El Misterio del Templo

INDICIOS

      Allí se encontraba ella detrás de los arbustos observando, como siempre, acumulando los rencores como cualquier niño que colecciona piedras de colores. Desde donde estaba sentada podía ver sin ser vista, lo que a ella con apenas 9 años de edad le proporcionaba la comodidad que siempre tenía en la soledad.

       A unos metros se encontraba su hermana, la segunda entre tres, estaba ayudando al panadero a repartir el pan como lo hacia todas las mañanas, con su sonrisa tan natural y esa manera de moverse como si su caminar fuese un eterno vals. Cada vez que Allanj la examinaba sentía como si unas pequeñas agujas le apuñalaran desde la punta de los dedos hasta el fondo el corazón. Ella no entendía porque le ocurría esto, incluso se lo comento a madre una vez a lo que se arrepintió cuando logro ver lagrimas en los ojos de su madre mientras giraba la cara hacia la pequeña fuente en medio de la plaza. Mama había dicho que seguro era tanto el cariño de su corazón que se le empezaba a salir por la piel y por eso le dolía, pero Allanj no le creyó porque el viejo Cipriano siempre decía a los niños que el amor traía paz al corazón, no dolor.

       El viejo Cipriano le caía bien, siempre decía la verdad, aunque no fuese bonita. Cuando Allanj hablaba con el siempre le decía: “Tienes que cuidarte de esas agujitas niña Ally, apenas las sientas voltea la mirada y busca una flor”. Ella empezó a hacerlo aunque no entendiera para que, hasta que un mal día al correr y coger una rosa se pincho con una cosita puntiaguda que sobresalía del tallo, no sintió dolor, ni se asusto al ver la gota de sangre correr por su dedo; en cambio se preguntó como una cosita tan hermosa podía herir así. Desde entonces cada vez que veía a su hermana Abbaj dejaba que las agujitas la pincharan sin quejarse.

      Madre también solía decirles: “Que tus ojos reflejen lo que siente tu alma”, era su dicho, que después de su muerte pasó a ser el lema del pueblo, sobre todo cuando Addaj su hermana mayor descubrió por primera vez que el color de sus ojos cambiaban cuando se enojaba, lo que siempre pasaba cuando conversaba con ella, era como su súper poder, hacer poner de mal humor a los demás, a todos excepto al viejo Cipriano que siempre la entendía y le daba buenos consejos que aunque ella no los comprendiera sonaban bonito y la hacían sentirse bien.

 

      Abbaj era diferente, todos le querían; y cuando solía caminar por la plaza a todos cuanto veía le saludaban con la mano o gritaban: “Niña Abby debes venir a cenar un día con nosotros”, eso siempre causaba que Allanj sintiera punzadas mucho mas fuertes e incluso a veces tenía que correr al rio para que el agua helada adormeciera su cuerpo hasta dormirse.




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