—¿Te vas a quedar a dormir? —pregunta Victoria mientras se lleva otro trozo de fruta a la boca.
—No estoy segura de si debería —responde Vienna, tomando también un bocado del plato.
Instantes después, Miner entra en la casa. Ambas mujeres se ponen de pie para recibirlo. Victoria se le acerca con una sonrisa radiante, lo envuelve en un cálido abrazo y le quita el maletín.
—¿Y a qué se debe tanta emoción? —pregunta Miner, alzando una ceja ante el inusual buen humor de su esposa.
—¿No te alegra verme feliz? —bromea Victoria con un tono juguetón.
—Claro que sí… solo que me sorprende —responde él, visiblemente intrigado.
—Vienna también está aquí —añade Victoria, lanzándole una mirada cómplice a su hija.
Miner asiente, entendiendo el mensaje, y se quita el traje y los zapatos antes de acomodarse en el sofá. Victoria los recoge en silencio y se los lleva al dormitorio.
—Los dejo para que hablen —dice con una sonrisa antes de desaparecer por el pasillo.
Miner se vuelve hacia Vienna.
—¿De qué se trata? Sonabas muy seria.
—Papá —comienza ella, dudando, con tono grave—, necesito preguntarte algo. Es sobre Benita.
—¿Benita? ¿Qué pasa con ella? ¿Te está molestando otra vez? Nunca debí permitir que saliera de la cárcel.
—¿Tú la ayudaste a salir? —pregunta Vienna, frunciendo el ceño.
—No, no lo hice. Alguien más lo hizo —responde rápidamente.
—Entonces, ¿cómo lo sabes? ¿Pensabas ayudarla si nadie más lo hacía?
Miner suelta una risa nerviosa.
—Era como una hija para mí… Solo hablaba por preocupación.
El rostro de Vienna se endurece.
—Papá, ¿hay algo más que deba saber? ¿Algún secreto sobre Benita?
—¿Qué tipo de secreto? No te ocultaría nada a ti ni a tu madre —se defiende él.
—Pero ya nos has ocultado cosas antes —insiste Vienna, observándolo de cerca.
Miner guarda silencio.
—Papá —dice con firmeza—, ¿engañaste a mamá con la verdadera madre de Benita?
—¡¿Qué?! —Miner alza la voz, claramente escandalizado—. ¿Quién te dijo semejante mentira? ¡Jamás le he sido infiel a tu madre!
Victoria entra bruscamente, alarmada.
—¿Qué estás insinuando? —le reprocha a Vienna—. ¿Cómo puedes pensar algo así de tu padre? ¡Él nunca me engañaría!
—Entonces, ¿cómo explicas lo de Benita? —insiste Vienna, sin ceder.
—¡Basta ya! —estalla Victoria—. Sabes que la acogimos porque…
—Mamá, por favor, deja que papá hable por sí mismo —la interrumpe Vienna.
Victoria se vuelve hacia Miner, ahora visiblemente preocupada.
—¿De qué está hablando?
Miner suspira profundamente.
—No es lo que piensas. No tuve una relación con ella. Conocía a su padre biológico.
Se recuesta en el sofá mientras ambas mujeres lo escuchan con atención.
—Un amigo mío tuvo una hija con otra mujer: Benita. Su esposa se negó a aceptar a la niña, así que él me pidió ayuda. No podía quedármela ni contarte, así que la dejé en un orfanato cuando tenía dos años.
Hace una pausa, el remordimiento asomando en su expresión.
—Años después, cuando él murió, su esposa no quiso saber nada de la niña. Me sentí responsable, así que traté de encontrar una forma de traerla de vuelta. Justo en ese tiempo, Vienna sugirió que adoptáramos a una niña… y cuando me di cuenta de que era la misma, acepté.
—¿Ese amigo era Spencer? —pregunta Victoria en voz baja.
Miner asiente.
—¿Y por qué nunca me lo dijiste? —pregunta ella, dolida.
—No sabía cómo hacerlo.
—Pues creo que Benita cree que tú eres su verdadero padre… y que la abandonaste —dice Vienna con resignación.
—Eso es absurdo. Ni siquiera nos parecemos.
—Tal vez recuerda tu rostro del orfanato. Tengo que irme —dice de repente, poniéndose de pie.
—¿No que ibas a quedarte a dormir? —pregunta Victoria, decepcionada.
—Dije que no estaba segura —le recuerda Vienna con suavidad.
—¿Y tu hermana? —insiste Victoria, con la esperanza de que se quede más tiempo.
—Yo me encargo de eso —responde Vienna, dirigiéndose hacia la puerta sin mirar atrás.
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Más tarde...
Nisan camina de la mano con Jennie hacia el escenario principal. Se detienen frente al público. Mientras intercambian los anillos, Nisan echa un vistazo a su hermano sentado entre los invitados, aplaudiendo como todos los demás.
Fuerza una sonrisa y niega con la cabeza, en silencio. Todo esto es absurdo: se está comprometiendo con una mujer que alguna vez estuvo prometida a su hermano, y todos fingen que no pasa nada. Incluso los padres de Jennie actúan como si nada.
Jennie interpreta mal su sonrisa, creyendo que es de felicidad. Radiante, se inclina para besarlo tras ponerle el anillo, pero Nisan se gira sutilmente, evitando el beso. Jennie, avergonzada, lo disimula con una sonrisa y lo sigue fuera del escenario, saludando aún al público.
En su mente, todo marcha según lo planeado. Tarde o temprano, tendrá el corazón de Nisan… y a Vanessa fuera de su vida para siempre. Los rumores que difundió sobre Vanessa funcionaron. Ella no ha vuelto a la empresa, aunque Nisan se negó a despedirla. Para no levantar sospechas, Jennie dejó el tema.
Por ahora, mantenerla alejada es suficiente. Ojos que no ven, corazón que no siente. Y si Nisan quiere conservar su puesto, no se atreverá a dejarla.
Después de la ceremonia, tras saludar a decenas de invitados y esquivar a la prensa, Nisan se excusa y se retira a una sala tranquila. Se deja caer en una silla y enciende un cigarrillo. Uno se convierte en dos, y sin darse cuenta, casi termina la cajetilla.
No había fumado ni una sola vez desde que vivía con Vanessa. Pero desde que se involucró con Jennie, no puede parar—y va empeorando.
Se incorpora, metiéndose un chicle en la boca para disimular el olor, cuando suena su teléfono. Número desconocido. Duda, pero contesta.
—¿Quién…? —empieza a decir, pero se detiene al oír la voz.