El monstruo en su cabeza

Capítulo 24.

Aún no logró acostumbrarme a ver tanto blanco en un lugar. Mi mente se distrae con el sonido que emiten los zapatos de la enfermera en el azulejo, no es la primera vez que voy a la habitación de Chloe, pero siento los mismos nervios que en la primera.

Como siempre es la enfermera quien abre la puerta de la habitación, la luz del sol entra en los amplios ventanales. El ambiente huele a frutillas del shampoo de Chloe, el olor indica que al fin han conseguido que se lave el cabello, lo que podría significar un gran avance, por lo que solo suspiró apenas sonriendo cuando Clarisa lo hace.

—Hola Harry—me saluda aparentando normalidad. Me regala su mejor sonrisa y regresa su vista a la revista que estaba leyendo.

Han pasado dos semanas desde el incidente donde Chloe quiso cortarse las venas. Dos semanas donde ha intentado cinco veces hacerse daño y solo es detenida por el equipo médico del lugar. Cada día nos informan que aumentarán la dosis de medicina, que harán cambios de horarios o incluso que tenía que estar aislada de los otros pacientes. La mantuvieron de esa forma por tres días, no fue la mejor decisión.

Mis ojos estaban clavados en la espalda de Chloe, los rizos aún húmedos la cubrían casi por completo, pero verla con el cabello suelto y húmedo me gustaba, no entiendo porque, pero alimentaba una idea de normalidad que por esos minutos hacia bien.

Sus dedos ágiles y suaves movían un pincel sobre un lienzo, su propia interpretación del patio trasero, que podía ver a través las ventanas, empieza a ser plasmado.

—Hola Chloe—susurré, colocándome a su lado.

—Hola—volteó a verme y me sonrió.

Sé que no sabe quién soy. Desde hace unos días la memoria de Chloe parece moverse en un plano completamente inconsistente, su padre piensa que es la medicina, los médicos que la tratan lo adjudican a su propia enfermedad, pero sea cual sea la verdad, yo solo sé que ella me ha olvidado. Sé que no recuerda nuestros besos, la primera vez que la abracé, la primera vez que toqué su piel.

Esa sensación de amargura y nostalgia invadió nuevamente mi pecho, tuve que alejarme de ella para no romper a llorar, últimamente lloraba mucho. En la escuela, en mi casa, en cada lugar donde la verdad me golpeaba. Después de un suspiro me senté al lado de Clarisa, ella dejó la revista en la mesa y volteó a ver con los ojos llorosos.

—Hoy volvió a pintar—su voz ahogada no lograba darle emoción a su frase.

—Eso es bueno ¿no?

Todo avance en Chloe era importante para todos nosotros.

—Si—volteó a verla—pero al principio no recordaba quien era, pensó que yo trabajaba aquí—nuevamente su voz se ahogó.

—El médico dijo que sería un proceso lento Claris—intenté ser amable, pero yo sabía bien cuanto dolía aquello.

—Mi madre está desbastada, papá no duerme desde hace mucho tiempo, siento que en cualquier momento los dos también tendrán un colapso.

—Lo sé, pero debemos ser fuerte por ella. Ahora lo que necesita es apoyo, compañía y mantenernos unidos porque estoy seguro que esto no durará mucho—solo desvié mi mirada hacia donde Chloe, suspirando pesadamente—ella no puede olvidarnos, no para siempre.

—Lo sé, lo sé.

Quizás ante las emociones que quise ocultar de ella tomó mi mano y la apretó delicadamente, apenas regalándome una mueca de sonrisa.

—Clarisa, ¿crees que hoy venga mamá?—la voz de nota musical de Chloe llamó nuestra atención.

—¿Quieres ver a mamá Chloe?

Los dos nos pusimos de pie y caminamos hacia ella.

—Sí, me gustaría enseñarle mi pintura, a ella la hace feliz cuando pinto

—Si cariño—Clarisa la abrazó de los hombros—claro que le encanta, la llamaré ahora mismo.

Clarisa me sonrió con lágrimas en los ojos, con rapidez se dirigió hacia la silla donde estaba y de su bolso sacó su celular saliendo luego de la habitación.

—Eso es hermoso—me puse al lado de Chloe, volteó a verme.

Cuanto deseaba que dijera mi nombre, que me abrazara, que peleará conmigo o soltará alguno de esos comentarios sarcásticos que me ponían mal porque casi nunca los entendía.

—¿Eres amigo de mi hermana?—preguntó de pronto. Todo aquello agrietado en mi de inmediato se quebró un poco más, pero solo suspiré.

Después de aclarar mi garganta me coloqué en cuclillas a su lado.

—Chloe, yo soy...—me terminé poniendo de rodillas.

Me sentía débil e inútil. Sus ojos me miraban con cierto vacío y una enorme confusión. ¿Cómo no me encuentra en sus recuerdos? ¿Por qué me ha olvidado tan rápido?

—Chloe, yo soy Harry, ¿no me recuerdas?

Coloqué mi mano en su rodilla, fue un movimiento despacio, pero aun así se asustó un poco porque miró mi fuerte mano y luego buscó mi mirada.

—¿Harry? ¿Eres amigo de Clarisa? Aún no logró recordar a todos.

Negué con mi cabeza, esto era muy difícil.

—Soy amigo tuyo Chloe, vamos a la escuela juntos—suspiré de manera pesada—en realidad eres mi novia.




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