El monstruo en su cabeza

Capítulo 1.

El salón comenzaba a llenarse de alumnos entusiasmados, muchas voces se movían por el ambiente, risas altas que rompían la armonía. La maestra Rodríguez esperaba pacientemente que los alumnos tomarán su lugar.

Desde mi puesto al fondo del salón, podía ver las piernas torneadas y bronceadas de miss Rodríguez, era la profesora más joven, atractiva de forma diferente a las otras chicas, tenía una sensualidad única, quizás era su edad o que sin duda se cuidaba mucho porque tenía un cuerpo esbelto.

—Si tan solo tuviera unos años menos—me dije a mi mismo, fue imposible no sonreír a mi idea. La misma que en los dos últimos años se ha estancado en mi cabeza.

Ella pareció notar que algo me hacía feliz en mi propia burbuja y también me sonrío, sé que no hay coquetería en el gesto, pero quiero imaginar que sí.

El sonido de la campana se mueve por toda la infraestructura logrando que todos nos quedemos en silencio, es el turno de miss Rodríguez para hablar.

Viste una ajustada falda negra y una blusa de seda celeste, tacones de mediana altura, si tan solo fuera unos años más joven, me repito mentalmente.

—Buenos días alumnos, no saben lo feliz que me hace verlos a todos reunidos nuevamente—su voz es amable, pero con ese toque de autoridad que nos recuerda que ella manda—por lo que logré ver algunos han disfrutado muy bien sus vacaciones—nos sonríe.

Mi atención hacia ella es interrumpida por la vibración de mi celular sobre la madera de mi asiento, es Gabriela, quien desde el otro extremo de la fila donde estoy sentado me saluda con la mano.

“Te queda muy linda esa camisa” acompaña el cumplido con una carita de beso, le respondo algo similar, basándome en lo poco que vi de su ropa cuando entró al salón. Sé que anda de falda así que daré en el blanco, inmediatamente me responde con un mensaje un tanto subido de tono para las ocho de la mañana, pero si algo me gustaba de Gabriela era su picardía.

Olvidando por completo a miss Rodríguez me dispongo a chatear con Gabriela, cada nuevo mensaje es aún más atrevido que el anterior. Mi cerebro arma respuestas de forma rápida, mientras enciendo a Gabriela con mensajes de texto, le respondo a Roberto que está a mi lado, preguntando cuantas veces lo hice en las vacaciones, el siempre tan directo.

En menos de diez minutos me encuentro chateando con tres personas, conversaciones distintas, debo enfocarme para no mandarle un mensaje candente a Roberto.

—Como todos lo saben los celulares son prohibidos dentro del salón de clases—la voz de miss Rodríguez me golpea de frente.

Agarrado con las manos en la pantalla, solo le sonrió y le muestro como lo guardo en el bolsillo de mi pantalón, ella solo asiente.

Trató de concentrarme en lo que está diciendo pero solo puedo pensar en las respuestas atrevidas de Gabriela, que puedo ver ahora se muerde los labios, y ha liberado un botón de su blusa lo que me permite ver el encaje de su sostén negro.

—Cuando vine me informaron que tendremos una alumna nueva—la noticia captó mi atención—espero que todos le demos una cordial bienvenida y la hagamos sentir como en casa.

En ese preciso momento alguien tocó la puerta. Cuando la maestra fue a abrir saqué mi teléfono, ahí estaba la respuesta que quería, una invitación abierta a descubrir el color de bragas que hoy usaba Gabriela, rápidamente respondí un si seguro, y los últimos dos mensajes de Roberto.

—Alumnos le presento a Chloe Berness, ella viene de la hermosa Inglaterra, ¿no es así?

Cuando no escuché respuesta volteé a ver a la chica, jamás había visto una chica inglesa tan poco atractiva, bueno, no era fea, pero parecía tan simple.

Tenía el cabello rizado, un tanto alborotado, largo, vestía jeans rotos, botas sucias y desgastadas, una sencilla camiseta blanca y una camisa roja manga largas, aunque la usaba remangada de forma descuidada, solo podía ver un pendiente brillando en su oreja y muchas pulseras en ambas muñecas.

Labios finos, blanca como ninguna otra de las presentes, delgada, encorvada, ¿Dónde estaban sus senos? Tenía piernas largas, o bueno eso parecía. Los jeans no los usaba tan ajustados como normalmente lo usan las chicas, sus ojos eran bonitos, azules, muy claros, pero bueno todas las chicas aquí tienen ojos claros, inmediatamente la saqué de mi lista de posibles conquistas.

Presionada quizás por mi mirada de análisis me miró fijamente. Sus ojos parecían querer atravesar mi cráneo, esa intensidad era desagradable, inmediatamente aparté mi mirada.

—Ese espacio está desocupado—le dijo la profesora.

Le indicó el único asiento al que todos le huyen, el del centro, es como sentarse en el centro del mundo y que todos alrededor te miren. Cada movimiento que haces lo podemos ver desde todos los ángulos, en un salón de clases ese era el peor lugar.

—Bueno alumnos, ¿no creen que Chloe debería contarnos un poco sobre ella?—la profesora tenía cierta emoción en su voz, parecía no notar que la chica quería fundirse con la madera de su asiento—vamos Chloe cuéntanos algo, de pie—ordenó la maestra, ella obedeció.

Cuando movió su mano izquierda pude ver un tatuaje de una estrella, bastante sencillo, inmediatamente lo cubrió con la faja de su reloj, obviamente sabía que eran prohibidos dentro del colegio.




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