El muérdago que nos unió.

3.

Maxwell Densmore

24 de diciembre 2022

—Siéntate, Chloe. 

—¿Qué pasa si muérdago se muere? —Ahogo el suspiro ligeramente exasperado que quiero emitir, no por su pregunta en sí, sino porque no tengo la más mínima idea de cómo ayudarle con su preocupación. 

Mi esposa es un enigma para mí. 

Chloe Hazethorn y yo nos casamos hace nueve meses, pero desde antes ella ya era alguien que yo nunca pude descifrar. Incluso hace casi seis años cuando ella solía mencionar que yo sabía todo sobre ella debido a nuestra amistad, todavía sentía que no la conocía en lo absoluto. 

Y desde entonces han pasado muchas cosas. 

—Esperemos que eso no suceda —concedo en lugar de alguna reflexión sobre su muerte, solo sé que si ese perro muere Chloe estará destrozada. 

Y no voy a saber cómo lidiar con eso. 

—Ven a sentarte un momento, Chloe —Ella me mira mordiendo el interior de su mejilla, su cara hinchada y las mejillas sonrojadas por su llanto anterior. 

Me duele el pecho, figurativamente. 

Nunca pensé que este matrimonio hiciera a Chloe tan infeliz como mencionó hace unos minutos. Sé que luego de nuestro compromiso ella encontró formas de alejarse y yo también, nuestra amistad—que había crecido desde que teníamos once y trece años— se fracturó tanto por la distancia como por el peso sobre nuestros hombros hasta cumplir con lo estipulado; pero no pensé que fuera tan malo para ella. 

Quiero decir, decidí darle su espacio desde que tuve que poner ese anillo en su dedo, en la actualidad ella pasa mucho tiempo en su estudio diseñando prendas o viendo documentales de moda, practicando sus diseños una y otra vez hasta que se siente satisfecha; no sale mucho, normalmente incluso habla poco por celular. 

Nunca pensé que fuera tan solitario para ella. 

—Lamento no haberte acompañado a la cena con tus padres —comento cuando ella se sienta a mi lado. 

Por alguna razón hemos sido una serie de malentendidos para ello, pero a ella apenas parece importarle. 

—Al menos me hubieras vuelto a preguntar —murmura distraídamente mirando su regazo, pero no puedo evitar la incomodidad que me oprime el pecho ante el tono dolido. 

—Lo siento, interpreté el silencio como si no quisieras que fuera contigo —admito luego de unos segundos, sus palabras en la casa clavándose nuevamente como estacas en mis hombros. 

—¿Haces mucho eso? —cuestiona luego de unos segundos frunciendo el ceño. 

—¿Qué? 

—Interpretar cosas sobre mí, el silencio, por ejemplo —Lo pienso por unos segundos antes de suspirar y responder: 

—Creo que sí —Es su turno para suspirar mientras sus ojos se clavan en la puerta de la habitación donde se encuentra muérdago en una camilla mientras Rocco lo revisa. 

Probablemente no me va a dejar en paz luego de hacer esto, pero podría haberlo sacado incluso de la cama esta noche. 

—¿De dónde sacaste que odio la navidad? —Chloe intenta llenar el silencio luego de unos segundos, probablemente para distraer su mente cuando sus ojos se llenan de lágrimas. 

—Mientras estuvimos comprometidos nunca aceptaste mi invitación a pasarla con mis padres a pesar de que los tuyos siempre me alentaron a hacerlo —Una sonrisa triste se esboza en sus labios y me preparo para sus palabras llevando una de mis manos a mi corbata. 

—No quería hacerlo incómodo para ti, ya era bastante evidente que no querías relacionarte demasiado conmigo, arruinar las navidades con tu familia habría sido horrible —Mis cejas se juntan y giro en el asiento para mirarla, su cabeza esta recargada de la pared ahora. 

—¿De dónde sacaste que no quería relacionarme contigo? —indago empujando un mechón de su cabello detrás de sus orejas, su piel morena pecosa es suave cuando rozo su mejilla y eso atrae su atención hacia mí.

—Casi nunca fuiste a verme y cuando salíamos apenas hablábamos, desde que nos casamos pasas más tiempo en la empresa que en casa y como esto era concertado pensé que sentías que estaba robando tu libertad y lo expresabas de esa forma… —Su voz es un susurro para que Rocco no pueda escucharla y de todas formas no creo que lo haga. 

La miro por varios segundos o tal vez minutos absorbiendo sus palabras. 

Ciertamente hemos sido distantes desde que se concertó el compromiso y yo podría maldecirme un par de veces al notar su forma de verlo.

La comunicación no es nuestro fuerte, definitivamente. 

Pero podía decir eso cuando aún estábamos comprometidos, yo tenía la universidad y comenzaba a dar los primeros pasos en la empresa de mi familia; Chloe al mismo tiempo tenía su carrera y la presión de su familia por ser un tanto perfecta. 

Sin embargo ¿Qué habíamos hecho los nueve meses después de nuestro matrimonio para no tener una conversación sincera que aclarara todo esto? 

—Pensé que debía darte tu espacio, antes de nuestro compromiso dijiste que estabas asustada porque sabías que algún día tendrías que convertirte en una esposa trofeo por el bien de su familia y que probablemente terminarías odiando a tu esposo —murmuro y ella abre mucho los ojos con un jadeo.

Sus ojos marrones se clavan en los míos mientras sus labios se abren y luego los humedece sacudiendo la cabeza. 

—Yo… tenía catorce en ese entonces. 

—Sí, pero lo dijiste y en cuánto nuestros padres lo anunciaron pensé que me odiarías por convertirte justamente en eso —resuelvo encogiéndome de hombros —. No quería que me odiaras. 

Chloe me observa por mucho tiempo en el que le sostengo la mirada mientras algo de compresión se vuelve líquida en sus ojos marrones, luego sacude la cabeza llevando la vista al interior de la habitación. 

—¿Y tu comportamiento de los últimos nueve meses? La mayor parte del tiempo prefieres estar en la empresa ¿no pensaste en intentar que al menos fuéramos felices aquí? —Su pulgar e índice le dan vueltas al anillo en su otra mano. 




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