El monstruo en su cabeza

Capítulo 30.

 

Chloe y yo nos movíamos despacio en la pista de baile, no recuerdo la música, la verdad no la conozco, pero aun así esto se siente muy bien, no entiendo cómo fui capaz de resistir casi veinte días sin el calor de su cuerpo.

Acaricié lentamente sus rizos y la abracé con más fuerza a mi cuerpo, un gran gesto fue suficiente para recordarle lo mucho que la amo, lo mucho que la necesito, pero sobre todo para confirmarme que ella también siente lo mismo.

En este momento le estaba dando eso que le arrebataron, su baile de promoción, ella era mi princesa y este era el vals que teníamos que bailar para demostrarle a todos cuanto nos queríamos.

—¿Cómo te sientes?—pregunté como por quinta vez, ella se separó de mi pecho y me miró fijamente.

—Mejor ahora—dijo de nuevo, nos detuvimos para vernos fijamente.

—Te extrañé tanto—le susurré, acunándole el rostro.

—Yo también, pensé que alejarte de mí te haría bien.

Me puse a reír, mi bella Chloe.

—Estar lejos de ti es lo peor que pudo haberme pasado.

—Lamento haberte lastimado—susurró delicadamente, pero solo negué.

Tomé su rostro para dejar un beso en sus labios, un beso cargado de dulzura que se intensificó al punto de arrebatar el oxígeno en nuestros pulmones.

—Nunca me has lastimado—le señalé seguro cuando me separé—jamás, no pienses en eso ¿está bien?

Ella solo asintió. La manera que acariciaba mi rostro, como reconociéndome, como guardándome más fuertemente en su mente para cuando llegué el momento de luchar de nuevo contra ella.

—¿Sabes que no me curare?—preguntó con un hilo de voz.

—Lo sé, pero también quiero que entiendas que estaré aquí en todos esos momentos, los buenos y los peores, siempre estaré aquí.

—¿Aunque me olvidé de ti?

—Aunque te olvides de mí, esperaré paciente hasta que regreses.

—Te perderás tu vida esperando.

—Chloe, entiende, mi vida está contigo. En estos días lo intenté, intenté ser el de antes, pero ya no puedo hacerlo. Lo único que me preguntaba era ¿porque no querías estar conmigo?

—Solo no quería hacerte más daño. Pensar que podría ser una carga en tu vida o incluso frenarla, me dolía.

—Es que no lo haces mi amor, no eres una carga—ella sonrió con debilidad—me lastima verte herida, ver tu dolor, tu confusión, pero tú no me haces daño a mí, es lo que está aquí—besé su frente—pero me has demostrado que eres muy fuerte, valiente y tenaz. Soy consciente que aun cuando te pierdas vas a regresar.

Las lágrimas en sus pupilas amenazaban con arruinar este momento así que nuevamente la besé.

—Ya no llores Chloe, ya esto pasó. Podemos seguir adelante ¿no?

Ella solo asintió y sonrió, una gran sonrisa de Chloe que iluminó como un sol radiante el invernadero.

—Esto es hermoso—me dijo después de que besé sus labios, viendo todo el lugar.

—Mi hermana lo hizo, bueno los dos lo hicieron.

—Son grandiosos.

—Si lo son, y los conocí gracias a ti.

Negó delicadamente.

—Yo no hice nada.

—Claro que sí, hablaste con mi padre y sé que muchas veces me aconsejaste a recuperar mi relación con él y aunque no lo creas en medio de esta lucha esa ha sido una victoria.

—Una gran victoria—me respondió dulcemente, nuevamente sonrió.

Al ver esa sonrisa en su rostro no lo dude y la besé. La besaría cada vez que sonriera, cada vez que me recordará porque es la chica que escogí para mí, cada vez que me mirará como si fuera la mejor persona del mundo, porque ciertamente ella es lo mejor de mi mundo, es mi mundo.

Retomamos nuevamente el curso de un baile suave y descoordinado. Aún era mi Chloe con dos pies izquierdos que varias veces pisó su vestido. Cuando escuché a su estómago rugir me puse a reír tan alto que pronto ella también reía.

—Ya decía yo—le susurré en broma, siendo mi Chloe me golpeó el brazo, pero luego ella me dio un beso.

—¿Quieres comer aquí?—me preguntó.

—¿Tienes otra idea?—pregunté confundido.

—Quiero conocer a tus hermanos, y hace mucho que no ceno con mi familia ¿podríamos…

—Si—respondí rápidamente—sí, es una excelente idea—besé su frente—espera aquí, iré a decirle a Steven.

Antes de salir del invernadero besé su boca y la memorice por unos segundos en mi mente. Cuando llegué a la terraza sus padres se pusieron de pie de inmediato completamente preocupados.

—¿Sucede algo?—preguntó doña Teresa con el temor danzando en su voz.

—No—le sonreí para aliviar su miedo—ella solo quiere…quiere que comamos todos juntos y me gustaría complacerla, por favor.

—¿En serio?—preguntó Clarisa con la voz cargada de felicidad.

—Sí, ¿podrían decirle a Steven o ayudarme con eso?




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