El Mensajero

"La primera noche libre"

Londres, 8 de septiembre, 2023,
9:34 pm, Trafalgar Square.

Los coches se detienen en el semáforo en la intersección de Trafalgar Sqr y Cockspur Street para permitir que los peatones crucen con seguridad. La noche se siente un poco fría, tal vez por la ligera lluvia que está cayendo haciendo que las luces de la calle se reflejen en los distintos charcos que se van formando. Entre toda la muchedumbre que atesta la plaza un viernes por la noche se puede identificar a una chica caminando por el cruce en dirección a la columna de Nelson. Con un paraguas amarillo, su cabello recogido en una coleta con trenzas, una blusa gris de cuello alto y para protegerse del frio una gabardina color café, una falda corta a cuadros con pliegues de color granate y negro. Sus piernas iban cubiertas con medias largas hasta la altura del muslo y terminando el conjunto unos botines de plataforma negros. Bonita, sin duda.
— ¿Abby?
Las luces se pusieron en verde y nuevamente continuó el flujo de vehículos por la calle. La chica ya se había perdido de vista de su observador.
Cerca de ahí una pareja se detenía para tomarse una foto bajo la lluvia en la plaza.
— Se ha convertido en toda una tradición esta foto ¿eh? — sonrió Ben — Es una lástima que Sean no esté con nosotros.
— Creo que … — intentaba decir dubitativa Miyako — Creo que tenía otras cosas que hacer hoy en la noche.
— No importa, divirtámonos nosotros.
El rostro de Miyako se iluminó al escuchar estar palabras. Hacía mucho que no podía salir con sus amigos y quería aprovechar la primera noche libre pasar tiempo de calidad.
— ¿Abby?
—¿Eh? — se giró Miyako
Junto a la pareja, debajo de su paraguas amarillo Abby estaba frente a ellos.
— Ho…Hola — saludó Abby.
Ben tomó a Miyako de la mano y comenzó a caminar alejándose de la chica. Miyako al ver lo que sucedía se detuvo en seco impidiendo que Ben continuara avanzando.
— ¿Que sucede Miyako?
— Mírala — murmuró — Demos le una oportunidad.
— ¿Hablas en serio? — dijo un extrañado Ben — ¿A la misma chica que golpeó a Sean?
Abby todavía se encontraba en el mismo lugar donde había saludado a la pareja, sosteniendo su paraguas amarillo con la mirada caída.

Sentados en uno de los sofás de terciopelo rojo los tres chicos tomaban un té, en silencio. Decidieron escapar de la lluvia y sentarse en el Rockwell, dentro del Hotel Hilton de la plaza. El Rockwell es un salón amplio adornado con columnas blancas cubiertas de cortinas. Posee muchos sitios para sentarse con sofás en forma de L y sillas de ser necesario, alrededor de las mesas para aquellos grupos que desean charlar y conocerse. El mostrador de la barra adornado por lo que dan la impresión de ser pequeños jardines colgantes y sus sillas giratorias son el lugar preferido de hombres y mujeres que buscan un cóctel rápido o tener compañía fortuita. Las luces tenues dan un ambiente hermoso a estas horas de la noche y aun así junto a tanta belleza continúan los tres muchachos sin mediar palabra.
— ¿Sean no viene? — rompió el silencio Abby.
Ben ni siquiera se molestó en mirar ni responder a Abby aquella pregunta. El chico todavía estaba visiblemente molesto por lo sucedido el lunes de esa misma semana. Lentamente Miyako levantó la vista de su tasa de té para cortar ese tenso momento que se había creado luego de la pregunta.
— Lo siento Abby — se disculpó — Sean a veces tiene cosas que hacer en las noches.
— ¿Es algún tipo de trabajo? — consultó Abby
Ben dio un suspiro que hizo que ambas chicas lo miraran.
— Realmente no sabemos — reconoció Ben — Sean es muy reservado con respecto a su tiempo libre fuera del colegio — le dio un sorbo a su té y lo puso de nuevo en la mesa — Tal vez fue a donde su madre, que no trabaja lejos de aquí o tal vez su padre — volvió a tomar su tasa.
Miyako le apretó el brazo de un pellizco imperceptible a la vista de Abby. Haciendo que la sorpresa y el dolor causaran que Ben escupiese un poco de té que ya tenía en la boca.
— Quisiera disculparme con ustedes, en especial con Sean — tartamudeó — pensé que este iba a ser el mejor momento, pues creía que estaban juntos los tres — Abby tomó su bolso y se levantó de la silla.
— No te marches — Miyako la agarró por su mano — Tengamos un buen rato los tres — sonrió — ¿Estás de acuerdo Ben?
El chico volvió a resoplar y dio a entender que aprobaba que la nueva chica compartiese la noche con ellos.

