El Melódico

Capítulo 10. Mal y peor.

La habitación de paredes blancas con un par de camillas emanaba un aire a alcohol, desinfectante y lejía. Devin fue descargado en una camilla y el viejecito se sentó en una pequeña silla, manteniendo las manos apoyadas en el bastón, mirándolo con bastante firmeza.

—Eres muy joven.

Devin no respondió.

—Lamento mucho que los Centiliones te hayan asustado —dijo—. A veces, se dejan llevar por los músculos en lugar del cerebro.

—No me importa, solo quiero irme a casa.

¿Por qué nadie parecía entender ese pequeño, pero significativo hecho? ¡Todo lo que quería en regresar a su hogar, meterse debajo de las cobijas y fingir que nada de eso pasó! Pero, ni siquiera podría hacerlo.

Debía de ir a la cafetería y decirle a Marvin que no se había presentado a trabajar porque…

¿Qué le iba a decir?

¿Me secuestró la marina? ¿Una armada ultrasecreta con poderes de locos me raptaron? ¿Me convirtieron en algo que rompe vidrios con sus nervios? Ninguna de esas sonaba convincente, sin duda alguna, era preferible decir que había tenido mal de estómago y que se le había estropeado el celular de paso.

Marvin le daría un regaño de unos treinta y tres minutos, cuando se le hubiese secado la boca, entonces lo dejaría ir con un movimiento de muñeca y la situación hubiese acabado allí.

—Dejaremos que te vayas, pero deberás estar bajo vigilancia, espero no te importe.

—¿Vigilarme? ¿Por qué?

—No queremos que causes daño a nadie.

—¿Daño? ¿Yo? —Parpadeó tan rápido que vio todo negro por segundos.

—No intencional, por supuesto, pero cuando no sabemos usar nuestros dones podemos causar mucho daño. Es una medida de contingencia.

—¿Contingencia? No soy un huracán.

Eduar se rio bajo, más bien ronco. Admiraba la simpleza del humano. Era tal vez uno de los mejores talentos que podían poseer los seres humanos; se enfadaban y entristecían casi como las brujas, pero eran muchísimo más inconscientes que ellas. Ignoraban tanto y creían saber el todo del todo.

—Pero puedes convertirte en el que ocasione un gran daño. —El viejo miró a Marcel y sin amabilidad le ordenó—. Haznos un favor y déjanos mientras vas a buscar a la enfermera.

Marcel no pudo rechistar, se limitó a asentir y dejar la habitación atrás, parándose a un costado del pasillo por un minuto. Dejarlo a solas con el alto brujo no parecía una buena idea, pero él no tenía el rango para desobedecer las órdenes de un anciano.

Rendido y con los pies pesados se desplazó en busca de la enfermera, quien, de seguro, estaba metida luchando con la máquina expendedora del primer piso para que le diese un paquete de esas frituras que siempre le gustaban.

—Espero que entiendas que no eres la misma persona de antes —dijo Eduar una vez hubo privacidad—. Ahora, eres mucho más de lo que podrías haber soñado.

—No es mi aspiración —dijo Devin, su piel indiscutiblemente pálida, pero su mirada ausente de dudas al hablar—. No pretendo ser nada más, solo quiero ser yo, el yo de siempre.

—Ser el yo de siempre puede volverse aburrido —dijo Eduar—. Puedes ser mucho más.

El viejo levantó la mano y la puerta se cerró en un portazo, sobresaltando a Devin. La mirada del rubio dejó entrever la duda y levantó una mano para preguntar, pero… su voz no consiguió pasar de su garganta.

—No eres un brujo, de eso estoy muy seguro, pero el informe dice que puedes entender a las grandes criaturas, aquellas que son incomprensibles hasta para los más estudiosos.

Eduar se echó hacia adelante, sus ojos perdieron brillo y su mirada se tornó repentinamente viciosa.

—No sé de qué me habla.

—Claro que lo sabes. Tienes poder, magia en tu interior, lo que no entiendo es porque te niegas a aceptarlo.

El estómago de Devin se apretó y pasó saliva con dificultad.

—Quiero irme a casa.

—Deja ya de pedir lo que se te ha concedido, muchacho, lo que quiero saber es cómo consigues hablar con las bestias ancestrales. Dime, dime cómo puedes.

—No lo sé —dijo por fin, cediendo al peso de la mirada ajena—. Solo hablan, hablan como si estuviesen locos o tal vez el loco soy yo.

—¡Mentira! ¡Debes activar la magia! —Eduar se echó más hacia adelante—. ¿Cómo lo consigues? ¿Cómo puedes hablar con ellas cuando otros llevamos media vida intentando entenderlas?

Devin retrocedió en la camilla, pero Eduar lo atrapó de la muñeca.

—Responde ahora, muchacho, y te consideraré en el futuro, podrás ascender rápidamente, incluso podría dejarte mi puesto, pero necesito saberlo. —Los ojos del viejo se desorbitaron—. Llevo la vida entera estudiándolos, estudiando sus comportamientos y costumbres, quiero saber por qué, y tú, tú has aparecido de la nada y los entiendes.

La frente de Devin se apretó y su corazón empezó a palpitar de nuevo.

—No lo sé, pero si tanto quiere esto, tómelo —dijo Devin, enseñándole las manos—. Yo no lo quiero.



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En el texto hay: romance, aventura, magia

Editado: 24.10.2025

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