Dos de los guardaespaldas de Alan entraron en la habitación y tomaron a Benita con firmeza de los brazos de Sam, escoltándola sin piedad.
—Sé que ha hecho cosas terribles —dijo Sam con un dejo de compasión—, pero por favor... no le hagan daño.
—Depende de mi humor —respondió Alan con frialdad, y luego se giró para llevarse a Vienna fuera de la casa. Sam los siguió.
—No sabía que le habías contado esto a Alan —dijo Sam a Vienna, con una mezcla de sorpresa y preocupación en la voz.
—Lo siento —respondió ella con suavidad—, pero era lo mejor.
La paciencia de Alan comenzaba a agotarse, su expresión se tornaba cada vez más seria.
—Señor Alan, de verdad lamento todo —dijo Sam, dando un paso adelante y extendiendo la mano. Alan no la tomó. En lugar de eso, pasó de largo con indiferencia. Sam soltó una risa leve, sin tomarse a mal el desaire. Se volvió hacia Vienna.
—Solo espero que aún podamos ser amigos —dijo con sinceridad, volviendo a extender la mano.
Alan dio un paso instintivo hacia adelante, pero Vienna lo detuvo sutilmente con un leve toque en el brazo.
—No creo que eso sea posible ya —dijo ella con dulzura, aunque con firmeza—. Aun así, gracias... por creer en mí.
En lugar de tomar la mano de Sam, buscó la de Alan.
Sam soltó una risita breve, claramente decepcionado.
—Auch. Rechazado por los dos a la vez. En fin... me voy.
Esbozó una media sonrisa y se alejó.
Alan se volvió hacia Vienna, su rostro iluminado con una sonrisa genuina y poco común. Sin decir una palabra, la abrazó con fuerza. Ella también lo rodeó con los brazos, sintiendo cómo el calor de él la envolvía.
—¿Nos vamos a casa? Hay alguien que nos espera —susurró él. Vienna asintió, y juntos se marcharon en el auto de ella.
---
Más tarde, cuando Vienna regresó de visitar a sus padres, le contó a Alan todo lo que su padre le había revelado. También decidió contarle toda la verdad a Sam. Aunque le llevó tiempo, Sam terminó por creerle. Le compartió todo lo que sabía sobre Benita y los planes que habían tramado en el pasado.
Al descubrir que Karen era la verdadera mente maestra que había perjudicado tanto a Vienna como a Alan, Sam se sintió profundamente arrepentido. Se culpó por no haber impedido que Karen se convirtiera en la persona que llegó a ser. Prometió apoyar cualquier decisión que Vienna y Alan tomaran.
Aunque Vienna sintió la tentación de enfrentarse a Benita impulsada por la rabia, sabía que los errores de su padre habían contribuido al odio que Benita sentía. Así que, en lugar de buscar venganza, decidió reunirse con ella y tratar de aclarar los malentendidos.
---
El trayecto a casa fue silencioso. Al llegar, Alan fue rápidamente al lado de Vienna, le abrió la puerta y—sin previo aviso—la levantó en brazos.
—¡Alan! —exclamó ella, sorprendida, pero no se resistió.
Al llegar a lo alto de las escaleras, él la depositó con cuidado. Sus miradas se encontraron. Alan acortó la poca distancia entre ellos y la besó—al principio con suavidad.
Vienna se derritió en el beso, sus brazos se enredaron alrededor del cuello de él. Cerró los ojos, saboreando el momento... hasta que de pronto él mordisqueó su labio.
—¡Ay! ¡Alan, eso dolió! —protestó ella, apartándose.
Alan rió con ligereza.
—A mí me han herido peor.
Vienna intentó alejarse, molesta, pero él la sujetó por la cintura y la atrajo hacia otro beso antes de que pudiera escapar. Sabiendo que no tenía oportunidad cuando él se ponía así, se rindió, profundizando el beso. Justo cuando las cosas comenzaban a calentarse—
Ejem.
Ambos se congelaron.
En la entrada estaban Sasha y el pequeño Alex, observándolos. Rápidamente se separaron.
—Mamá... —murmuró Vienna, avergonzada, y corrió a tomar a Alex de los brazos de Sasha.
—Dijiste que trajera a tu hijo para que pudieras pasar tiempo con él —comentó Sasha con sequedad—. Pero parece que estás más interesada en la compañía de tu marido.
Todos se dirigieron a sentarse. Alan claramente molesto por la interrupción.
—Mamá, te pedí que vinieras por la tarde. Apenas es la una —murmuró él.
—¿Y ahora resulta que es culpa mía por llegar temprano? ¿Cómo puedes decir eso delante de tu hijo? —lo reprendió Sasha.
—No, mamá, no quiso decirlo así. De verdad nos alegra verlas —dijo Vienna rápidamente, intentando calmar la situación.
—No puedo creer lo irresponsables que son los dos —continuó Sasha—. Dejaron a su hijo conmigo tanto tiempo sin decir nada. ¿Y si yo no hubiera estado?
—Por eso estamos agradecidos de que sí estés —dijo Alan con tono plano, ganándose un leve golpe en el hombro de Vienna.
—No digas eso —le susurró ella, molesta.
—Lo sentimos mucho —dijo Vienna—. He estado a tope con la universidad, y él ocupado con el trabajo.
—Ah, ¿y lo que acabo de ver también era parte del trabajo? —preguntó Sasha con sarcasmo.
Vienna se quedó en silencio, sin saber qué responder.
—Mamá, ¿cuándo te vas? —preguntó Alan, aún visiblemente irritado.
—Hijo desagradecido —espetó Sasha, tomando de nuevo a Alex—. Si no somos bienvenidos, nos vamos.
—Puedes irte, pero por favor no te lleves a mi hijo —dijo Alan con firmeza.
—Es mi nieto. Yo he sido quien lo ha cuidado —replicó Sasha, ofendida.
—Lo siento, mamá —cedió Alan, acercándose a ella—. Estuve mal.
Sasha suspiró y volvió a sentarse. Vienna tomó a Alex, pero él empezó a llorar cuando sin querer ella presionó el botón de apagado de su juego. Vienna lo encendió de nuevo rápidamente, pero el daño ya estaba hecho.
Intentando calmarlo, se lo llevó en brazos a buscar otro juguete, dejando a Alan y Sasha solos.
Alan suspiró al verlos alejarse. Con Alex en casa, ya no era la prioridad de Vienna. Y él lo sentía, esa competencia por su atención.
—Alan —llamó Sasha suavemente.
Él se volvió, reconociendo el tono serio de su voz.