El monstruo en su cabeza

Capítulo 29.

Alicia llevaba el volumen de mi reproductor al máximo y la música de los ingleses retumbaba en toda la cabina. Aarón que ya conocía el gusto musical de su hermana terminó la llamada justo despues de haber salido de la heladería.

El plan parecía tan sencillo, aunque claro lo crearon dos chicos de trece años y Roberto, quien a decir verdad tenía la misma madurez que ellos, pero debo admitir que fue una verdadera sorpresa saber que se había involucrado mucho con esto del gran gesto.

Mientras regresábamos a casa maquinaba el plan, sucedería en una semana, el tiempo me parecía muy poco, pero todos ellos temían que me echará para atrás lo cual empezaba a resultar una idea atractiva.

El siguiente paso estaba basado en la ubicación de Chloe, si aún continuaba en la clínica el tiempo tenía que ser acordado con los doctores, de estar en su casa sería con sus padres, realmente deseaba que ya no estuviera en la clínica. Deseaba tantas cosas que me sentía como un completo idiota, cuando miré la emoción de mi hermana llegando las notas altas de la canción no pude evitar reírme.

Conversando con ella sobre lo aparentemente grandiosa que era la banda y la relación de ellos con sus fans y un montón de cosas de chicas llegamos a casa, el sol ya se había retirado cansado y le daba ahora la oportunidad a una luna nueva de brillar.

Mi madre estaba haciendo la cena cuando llegamos, fue bastante agradable que mi padre y Alicia se quedarán a cenar con nosotros y esa noche despues de quince días de encierro me quedé en la sala viendo una película con mamá, quien no podía ocultar su felicidad.

Cada día era un paso grande que me acercaba a ese momento, la presencia de Aarón y Alicia fue tan constante en mi casa que muchas noches tuvieron que quedarse a dormir.

Aarón y Roberto trabajaron en tres computadoras lo que según ellos sería el video más romántico del mundo mientras Alicia en una libreta dibujaba la decoración del salón, y por supuesto yo solo me quedaba ahí observándolos planear lo que según ellos sería el gran gesto que me haría recuperar a Chloe.

Una noche de un miércoles a tan solo tres días del gran día, mi sala estaba llena de personas. una combinación extraña de mi padre, madre y la mamá de los gemelos, Aarón, Alicia, Roberto y Alejandro quien se sumó el día de ayer a las preparaciones.

Compartíamos pizza y tantas ideas que no sabía cómo se les ocurría. Cuando el timbre sonó ninguno de ellos se movió, así que me tocó a mi abrir la puerta, en cuanto los vi simplemente mi corazón se detuvo un momento y luego se aceleró.

Clarisa y Mario estaban en mi umbral cada uno con una sonrisa y cargando un apetitoso pastel de chocolate.

—Tu mamá nos invitó—susurró ella.

Me tomó unos segundos reaccionar, pero cuando lo logré no dude en abrazarla y también a él, quien se puso a reír por mi repentina demostración de afecto en público.

Ambos fueron recibidos con júbilo en la sala y uno a uno los fue saludando, tenía muchas preguntas que hacerle a Clarisa y necesitaba un momento a solas con ella. Mario adivinando mis intenciones llevó el pastel a la sala y me dejó guiar a su esposa a mi pequeño comedor.

—¿Estás bien?—preguntó ella con amabilidad.

Parece que la Clarisa bromista, llena de ironía y con comentarios fuera de lugar había quedado atrás.

—Cada día mejoro un poco—respondí con una sonrisa— ¿quieres algo de tomar?

—Agua quizás.

Le serví en un vaso de cristal y me senté frente a ella, ambos suspiramos al mismo tiempo haciéndonos reír.

—Ella está igual que tú—me dijo despacio.

—¿Sigue en la clínica?

Negó, la respuesta fue sin duda un verdadero alivio.

—Lleva ocho días con hoy en casa, el proceso ha sido lento y con un corazón roto es aún más complicado.

—Fue su decisión—indiqué con un hilo de voz—aunque me esté matando, no quiero hacer nada que le haga mayor daño.

—Lo sé, lo sé, ella también lo sabe, pero aun así se nota que le duele, de la misma manera que a ti lo hace.

Ambos suspiramos, había tristeza en la mirada de Clarisa y ya no podía ocultarla.

—Aún hay más ¿no es así?

—Está en un período de prueba Harry, un mes en casa, si logra tener una relación normal con nosotros quizás la dejen un mes más, pero no podrá ser una chica normal, nunca más—su voz se cortó, las lágrimas bajaron con rapidez por sus mejillas—lo siento—señaló avergonzada, secando su rostro con el dorso de su mano.

—No te preocupes—tomé su mano—He llorado más en este tiempo que en toda mi vida creo.

El peso del que había sido liberado mi cuerpo chocó de nuevo en mi como una enorme bola de metal que destruyó nuevamente mis débiles esperanzas.

—Tendrán que educarla en casa—continúo Clarisa—no podrá terminar secundaria, nunca irá a su baile de promoción, no le darán su licencia de conducir, tendrá que estar encerrada ¿Qué clase de vida es esa?

—No lo sé, quizás la peor, ¿no hay alguna forma de que eso no sea así?

—Hay muchos tratamientos, pero no es una enfermedad tan tratable. Es tan confusa y diferente en cada paciente, necesita mucho del esfuerzo de ella y de todos nosotros, pero es muy difícil.




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