El monstruo en su cabeza

Capítulo 19.

El lugar no estaba muy lleno, pero básicamente todos estaban en la pista de baile, las parejas se movían sensuales casi convirtiéndose en una. Las chicas sacaban su mejor repertorio de baile rozando con casi todo su cuerpo la entrepierna de sus parejas, Gabriela solía bailar de esa manera, y debo admitir que no siempre era cómodo tener una erección en un lugar público.

Claro que esta noche era diferente, Chloe era como una pequeña avecilla asustada de la música, las personas y todo lo que encerraba estar por primera vez en un club. Apenas se ha movido un poco de donde nos encontrábamos, afortunadamente logré conseguir una mesa con sillas donde nos ubicamos.

—¿Quieres bailar?—le pregunté, acercándome un poco a su oreja, cuando me di cuenta que no he llamado su atención, la tomé de la cintura haciendo que volteara a verme—¿quieres bailar?—le susurré esta vez a su oreja.

—¡No!—respondió, gritando más de lo preciso—en realidad creo que paso

—¿Por qué? Podemos hacerlo aquí sino quieres ir a la pista porque está muy llena.

—En realidad es que no sé cómo hacerlo, te dije que nunca he estado en una disco—me señaló en tono de excusa y disculpa—lo siento quizás no sea tan buena compañía esta noche.

—No digas eso—le llevé el suelto cabello rizado hacia atrás—vamos, no es tan malo. Así como me enseñaste de arte, pintores y escritores, me toca a mi enseñarte un poco del mundo de las fiestas.

La sonrisa en ella fue en realidad encantadora, la miré soltar un pesado suspiro como resignada a intentarlo, pero luego de buscar mi mirada asintió al fin.  Uní la misma mano que tenía en su cintura a su mano, sus dedos se aferraron a los míos con fuerza, temblaba un poco, me sorprendía cuantas emociones parecía sentir por una simple disco.

Así unidos nos abrimos paso entre las parejas que se movían en la pista, algunas chicas que me conocían detuvieron su baile sensual para analizar a mi pareja, parecía que ninguna lograba comprender porque estaba con ella, pero solo me afiance más firme a Chloe.

Nos colocamos en el centro de la pista, con todo a nuestro alrededor, pero en realidad solo estando los dos. Las luces chocaban en ese punto, iluminando el hermoso rostro de Chloe de muchos colores, sus azules ojos con costo me miraban, porque volteaba a todos lados y sus dedos unidos a los míos me pedían protección.

Poco a poco separé mi mano de la de ella, puso cierta resistencia, pero dejó que pasará, estábamos frente a frente, sus ojos clavados en la pista viendo sus zapatos negros. Vestía un jean que se ajustaba bien a sus largas piernas y su blusa en un rosa pálido tenía un escote que dejaba sus hombros al descubierto, con cada rizo suelto y vivo a su manera.

—Chloe, vamos, mírame—le susurré pegándome una vez más a ella—no es una tortura cariño—me miró con grandes ojos por lo que solo le sonreí.

La luz blanca le iluminó el sonrojado rostro, pero después de asentirme dio un paso hacia mi por lo que la tomé de la cintura.

—Vamos, muévete con la música—le dije.

Una canción de Lana del Rey modificada con electrónica hacia vibrar el lugar, Chloe se movió despacio separando con costo sus pies, sus ojos nuevamente se clavaron en el piso, como queriendo ver si estaba haciéndolo bien.

—No, nada de mirada al piso—le levanté el rostro desde su barbilla, me pegué lentamente a ella—mírame, deja de dudar o pensar en lo que te rodea, estamos solo los dos ¿sí?

—Sí, es solo que, temo pisarte.

Por supuesto me puse a reír, sin dudarlo le coloqué ambas manos en la cintura y la pegué un poco más a mí. Esta era la noche en la que más cerca de ella me sentía, en la que quizás más había rozado su piel, en la que más bella lucia, quizás esta noche, después de tantas conversaciones, correos, pleitos, cambios de humor y todo lo demás, pueda llegar a ella en otro nivel.

Pensando en todo lo que podría pasar, en lo mucho que he vívido a su lado, los cambios que ha habido en mí como persona, no me di cuenta que estoy siguiendo sus pasos, lentos, pero especiales y eso me gustaba, aunque solo pude negar cuando nuevamente le vi la mirada en el piso.

—No mires al piso, mírame a mí—le dije despacio, solo a ella—muévete un poco más rápido, siente la música.

Tomé sus dos manos y sacudí su cuerpo un poco, logrando que por fin sonriera, lo hice nuevamente y esta vez fue esa su risa con sonido musical, unos minutos después me encontraba brincando con ella agarrada a mis manos, sonría tan hermosamente y sus rizos se movían con ella.

Logré que diera una vuelta y sus dos pies se enredaron, antes que cayera la tomé de la cintura. Toda su espalda quedó pegada a mi pecho, mi corazón latiendo en su espalda, sentía su respiración agitada chocando en mi brazo, entonces como siguiendo una orden de su cuerpo comenzó a mover sus caderas despacio, como un péndulo de lado a lado.

Sentía el roce de su cuerpo en mi entrepierna y todo mi ser se tensó, llenándose poco a poco de una excitación diferente que iniciaba desde los dedos de mis pies. La electricidad me recorrió completo cuando ella misma afianzó ese brazo que cruzaba por su cintura y continúo moviéndose.

Mientras la música cambió a algo de Tiesto, la hice girar, pero esta vez sus ojos chocaron con los míos. Podía ver su confusión, su deseo y sé que ella podía ver el mío. Sus senos rozaban mi pecho y estaba seguro que sentía el movimiento de su corazón agitado, dejé correr mis manos a ese límite carnal del fin de su espada.




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