de que los abuelos de Elise estuvieran de acuerdo con ella.

—Estoy aquí para ayudarlos en todo lo que necesiten. Lo principal es asegurarnos de que Mireya esté segura y feliz. Quizás debamos considerar seriamente solicitar la custodia.

Henry y Margot se miraron, asintiendo con determinación.

—Tienes razón, Simone. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Necesitamos tomar medidas para proteger a nuestra nieta —dijo Henry, con una mirada resuelta.

Simone sonrió internamente, satisfecha de que su plan avanzara según lo planeado. Había plantado la semilla de la discordia, y ahora solo era cuestión de tiempo antes de que germinara en algo que pudiera separar a Antoine y Quetzalli de Mireya.

Henry y Margot, los abuelos de Mireya por parte de Elise, se reunieron con su abogado en un elegante despacho en el centro de París. El bufete jurídico que habían contratado era uno de los mejores del país, conocido por sus casos de alto perfil y su tasa de éxito en asuntos de custodia. Sin saberlo, habían contratado al hermano de Paul, el abogado de Antoine.

El abogado, Étienne Rousseau, los recibió en su oficina con una expresión profesional y serena. Sentado detrás de su escritorio, escuchó atentamente mientras Henry y Margot exponían su situación.

—Señor Rousseau, estamos extremadamente preocupados por el bienestar de nuestra nieta, Mireya —comenzó Henry—. Hemos visto un vídeo que muestra un comportamiento perturbador por parte de Quetzalli, la actual pareja de Antoine. Tememos que Mireya esté siendo maltratada.

Étienne asintió, tomando notas en su libreta.

—Entiendo su preocupación. Sin embargo, antes de proceder, deben estar al tanto de las desventajas de llevar este caso a juicio —dijo, con voz calmada pero firme—. Primero, es importante que comprendan que los tribunales de familia tienden a favorecer la estabilidad para el niño, lo que significa que separar a Mireya de su entorno actual podría ser visto como perjudicial para ella, a menos que haya pruebas contundentes de maltrato.

Margot frunció el ceño, claramente preocupada.

—¿Entonces tenemos pocas probabilidades de ganar? —preguntó, con un tono de ansiedad.




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