El muérdago que nos unió.

1.

Chloe Hazethorn 

24 de diciembre 2022

Parecía apropiado que terminara llorando en nochebuena luego de rechazar la invitación de mis padres para ir a cenar con ellos. 

Pero yo ahora era una mujer casada

Sí, con veintitrés años parece que ya era lo suficientemente madura para casarme según mis padres, pero tampoco me quejé en contra de ello así que no había mucho que pudiera recriminar en este punto. 

Irme a cenar con ellos para esperar navidad no era algo que se esperara de mí, sobre todo porque mi esposo encontraría la casa vacía cuando regresara de la empresa. 

¿Quién trabajaba en nochebuena hasta más allá del horario laboral? Mi esposo. por supuesto, pero tampoco pude pensar demasiado en lo horrible que era ese hecho cuando tenía algo peor por lo qué preocuparme. 

Sollocé sentada en la alfombra de nuestra casa mientras observaba a mi cachorro quejarse y retorcerse frente a mí, la impotencia abriéndome un hueco en el estómago. 

Era casi medianoche ahora, no había ninguna veterinaria abierta y había recorrido varios kilómetros en mi auto desde las siete de la tarde, pero no encontré ningún lugar donde pudieran atenderlo. 

Volví a sollozar más fuerte esta vez cuando muérdago, el pastor alemán casi completamente negro—porque era una mezcla con otra raza que nadie nunca supo cuál era —se quejó nuevamente. 

—Por favor, no llores, te prometo que mañana buscaré quien te ayude —Lloré con él acariciando su cuello. 

Supuse que algo le había caído mal, tragó algo que no debía o tal vez los vecinos que odiaban los animales habían puesto algo en la calle para que se envenenara; tal vez me había olvidado de alguna vacuna. No lo sé, pero él estaba mal y yo no sabía cómo hacerlo sentir mejor. 

El llanto me atascó la garganta mientras desviaba la vista alrededor. 

Todavía no me acostumbraba al tamaño de la casa, cuando me casé no pensé demasiado en ello, pero él ya había pensado en todo e internamente lo agradecí. 

Nuestro matrimonio no estaba destinado a un final feliz ningún día, simplemente estaba planeado desde mucho antes de que lo supiéramos. 

Para los Hazethorn —mis padres —hacer que su hija contraiga matrimonio con el hijo mayor de los Densmore definitivamente les aseguraba el estatus; mientras que para los Densmore—los padres de mi esposo— hacer que su hijo se casara con la hija menor de los Hazethorn les aseguraba el camino a ser un monopolio en un mercado tan demandante como la joyería. Sin embargo, no había sido algo repentino. 

Conocí a Maxwell Densmore cuando tenía once años, yo acababa de cumplir ocho en ese entonces; había una fiesta en su casa, tuve cierto problema en su jardín donde terminé hecha una sopa por los aspersores y él me ofreció su chaqueta para que mamá no me regañara. 

La siguiente vez que lo vi yo ya tenía diez y él trece, iríamos a la misma escuela así que finalmente le devolví su chaqueta que había guardado y nunca pude llevarle de vuelta. 

Desde ese día nos hicimos amigos, éramos completamente opuestos, pero funcionábamos y por muchos años nuestra amistad se profundizó lo suficiente como para que incluso nuestros padres se hicieran todavía más cercanos. 

No sabíamos lo que en realidad habían planeado a raíz de lo que para él y yo era solo amistad.

Cuando cumplí quince y Maxwell a punto de la mayoría de edad nuestros padres decidieron hacernos saber sus planes. Nos comprometeríamos en cuánto yo cumpliera la mayoría de edad. Supuse que eso no era tan malo y creo que a Max tampoco le molestó, simplemente seguimos siendo amigos sin pensar en el compromiso e incluso nos olvidamos de ello por un buen tiempo. Al menos hasta que cumplí los dieciocho y llegó el momento de hacerlo oficial. 

Una puerta suena a los lejos y yo llevo mis manos a mi rostro para intentar deshacerme de las lágrimas, pensé que —como tantas noches antes —él se quedaría en la empresa o se iría a otro lado, asumí que iría a cenar con sus padres, aunque no mencionó nada sobre eso. 

A pesar de mis intentos por dejar de llorar, para no mostrarme como un desastre frente a él, no pude evitar el sollozo que me abandonó cuando muérdago se quejó más agudo. 

—¿Chloe? —preguntó desde la puerta, pero no respondí clavando los ojos en los oscuros de muérdago; escuché sus pasos acercarse hasta que su sombra cayó sobre mí —. ¿Qué está pasando? 

—Pensé que no llegarías hoy —hipé pasando una mano por mi nariz. 

—Se me hizo tarde… ¿me puedes explicar qué haces ahí? ¿Qué le pasa a muérdago? 

—No lo sé —Mi voz se rompió como lo estaba haciendo mi corazón desde que mi mascota comenzó a quejarse hace unas horas —. Estaba bien, le di su comida, lo llevé a pasear… y luego simplemente lo llamé y nunca vino, lo encontré en el jardín quejándose y no sé qué tiene o qué le duele —sollozo apretando mis dedos entorno a mi abrigo —. Salí a buscar un veterinario y no encontré ninguna clínica abierta por las fechas, todos los lugares estaban cerrados y ya no supe qué hacer… 

—¿Es alérgico a algo? —Sacudo la cabeza negando sin saber si me está mirando, pero yo no puedo dejar de ver a mi mascota, no quiero que sienta que lo dejo solo —. ¿Qué crees que pueda ser? 

—No lo sé, tiene todas sus vacunas, no olvido nada sobre él y no dejo que coma cosas mientras paseamos porque sé que hay gente cruel en todas partes… No sé qué tiene —lloriqueo secando mis lágrimas.

Intento mantener la compostura, entre todos los consejos que mamá me dio antes de la boda estaba el hecho de que a mi esposo no le importa lo que me suceda, cuando llegue cansado solo tengo que ofrecerle un hogar, mi compañía y no sé cuántas cosas más. 

Y no es que estuviera completamente de acuerdo con ella en muchos de esos consejos, pero tampoco estaba muy alejada de la realidad cuando los dijo. Desde nuestra boda no ha habido un día que Maxwell deje de trabajar, la empresa de sus padres es su vida, el matrimonio está probablemente en tercer lugar si no es que está más abajo. 




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