Martín llegó al aeropuerto y saludó a su amigo con un fuerte abrazo. Habían sido compañeros de estudios y sus lazos se hicieron más fuerte con la muerte de don Oscar el padre de su amigo Steven.
—No podía creer cuando el señor Roberto me dijo que tú eras el nuevo administrador del Manantial — expresó emocionado.
Steven Martelo Smith, era administrador y acababa de terminar su carrera de veterinaria y era el recomendado por Roberto Martelo su hermano y propietario del rancho El Manantial.
—Si Roberto me pidió el favor que administrará el rancho porque alguien se va a casar — le hizo broma sobre su matrimonio.
Martín te presento a Leonel Ramos, tu reemplazo él es veterinario.
Ambos hombres se estrecharon las manos.
Después que Martín y Leonel se saludaron. Martín los invitó al auto.
—Vamos al hotel y se cambian — se refería a la ropa — hoy hay una fiesta de disfraces para todos los rancheros y allá les presento a la señorita González la encargada del rancho.
— Lo siento Leonel no puede ir — Steven se mostró avergonzado — quedamos en que él iría a buscar una habitación y una oficina para mí.
—Pero tú te quedarás en la casona y Leonel en mi cabaña cómo debe ser — Martin lo corrigió — además son órdenes del señor Roberto de qué tú vivas en la casona y la biblioteca sea tu oficina.
—¿Seguro? Pero.... — la duda asomó en el rostro de Steven —.....el marido de la señora no se molestará.
—No, ella es soltera y además es muy linda — le sonrío arqueando rápidamente las cejas rápidamente. Mostrándose travieso_ vamos a la fiesta de disfraces.
Steven resopló inconforme por aquella información.
—Bueno, yo me disfrazo de vaquero — dijo Steven soltando una carcajada ante su lógica.
Martín lo miro de pie a cabeza. El hombre llego vestido con pantalón vaquero, camisa de cuadros azules y blancos, botas y su muy conocido sombrero. Típico vaquero de la región.
—No, pero qué disfraz — exageró con los gestos el comentario de su amigo — Aquí todos somos vaqueros.
Steven, Martín y Leonel estaban en la barra tomando ya eran pasadas las diez de la noche y él estaba algo bebido charlaban y reían. Con ellos se encontraban la prometida de Martín y una amiga.
Los ojos de Steven se encandilaron con una sensual mujer que vestía un disfraz de sirena, el cual estaba compuesto por un top y una falda larga desde la cadera hasta los pies dándole forma de cola de pez.
Steven contemplaba el vientre desnudo de la mujer que era hermoso, su rostro estaba cubierto con un antifaz del mismo color azul eléctrico igual que el resto del vestido y una cabellera negra cubría sus hombros, esa silueta le pareció conocida.
Tomó otro trago y se levantó con la intención de conquistar y besar esa boca roja por el labial y quitarle toda la ropa. Tenía dos años de abstinencia. Y esa mujer le gustaba para terminarla.
Desde el otro lado del lugar de la fiesta, Betty cuchichea emocionada al oído de su amiga.
—Andrea no te vayas a girar — dijo Betty con voz melosa y coqueta — un dios griego viene hacia acá.
—¿Cómo es? — le dio curiosidad por el interés de su amiga.
—Es alto, tiene el cabello largo castaño hasta los hombro, tiene una fina barba, es tan divino — suspiró — si no lo quieres lo pido para mí — río de buena manera.
Cuando el hombre en cuestión se les acercó su voz ronca y gruesa se dejó escuchar.
—Buenas noches — saludó Steven.
La voz de él causó un estremecimiento en el cuerpo de Andrea, fue como si un latigazo de corriente le recorriera todo el cuerpo y ésta se giró y lo miró con los ojos furiosos.
—¿Qué haces aquí? — vociferó enojada.
Él arqueó una ceja al mirar su cuerpo desnudo y con los ojos entrecerrados la miró.
—¿Qué demonios…? — Mil emociones se despertaron en el interior del joven que enseguida reconoció a Andrea.
—Hola, Yo soy Betty — trató ella de mediar entre los dos furiosos jóvenes — ya veo que se conoce — sonrió de manera nerviosa.
Andrea temblaba. Por la ira de verlo ahí o por la emoción que sentía en ese momento.
—Betty — Andrea tomó un trago largo para poder calmarse — te presento al hermano de mi hermana — la miro a los ojos y los abrió para que ella entendiera el mensaje.
Betty comprendió al instante.
—Hum, ya — dijo Betty, entendiendo que él era el viudo, que ella tanto amaba.
Steven miraba para todos lados buscando a alguien.
—¿Y tú marido? — preguntó Steven con voz rasposa.
—Ella no tiene marido — respondió Betty por ella.
—Ah, no — una sonrisa sarcástica asomó en el rostro de Steven, confirmando lo que ya él sabía — eso era de esperar.
Los ojos de Andrea, echaban fuego por el ataque que él le hacía.
—¿Qué quieres decir? — bebió otro trago y luego otro, porque necesitaba ahogarse con el alcohol.
—Que eres una cobarde — sus palabras estaban cargadas de rabia y resentimiento — siempre huyes.
Andrea enfadada apretó los puños y comenzó a buscar la salida.
— ¡Lo viste, ahí coqueteando con la vieja esa! — Salió de la sala donde se encontraba y fue seguida por su amiga Betty.
—¡Cálmate amiga! — trataba de calmarla por todos los medios, pero los tragos nublaban la razón de Andrea.
—¡Pues, no voy a dejarme esta vez, él es el cobarde — y en su afán de demostrar que ella no era lo que él pensaba.
Volvió a tomar otro trago más y fue y lo buscó nuevamente y lo encontró furioso bebiendo en compañía de Martín que trataba de calmarlo también y evitar que siguiera bebiendo cómo lo estaba haciendo.
Para encolerizar más a Andrea, él estaba acompañado de una pelirroja, Manuela, una mujer conocida por conquistar a los jóvenes más guapos e incautos riquillos de la región.
—¡Mira cretino! — balbuceaba las palabras torpemente por el alcohol ingerido — tú eres, el cobarde — se tambaleó, mientras lo señalaba con el dedo y lo apuntaba en el pecho de él.