Había pasado ya un mes desde que Paul había hablado con Antoine sobre las posibles acciones legales que podrían enfrentar. Ahora, estaban reunidos en la sala de estar de la casa de Antoine. El ambiente era tenso, pero había una determinación clara en el aire. Quetzalli estaba presente, sentada junto a Antoine, escuchando atentamente.
—Hemos tomado todas las precauciones necesarias —dijo Paul, colocando un archivo grueso sobre la mesa—. Si Simone intenta cualquier movimiento, estaremos listos para responder.
Quetzalli miró a Antoine, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que Antoine estaba haciendo todo lo posible para proteger a su familia, pero el temor de lo que Simone pudiera hacer la mantenía en vilo.
—¿Qué pasa si intentan quitarnos a Mireya? —preguntó Quetzalli, su voz temblando ligeramente.
Paul la miró con empatía antes de responder.
—Hemos reunido pruebas de que Mireya está en un ambiente seguro y amoroso aquí con ustedes. Tenemos testigos y documentación que lo respaldan. Además, estamos listos para contrademandar si Simone presenta pruebas falsas.
Antoine tomó la mano de Quetzalli y le dio un apretón reconfortante.
—No vamos a dejar que nos separen, amor. Estamos preparados para luchar.
Mientras tanto, en una oficina en el centro de París, Harry y Margot estaban reunidos con Entienne, el hermano de Paul y abogado del mejor bufete jurídico.
—Queremos asegurarnos de que nuestra nieta esté en un ambiente seguro —dijo Harry, con una expresión grave—. Simone nos ha mostrado pruebas alarmantes.
Entienne asintió, escuchando atentamente.
—Entiendo su preocupación. Sin embargo, debo advertirles que llevar la custodia a juicio puede ser complicado. Necesitamos pruebas sólidas de maltrato para tener alguna posibilidad de ganar.
Margot se inclinó hacia adelante, su voz firme.
—Hemos visto el video y las fotos. No podemos ignorar esto. Debemos actuar por el bienestar de Mireya.
Entienne suspiró y asintió.
—Muy bien. Necesitaremos recopilar más pruebas y testimonios. Si realmente hay maltrato, debemos documentarlo de manera exhaustiva.
De vuelta en la casa de Antoine, Quetzalli no podía evitar sentirse inquieta. Había un secreto que no había compartido con Antoine, una verdad sobre su estadía en Francia que temía revelar. Sin embargo, decidió mantenerlo por el momento, esperando que no causara problemas mayores.
Después de que Paul se marchara, Antoine miró a Quetzalli con preocupación.
—Amor, sé que esto es difícil, pero estamos juntos en esto. No dejaremos que Simone nos destruya.
Quetzalli asintió, forzando una sonrisa.
—Lo sé, Antoine. Confío en ti. Solo espero que todo esto termine pronto.
[…]
Habían pasado meses en lo que Harry y Margot recopilaban información en contra de Quetzalli. Uno de los testimonios clave fue del pediatra que había dicho que el comportamiento de Mireya era un capricho. Ahora estaba dispuesto a testificar que Quetzalli era la causante de esos caprichos.
Con los vecinos, Harry y Margot no tuvieron éxito. Todos coincidían en que Quetzalli era una buena persona. Sin embargo, los señores Dupont, vecinos cercanos, estaban de vacaciones en Italia y no podían ofrecer su testimonio en ese momento.
Buscando más, lograron encontrar al anterior novio de Quetzalli. Simone había pagado al exnovio para que dijera mentiras sobre ella, fabricando una historia desfavorable.
Con estas pruebas, aunque falsas y manipuladas, Harry y Margot sentían que tenían suficiente para comenzar el juicio. La madre de Antoine había tejido una red de mentiras, dispuesta a destruir la vida de Quetzalli para obtener lo que quería.
Pero el tiempo paso sin ninguna novedad todavía y por fin, Mireya había cumplido dos años. La pequeña familia estaba reunida para celebrar en una íntima y alegre fiesta. Desde que simone había dejado de visitarlos, Mireya estaba mucho más tranquila, aunque seguía pegada a Quetzalli.
El pastel de cumpleaños era una obra de arte, hecho con amor por Antoine y Quetzalli. Era un pastel de vainilla con capas de fresas y crema, decorado con flores comestibles y una figura de una pequeña princesa en la cima. Mireya había ayudado a decorar el pastel, colocando algunas de las flores y esparciendo brillantina comestible por todas partes.
Todos estaban vestidos para la ocasión. Quetzalli llevaba un elegante vestido azul marino que resaltaba sus ojos, mientras Antoine optó por una camisa blanca y pantalones beige que le daban un aire relajado pero sofisticado. Mireya lucía un adorable vestido rosa con pequeños detalles de encaje, y una tiara de juguete en su cabello, logrando que pareciera una verdadera princesa.
Desde que cumplió dos años, Mireya había mostrado muchos cambios. Su vocabulario había aumentado considerablemente, y ya podía formar frases cortas para expresar lo que quería. Le encantaba jugar con bloques de construcción y podía pasar horas creando pequeñas estructuras. Su sentido de la independencia también había crecido, insistiendo en hacer muchas cosas por sí misma, aunque seguía buscando la cercanía de Quetzalli para sentirse segura.