El Mensajero

"Una noche de verano en Londres"

Hace ya dos años los rumores comenzaron a esparcirse a través del boca a boca en todo Londres. Un personaje nuevo aparecía en la cultura urbana de la ciudad, llegando a ser famoso por hacer solo una cosa, transportar objetos. Con él, todo llega del punto A al punto B sin demoras ni dificultades. No hace preguntas, ni le importa lo que hay dentro del paquete, pero este privilegio lleva por consecuencia que su empleador pague un alto precio por su discreción.

Al trabajar al margen de la ley debido a la sospechada legalidad de lo que mueve, es un personaje anónimo, nadie lo ha visto con claridad, ni siquiera los que necesitan sus servicios llegan a verlo.

No tiene una presencia pública ni se anuncia como mensajero disponible para contratar. Como único puedes contactarlo es a través de un correo en la Deep Web, y si necesitas entrar ahí tus intenciones casi nunca son buenas.

Una vez que logres encontrar el correo, no esperes que te contesten de inmediato, pues sopesa cada contrato. Si estas de suerte y logras que responda, simplemente te van a dar una dirección de una taquilla pública donde debes dejar lo que quieres mover.
Así trabaja nuestra nueva leyenda urbana en esta ciudad moderna. Nadie lo conoce, pero todos le llaman Nemo.

Londres, 15 de agosto, 2023,
2:00 am, A la salida del "London top clubs Gueslist"

La música ensordecedora del club nocturno ya va quedando atrás mientras Abby va caminando hacia la esquina de las calles Stafford y Dover. Prefirió irse temprano del club ya que a la mañana tenía que preparar todo pues el cuatro de septiembre comenzaba su primer día en su nuevo colegio. Una breve brisa de verano mueve su cabello teñido de color borgoña (rojo vino o tinto) y sus ojos de color turquesa apuntan al cielo mirando las nubes moverse en el añil cielo mientras está parada en la esquina. Un destello de luces hace que vuelva a la tierra y mira hacia la acera de enfrente donde un BMW M5 de color gris acababa de hacer parpadear las luces intermitentes. Junto al vehículo, su chofer, que levanta una mano.

Abby se dispone a cruzar la calle cuando es agarrada de una mano por un hombre del que no había notado la presencia.

— Guapa. ¿Te vas sin siquiera darme tu número? — dijo lo que parecía ser algún borracho salido del mismo club nocturno que Abby.

Intentando zafarse del agarre, la chica forcejea con el borracho, quien solo aprieta aún más el agarre al ver que se resistía.

— Vamos, no seas estirada.

Una mano se apoya en el hombre borracho, que al sentirla gira la cabeza para ver quién es.

— ¿Puede por favor soltar a la chica? Es que ha pedido un servicio de Uber y estoy perdiendo dinero aquí detenido.

En frente del alcoholizado hombre un muchacho con el rostro cubierto por una mascarilla sanitaria y gorra de béisbol negra hacia aparición.

Aunque Abby tampoco pudo reconocerlo, pero sí pudo identificar que era el chofer de su Uber, pues lo había visto antes de ser interrumpida por el desconocido.

— Piérdete! ¿No ves que estoy ocupado? — dijo casi escupiendo el ebrio.

— ¿Y qué piensas que estoy haciendo aquí? ¿Jugando a los taxis? — respondió de manera fría e irónica el chofer.

Abby, visiblemente nerviosa, observaba sin saber que iba a suceder a continuación después de la respuesta del conductor. El molesto personaje suelta a la chica para poder prestarle toda su atención al nuevo desafío que la noche le había puesto adelante. Envalentonado por el alcohol que estuvo consumiendo tal vez no estaba calculando bien a lo que se enfrentaba. Un muchacho al parecer joven, casi un metro ochenta y cinco, aunque no se veía musculoso debajo de su camiseta de manga corta y tabardo sobre ella, nada indicaba que no pudiese propinar fuertes golpes. El borracho apretaba sus puños ante la figura inmóvil del conductor, respiraba un poco más agitado y comenzaba a dar algunos pasos en el lugar que solo en su imaginación alcohólica podían ser de un boxeador profesional.

De manera precipitada se lanza contra el chofer empujando a Abby al suelo cayendo sobre sus rodillas. La muchacha se lleva las manos a la cara intentando no ver la escena que iba a suceder.
Un sonido seco hace que levante su cabeza para observar como un puño del conductor se hundía en el estómago del borracho. Luego de propinar semejante golpe, lo empuja para ganar un poco de distancia y prepararse para lo siguiente.

— Bastardo — balbuceó mientras el alcohol le volvía a su boca — Vas a ver.

— Creo que no has comprendido la situación — con un movimiento violento el conductor le impacta una patada directamente a la rodilla desprotegida del molesto hombre y el sonido confirma que su objetivo ha sido cumplido.

— Me has fracturado la rodilla! — gritaba de dolor en el piso — Dios! ¿Qué me has hecho? — lloraba retorcido en el suelo.

El chico tiende una mano a Abby que todavía yacía de rodillas en el suelo, perpleja de lo que acababa de suceder.

— Vamos, se hace tarde — dijo de una manera gentil pero seria, con lo que sus ojos verdes denotaban, tal vez, detrás de su mascarilla sanitaria, un intento de sonrisa.

Abby tomó su mano todavía sin decir nada; se arregló un poco la falda que llevaba mientras se ponía en pie, para luego volver a mirar al hombre que antes la estaba molestando como había perdido la conciencia en la acera gracias al dolor y al alcohol.
El muchacho la acompañó al coche, le abrió una de las puertas traseras y esperó a que la chica se montara. Suavemente cerró la puerta y recorrió el auto desde fuera hasta llegar a la puerta del chofer. Se subió al coche y por el retrovisor pudo ver los ojos turquesa de Abby todavía un poco en shock.

— Tranquila, no ha pasado nada — dijo en un vago intento de calmarla.

Le dio un móvil desechable y le dio indicaciones de que llame a emergencias y le explique que hay un hombre inconsciente en la calle con una fractura severa en la rodilla.




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