El monstruo en su cabeza

Capítulo 2.

Solté un pesado suspiro solo acomodando mi cabeza en el respaldar del asiento de camioneta. Pasé saliva intentando aliviar la sensacion de garganta seca que sentía, pero después solo llevé mi cabello hacia atrás cuando la chica bajó de mi regazo.

Empecé a acomodarme la ropa al mismo tiempo que ella, quien solo se acomodó el cabello largo en una coleta alta antes de bajar por complrto su falda.

—Me encanta pasar el tiempo contigo—susurró Gabriela aun un poco agitada, amarró sus manos a mi cuello y me besó, mordiendo con demasiada intensidad uno de mis labios, la separé de inmediato mí.

—No me gusta que hagas eso—le dije entre dientes, levantando mi mochila del piso.

—¿Por qué?—preguntó burlona—¿acaso alguien te reclama si te ve alguna marca?

—No, pero es desagradable, no soy vaca para andar marcado—le dije ya molesto, le pasé su bolso y simplemente bajé del vehículo.

Era la segunda semana de clases, y la quinta vez que venía con ella a pasar un tiempo en privado con ella en mi jeep. Por alguna razón esta vez no resultó tan satisfactoria como las otras.

Cuando me alcanzó se amarró a mi cuello, puso su cabeza en mi pecho, odiaba que hiciera eso, la solté no de la mejor manera.

—¿Pasa algo?—preguntó confundida.

—Tú sabes que eso no me gusta.

—¿Pero porqué? Soy tu novia ¿no?—intentó unir su mano a la mía, eso me resultaba incómodo.

Las reglas entre la relación que teníamos ella y yo fueron establecidas desde el primer beso. Mientras los dos quisiéramos lo mismo iba a funcionar. Sin ataduras o títulos.

—Odio las etiquetas Gabriela.

Bufo y soltó mi mano con un movimiento muy dramático.

—Estas insoportable hoy—me indicó con esa voz que solía ser delicada, pero a veces fingida.

Caminó un poco más rápido pero luego se detuvo, regresando hasta estar frente a mí, sus movimientos me confundieron, pero ella simplemente me besó.

—Yo podría quitarte el mal humor cariño—susurró en mis labios.

—Ya tuve suficiente por hoy.

Esta vez fui yo quien la dejé ahí y terminé de llegar a la cafetería. Caminé con paso firme hasta la mesa donde un sonriente Roberto me esperaba, el mejor que nadie sabía de donde venía.

—¿Qué tal todo?—preguntó bajito, era probable que ya toda la mesa supiera donde estaba.

—Bien—expulse con amargura.

Su rostro se puso serio

—No luces bien.

Suspiré pesadamente, entre darle explicaciones a Roberto y soportar a Gabriela ya estaba perdiendo la paciencia.

—Es Gabriela, después de hacerlo le da por hablar de amor, y sabes bien que eso no va conmigo. Se supone que ella también lo sabe.

Sonrió nuevamente y se subió a la mesa a mi lado, ambos miramos como Gabriela entró pero se sentó con un grupo de porristas, ni siquiera volteó a vernos.

—Ella es sexy hermano, muchísimo, y además ya todos piensan que son novios, ¿Qué diferencia hace un título? Podría ayudarte que nadie te la quiera quitar.

—Si ella se quiere ir con otro no es mi problema, y sabes que un título lo vuelve formal—dije entre dientes.

—Bueno, bueno, vos sabrás, pero debes admitir que ella esta buena, y que muchos en esta cafetería y toda la escuela en realidad te envidian.

Esta vez sí logró sacarme una sonrisa, volteé a ver a Gabriela y le sonreí. Al final de cuenta ella no tenía la culpa de mis arranques extraños, su sonrisa se amplió, pero no se movió de mesa, solo me guiñó un ojo.

Detrás de ellas, a unas tres mesas de distancia, con una ventana atrás de ella estaba sentada Chloe. Hacía rodar su manzana verde contra la mesa, y tenía prensado entre los dientes un dulce.

Un rayo de sol iluminó algunos tonos dorados en sus rizos y algo de lo que leía la hizo dibujar una tibia sonrisa, una linda sonrisa.

Llevaba dos semanas como la aun alumna nueva, al segundo día pensé que iba a tomar otro lugar pero se sentó en la silla de en medio y todo los días siguientes. Siempre que me fijaba en ella, podía ver que tenía un ojo dibujado en la esquina de su hoja o bien estaba dibujándolo, era una grandiosa dibujante.

Me he sentado a su lado en la clase de biología, seis veces, y aun no he logrado que responda mis saludos, en la tercera clase movió su cabeza después de haberle dicho buenos días, aunque quizás era que estaba disfrutando de la música, porque parece escuchar mucho.

Normalmente fuera de clases la veo leyendo, aun no estoy seguro si es el mismo libro en estas dos semanas. Nadie sabe cómo llega a clases, pero siempre está de primero en el salón de la primera hora, y aun nadie averigua como se va. No toma el autobús del colegio, ni vienen por ella, ni siquiera camina, solo desaparece.

—¿Por qué se seguirá sentando sola?—pregunté en voz alta, todos voltearon a verme.

—¿De quién hablas?—Charlie preguntó.

Señalé con mi cabeza en la dirección de Chloe.

—Será porque nadie la quiere, es desagradable—respondió una chica, una nueva conquista de Charlie, no tenía idea de su nombre—dicen que estuvo en un reformatorio en Inglaterra—continúo la chica—al parecer es una adicta a la marihuana y otras drogas, por eso es tan delgada.




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