El monstruo en su cabeza

Capítulo 10.

Estaba desarrollando un partido de fútbol, me encantaba el fútbol, en el otro lado del campo las chicas intentaban estirarse, aunque en realidad solo se reunían en grupo para platicar y quizás estaban criticando a Chloe, no sería nada raro.

Chloe como siempre en las últimas horas de educación física estaba sentada en las gradas, parecía no importarle el sol en su espalda, y aunque vestía el mismo uniforme que las otras chicas, ella lucia diferente.

Me costó mucho no verla o hablarle en estos tres días, y el lunes que regresamos cobardemente no pude ni verla a los ojos.

Hoy me encontraba nuevamente luchando con todas estas extrañas ideas en mi cabeza, ideas que solo la inflaban cuando la descubría viéndome. Quise y lo intenté mandarle un correo, pero no era eso lo que quería, necesitaba su número, hacerla reír como lo hice alguna vez, escucharla hablar de los libros que la apasionan y descubrir que otras cosas hacen feliz a Chloe Berness, la chica inglesa de cabello rizado y ojos azules que se había adherido a mi cabeza.

Cuando llegó la entrenadora todas se colocaron en una línea recta, Chloe con su caminado pausado fue la última en llegar.

— ¡Harry!—alguien gritó mi nombre distrayéndome.

Inmediatamente continúe con el juego, horas frente a la pantalla jugando FIFA parecieron dar buenos resultados, realmente lo estaba haciendo muy bien.

Gabriela me saludó con un gesto coqueto, pero ya no despertaba nada en mí, era la única que había anudado su camiseta, dejando ver su ombligo y usaba los shores más cortos que el resto de chicas.

Cuando la profesora hizo sonar su silbato todas las chicas se reunieron alrededor de ella con una paciencia digna de un caracol, Chloe se quedó unos metros detrás de ella.

Su short no era tan corto, bueno, era el más largo de todos, y la camiseta le quedaba como todo lo que usa, completamente grande. Sus rizos indomables intentaban escapar de la coleta que los sujetaba, los rayos del sol dibujaban líneas doradas en ellos, y el azul de su iris era más claro que nunca.

—Hermano te la vas a comer con los ojos—Roberto me abrazó de los hombros, me sentí nervioso, ¿se habrá dado cuenta que últimamente miró mucho a Chloe?

—No sé de qué hablas.

—Vamos, de Gabriela, aunque bueno, por como luce yo no la dejaría salir de mi cama.

Roberto tenía esa particular forma de expresarse de las chicas como si fueran una línea de carne, pero bueno ya me había acostumbrado y debo confesar que a veces me ponía muy a la par de él.

—¡Muévanse!—nos gritó la entrenadora y regresamos al balón.

Me gustaba el fútbol, quizás era el deporte que más me apasionaba, aunque suene muy trillado, y todas las horas de práctica frente al televisor con el PlayStation hicieron en buen trabajo cuando hice mi jugada y anoté un gol.

Mis gritos fueron interrumpidos cuando mis compañeras comenzaron a correr, todos nos unimos en un solo grupo de chicos hormonales viendo los senos de las chicas moverse de arriba abajo cada vez que corrían, sabía que Gabriela no usaba sostén, casi nunca lo hacía.

Todas adelantaron a Chloe en cuestión de segundos, ella corría pausado pero constante, con su vista al piso, pérdida en alguna idea de su cabeza.

—¡Muévanse!—gritó nuevamente la entrenadora, era quizás la única mujer que se atrevía a gritarnos y de alguna forma nos intimidaba, aunque era pequeña, resultaba amenazadora.

Continuamos con el partido pero pronto nos detuvimos, ya las chicas iban caminando y moviéndose en grupo mientras conversaban entre ellas, si tenían la oportunidad de evitar el deporte sin duda la tomaban. La paciente y constante Chloe en algún momento pasó frente a ellas, y de alguna forma me hizo sonreír.

Algunas personas son malas, por querer serlo, cuando miré la idea malévola cruzar los ojos de Gabriela comencé a caminar en dirección a ella. Nuevamente dos chicas retomaron velocidad y cada una pasó empujando el hombro de Chloe, el impacto fue de sorpresa y la hizo tambalear, pasó una tercera que empujó casi toda su espalda y por último fue Gabriela quien la hizo caer.

El cuerpo de Chloe tocó la pista artificial por completo, apresuré mi paso y la tomé del brazo, pero rechazó el tacto de una forma bruta.

—Vamos Chloe, por favor—le pedí con el hilo de voz más delicado que pude.

Nuevamente intenté levantarla y esta vez no se resistió, tenía una pequeña herida en el labio, una horrible en la rodilla y varias líneas en su brazo. Guiado por algo comencé a sacudir el polvo de su camiseta, rozando con mis dedos su delgado abdomen, su cintura marcada, no ha sido una caída suave.

Cuando lllegó a profesora inmediatamente me detuve, no pude ver a Chloe a los ojos y sentía los ojos de mis compañeros atravesando mi espalda.

—Chloe ¿Qué te sucedió?—la maestra me la quitó del brazo, y con muchísima más confianza le sacudió toda la camiseta y le revisó a herida en su pierna pálida.

—Me caí—susurró la chica, claramente mentía, pero la serenidad en sus facciones resultaban convincentes.

—¿Tú culpa?—la maestra sabía como eran mis compañeras, volteó a verlas desafiante.

—Sí, me enrede en mis pies—dijo Chloe bajito, ¿Por qué las defendía?




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