El Millonario Ciego y Su Amante

Capítulo 55

Por un momento, Sasha se quedó atónita. Luego, su rostro se iluminó con una alegría inesperada.

Extendió la mano, tomando la de Vienna sin pensarlo.

—¿Quieres que cuide de tu bebé? ¿En serio? Me encantaría —dijo con entusiasmo.

Pero enseguida carraspeó y soltó la mano de Vienna, volviendo a adoptar una expresión fría.

—¿Por qué quieres que yo me encargue de tu hijo? ¿Acaso planeas escaparte con otro hombre?

—Sí, eso mismo. Y ese hombre soy yo —intervino Alan con una sonrisa burlona—. Pero como a ti no te interesa, cuidaré del bebé yo mismo.

—¡No! No—por supuesto que quiero ayudar —se apresuró a decir Sasha, deseando no perder la oportunidad.

Volvió a mirar a Vienna.

—¿De verdad quieren que yo cuide del bebé? Quiero decir... tú sigues sin caerme bien, pero yo también soy madre. Y por el bien de mi nieto, te aceptaré como mi nuera.

Se levantó y salió de la habitación, intentando disimular su felicidad con una actitud indiferente.

Vienna soltó una risita al verla marcharse. Aunque no le caigo bien, es hasta tierna cuando intenta hacerse la dura.

—¿Estás segura de que es buena idea dejar que tu madre cuide del bebé? —preguntó Williams con suavidad—. Podrías contratar a una niñera profesional.

—La verdad, tampoco apoyo mucho la idea —intervino el abuelo con gesto preocupado.

—Yo también tengo mis dudas —añadió Alan, rascándose la nuca—. Pero es lo que Vienna quiere... y no puedo decir que lo entienda.

—¿Por qué son todos así? Mi suegra—bueno, mi madre—es perfecta para esto —dijo Vienna con una sonrisa alegre.

Salieron de casa de los padres de Alan muy tarde. A pesar de que Sasha y Williams insistieron en que se quedaran a dormir, Alan fue firme en su decisión de irse.

Ya habían cenado, así que al llegar a casa se dirigieron directo a su habitación, se dieron una ducha caliente juntos y se recostaron para descansar.

Vienna cerró los ojos, lista para dormir, cuando sintió la mano de Alan acariciando suavemente su cuerpo.

Abrió los ojos y atrapó su mano.

—¿Qué haces? Estoy cansada —susurró.

Él no respondió. En cambio, empezó a besarla, dejando un rastro lento y seductor por su piel.

La ternura de su contacto hizo que su corazón se acelerara, pese a sí misma.

Cuanto más intentaba apartarlo, más crecía el deseo en él.

—Estoy embarazada —le recordó, sin aliento.

—Nuestro bebé también necesita cariño —susurró él contra su piel—. Además, el lunes tengo que viajar. Estaré tres días sin verte.

Vienna le sostuvo el mentón, mirándolo a los ojos.

—¿Todo está realmente resuelto ya? ¿Incluso lo de Harley?

—Lo que queda pendiente se resolverá cuando llegue el momento —murmuró—. Ahora mismo, hay algo más importante esperándonos.

Antes de que pudiera decir una palabra más, él la volvió a besar—y esta vez, Vienna no se resistió.

---

Después de registrar su matrimonio, Vienna y Alan se fueron de luna de miel por un mes.

Al regresar, Vienna comenzó a prepararse para la llegada del bebé.

Pasaron algunos meses antes de que pudiera volver a la universidad. Incluso cambió de carrera.

Aunque en un principio había pensado dejar al bebé al cuidado de Sasha, todo cambió en el momento en que dio a luz.

El bebé era un niño, y en cuanto lo tuvo en brazos, su corazón se derritió.

Decidió permanecer cerca de él, más aún después de que su abuelo falleciera poco tiempo después del parto.

Para poder compaginar la maternidad y los estudios, Vienna decidió mudarse a un departamento cerca del campus.

Alan se opuso rotundamente al principio, pero tras mucha persuasión y dulces palabras, terminó cediendo.

Mientras tanto, Nisan no había regresado como prometió, y frustrada, Vanessa decidió seguir adelante con su vida.

Desde entonces, había salido con una larga lista de hombres y no parecía tener intención de detenerse.

Para Vienna y Alan, todo parecía perfecto. Sin preocupaciones importantes que nublaran su paz, decidieron hacer un pequeño viaje antes de que Vienna se mudara oficialmente.

—Vienna, ¿qué estás empacando? —se quejó Alan desde la puerta, con tono exasperado—. Solo vamos a la casa de huéspedes, y allá ya hay casi todo lo que necesitamos.

Ella llevaba más de dos horas preparándose, y él empezaba a impacientarse.

Momentos después, Vienna salió arrastrando dos enormes maletas.

Alan alzó las cejas, incrédulo.

—¿Qué llevas en esas cajas? ¿Son solo para nosotros dos?

—Son para mí —respondió dulcemente, pasándole por el lado—. Ahora saco las tuyas.

Antes de que él pudiera protestar, ella volvió a entrar.

Alan suspiró y, a regañadientes, cargó las maletas en el auto.

Poco después, Vienna regresó con otra bolsa más, y por fin partieron.

Al llegar a la casa de huéspedes, se instalaron rápidamente y disfrutaron del tiempo juntos—cocinando, conversando y redescubriéndose en la tranquilidad del lugar.

Justo cuando se preparaban para dormir, un golpe fuerte en la puerta los sobresaltó.

Vienna la abrió, y Joel se desplomó en sus brazos, llorando desconsoladamente.

—¿Joel? —exclamó ella, sorprendida y confundida—. ¿Qué pasó? ¿Por qué lloras como un niño?

Intentó apartarlo con delicadeza, pero él se aferró con fuerza a ella hasta que Alan apareció detrás y carraspeó.

Joel soltó a Vienna de inmediato y se volvió hacia Alan, todavía con lágrimas en los ojos.

—¿Qué haces aquí a esta hora? ¿Te echaron de tu casa? —preguntó Alan, sin inmutarse.

—¡Me echaron... por tu culpa! —sollozó Joel dramáticamente—. ¿Para qué necesitas otra luna de miel? ¿Cuántas has tenido ya?

Alan puso los ojos en blanco y le dio un empujoncito.

—Déjame adivinar. ¿Olvidaste algo importante otra vez? ¿Su cumpleaños, tal vez?

La expresión de Joel lo confirmó.

Alan negó con la cabeza y jaló a Vienna para sentarse junto a él. Joel los siguió.




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