Un vehículo se mueve a toda velocidad por Theobalds Road en dirección hacia la avenida Roseberry casi ni deteniéndose en algunos semáforos que iba encontrando en los cruces. Una vez que llegó a la intersección con la A201 giró al sur y siguió recto a toda marcha. El coche se detuvo en el 113, en la esquina del 117 de Farringdon Road. Un grupo de personas se aglomeraban en la entrada de un club nocturno conocido como "The Piano Works Farringdon", muy famoso en la vida nocturna de los londinenses.
La puerta del chofer se abrió despacio y su conductor emergió de él. Poco a poco se acercó a la fila de gentes que hacían cola esperando su turno para entrar a la fiesta. El encargado de organizar y controlar que todo estuviese tranquilo mientras permitía la entrada, vio a un muchacho caminar hacia él. Sin poder reconocerlo debido a una mascarilla sanitaria de color gris que tenía puesta, más una bufanda negra que le cubría la barbilla. Solo sus ojos y el color de su pelo podían decirse de que color eran.
— ¿Quién eres? — le preguntó el guardia, que al menos le sacaba una cabeza de altura y le duplicaba en peso.
El de seguridad intentaba desentrañar que podía llevar debajo del largo abrigo negro que traía puesto para protegerse del frio y la lluvia de la noche. Tal vez el enmascarado no era más que un enclenque físico oculto debajo de esa ropa y no supondría un problema. Para su sorpresa el muchacho se le acercó y le dijo unas palabras que nadie más que ellos dos pudieron escuchar. Enseguida los ojos del guardia se abrieron como platos para luego bajar la cabeza y permitir el paso al desconocido ante los abucheos de la multitud que presenció cómo alguien sin hacer fila había ya ingresado a la fiesta.
Dentro del antro la música era muy alta y estridente, cientos de personas en la pista de baile moviéndose como una marea humana, las salas VIP igual llenas de pseudo-famosos o celebridades menores, tal vez algún jugador de futbol semiprofesional. Menos le podía importar al enmascarado. Recorría aquel mar de una manera fluida sin apenas tener contacto físico con los que lo rodean, como si pudiese contagiarse alguna enfermedad. Hizo su camino sin dificultades hasta la barra, donde en una esquina sentado esta un hombre correctamente vestido de traje, pero sin corbata y camisa blanca abierta debajo del saco. Peinado hacia atrás y una gran barba marrón en su rostro, tal vez eran imaginaciones o por efecto de las luces, pero se podía ver una cicatriz que recorría de arriba hacia abajo una de las cejas del hombre. Lo observo bien, tomó asiento junto a él y esperó.
— ¿Trajiste lo que se te encargó? — preguntó el trajeado.
— Aquí está todo — respondió el enmascarado sacando un sobre de papel de unos de los bolsillos interiores del abrigo — Pero primero quiero ver.
El barbudo reía por lo alto mientras meneaba un vaso de whisky a las rocas en el aire.
— Tranquilo chico — dijo secándose unas falsas lagrimas — Como tú mismo dijiste — con tono amenazante lo miró a los ojos — Aquí está todo.
Intercambiaron paquetes en la barra de manera rápida e imperceptible. Al instante lo metió en su abrigo y se levantó de la silla.
— Nemo — gritó el hombre — Me causa curiosidad ¿Quién te dio ese nombre?
Nemo se detuvo un momento dubitativo y después se giró para responder le.
— Nadie.




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