El Mensajero

"Una mala noche"

Cuerpo de Guardia

Londres, 11 de septiembre, 2023,

10:00 pm, Cerca del Big Ben.

 

Caminando por el puente de Westminster va Sean, mientras una ligera lluvia comienza a caer en la noche de Londres. Al mirar al cielo Sean puede ver las nubes oscuras dejando caer las gotas sobre él. Abre el paraguas que trae colgado en su brazo y sumerge su mano libre en uno de los bolsillos de su abrigo largo. Aunque la lluvia llega a la ciudad esta, no para su actividad; los barcos recreativos o de comercio siguen recorriendo el Támesis llenos de luces. Las personas al igual que las embarcaciones se refugian bajo su paraguas y continúan su recorrido por la ciudad. Seguramente miles de personas como gotas, inundan la ciudad con sus paraguas, pensaba Sean mientras continuaba su camino por el puente.

Después de unos minutos caminando llega a la entrada del respetado Hospital Saint Thomas, donde una de las enfermeras del cuerpo de guardia de emergencias le saluda.

—  Buenas noches Sean, la doctora Sutton está en el salón de personal — le dijo sonriente.

—  Muchas gracias — le saludó — Voy a ir a verla.

Sean recorrió los pasillos del hospital hasta llegar a la sala de personal donde se reúnen los doctores cuando están de guardia si no son requeridos en emergencias. Sean se detuvo frente a la puerta y tras la ventana de vidrio que tenía esta, pudo ver a una mujer en sus cuarenta y tanto tomando una taza de té o café, no podía distinguir. Aunque estuviese sentada se notaba que era de alta estatura, elegante, con gran porte. Su pelo castaño, largo estilizan si figura y sus ojos marrones hacían de ella una mujer atractiva.

Sean estuvo parado en frente de esa puerta unos minutos hasta que la mujer notó su presencia, dejó la taza en la mesa que tenia en frente de ella y caminó rápida hacia la puerta para abrirla. Una vez la barrera entre ambos ya no estaba, la mujer sonrió. En la identificación del Hospital se podía leer su nombre acompañado de una foto, Rachel Sutton

¿Viniste a visitarme? — preguntó con una sonrisa

—  Hace ya unos días que no te veía — respondió Sean en un tono serio.

—  Se que no quieres admitir que a veces extrañas a tu madre — reía la doctora Sutton — Pero no importa tu secreto esta a salvo, siéntate, toma algo conmigo — dijo señalando un asiento.

La doctora Sutton caminó hacia la maquina dispensadora de aperitivos y luego hacia la de café.

—  ¿Qué vas a tomar? ¿Te o café?

—  Café — le respondió Sean.

—  No deberías estar en el dormitorio a estas horas — le interrogó su madre.

—  Me dieron permiso para salir — le contestó nervioso. Una mentira, pensó la doctora.

Después de observar a su hijo sentado en el sofá intentando de descifrarlo, la doctora se dio por vencida y fue hacia el mismo sofá. Le entregó el café a Sean quien le dio un sorbo, solo para darse cuenta de que no contenía azúcar. El rostro de Sean se contrajo al sabor de la amargura.

—  ¿Sucedió algo? — le pregunto la doctora preocupada.

—  No, nada — rápido respondió Sean disimulando.

—  ¿Hace cuanto que no hablas con tu padre? — consultó con tono áspero.

—  Tengo planeado ir a verlo el próximo fin de semana, espero que el colegio no me sobrecargue de deberes y tenga el tiempo libre suficiente para el viaje — explicó con tono cortado — No me gusta verlo en ese estado, es injusto lo que le está sucediendo.

—  Tu padre tiene lo que se merece, tal vez si no estuviese mas pendiente a su trabajo que a su familia jamás le hubiese sucedido algo como eso.

—  ¿Esa es tu respuesta para todo? ¿Solo lo culpas a él? — dijo con tono sombrío y bajo Sean — Ya tu rehiciste tu vida, tienes el trabajo que deseaste siempre e incluso una nueva pareja. ¿Cuándo vas a perdonar a papá? — Cunado se vino a dar cuenta Sean estaba de pie mirando a su madre.

—  Tu padre nos hizo pasar muchas penurias mientras estábamos en aquellas bases militares, no sabia cuando iba a volver o si volvería, no teníamos tampoco un lugar fijo de residencia pues teníamos que ir con él a todos lados. Yo solo quería un poco de tranquilidad, una vida normal, darte a ti una vida normal — también se había puesto de pie por la exaltación de la discusión.

—  No se para que me preguntas por el — le reprochó Sean — Al final terminanos discutiendo y el sin salir de la celda.

—  Sean… no me digas eso — sus ojos vidriosos lo miraron.

—  Creo que es hora de irme — Sean se dio media vuelta en dirección a la puerta — Cuando tenga otro permiso de la escuela volveré por aquí a saludar.

—  ¿Después de ver a tu padre iras a la casa?

—  No — respondió rápido Sean — Iré a mi apartamento.

 El muchacho salió de la sala de personal en dirección hacia las escaleras a toda prisa, ya no quería seguir en el hospital, ahora le parecía una pésima idea haber venido en primer lugar. La doctora Sutton todavía estaba parada en el mismo lugar en el que su hijo la dejó; con una mano en el pecho y la otra deteniendo el camino que una lagrima estaba haciendo por su rostro.

 

No quiero problemas

 

La lluvia en Londres ya se ha detenido, Sean hace su camino de vuelta por el mismo puente de Westminster. A estas horas de la noche ya no encuentra en su recorrido a la misma cantidad de personas que en su camino hacia Saint Thomas. Los barcos en su mayoría habían detenido sus viajes a través del Támesis y lo único que rara vez pudo ver fue alguna patana lista para anclar a uno de los lados del río. Los autos, aunque en menor medida todavía circulaban por la vía, pero poco a poco la ciudad se iba apagando.

Sean no podía dejar de pensar en su madre y su padre. Por todas las cosas que pasaron, por la situación actual de cada uno. Muchos pensamientos pasaron tras la mente de Sean que ni siquiera notó que un auto de la Policía Metropolitana de Londres andaba junto a él. Se pudo escuchar por la radio del auto que había ocurrido un asalto cerca de Westminster.




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