El muérdago que nos unió.

11.

Chloe Hazethorn

30 de diciembre 2022

Patinar no es de mis actividades favoritas, así que aprieto con fuerza la mano de Maxwell mientras nos movemos sobre la pista en Lansville.

—Vas a pagarme esto, Max — Él se ríe girándose para patinar de espaldas mientras me observa de frente, sosteniéndome la mano porque patino más lento. 

—Con mucho gusto, le exhorto a solicitar el método de pago que quiera. 

—¿Por qué siento que eso suena a que estás ofreciendo tu cuerpo a cambio? —cuestiono entrecerrando los ojos y él se encoge de hombros. 

—No me importaría pagar de esa forma, las deudas no me gustan, señora Densmore —Se detiene y yo me estrello contra su pecho cuando no tengo tiempo para detenerme, resoplo y su brazo rodea mi cintura. 

—¿Ah no?

—No, mi esposa puede elegir el pago que quiera —resuelve encogiéndose de hombros, nos guía sobre la pista todavía sosteniéndome en su brazo —. ¿Entonces? 

Me encojo de hombros rodeando los suyos con mis brazos mientras nos movemos hasta llegar al borde de la pista donde me sostengo de las barras. 

—Me interesa ese método de pago, sí. 

—Está disponible en cualquier momento que quiera que su deuda sea saldada —murmura inclinando su rostro hacia el mío, humedezco mis labios. 

—¿Cualquier momento? 

—Cualquier momento—afirma y yo lo sigo mirando, sus irises se oscurecen mientras me observa y yo le devuelvo la mirada sintiendo lo que se construye y no decimos. 

La tensión que no podemos tocar, pero se siente en la piel, en los momentos que menos esperas; la manera en que la sangre corre vertiginosa haciendo cosquillas como si nos tocáramos con la mirada.

Hace cuatro días que estamos en Lansville, no hemos hecho mucho fuera debido a la nieve así que hemos usado el tiempo para ver películas, hacer galletas que quedan duras y saben extrañas; pasamos tiempo acariciando a muérdago, saludamos a sus hermanos de lejos y nos quedamos besándonos y hablando en la cama más tiempo del que jamás lo haríamos en otros días. 

A pesar de que ya pasó navidad Max me ofreció decorar el árbol que está en la casa, pero le dije que podemos hacerlo el próximo año, no tengo ningún problema con habernos saltado esa parte. 

—¿Cansada?

—Hace mucho frío ¿regresamos? —Max asiente presionando un beso sobre mi nariz y hacemos justamente eso. 

Mientras caminamos de regreso sopeso nuestra relación en los días anteriores, de alguna u otra forma Max se las ingenia para hacer que todo se quede en una inocencia que ya no tenemos. 

En cuánto entramos saludo a muérdago acariciando su cuello antes de pasar directo a la habitación para deshacerme de las capas de ropa cuando la calefacción hace que ya no las necesite. 

Me siento al borde de la cama mirando Max hacer lo mismo hasta que está solo en una camiseta y sus pantalones. 

—¿Qué quieres cenar? 

—No tengo hambre —murmuro observándolo desde mi lugar, levanta una de sus cejas acercándose y yo lo sigo con la mirada hasta que se detiene frente a mí, me pongo de pie también. 

—¿Segura? Podemos hacer… —Sus palabras se detienen cuando deslizo mis manos por su pecho en ascenso hacia sus hombros, levantándome sobre las puntas de mis pies deslizo mis dedos entre las hebras rubias del cabello en su nuca y empujo su cabeza hacia abajo hasta que puedo alcanzar sus labios. 

—Bésame, Max. 

—Siempre que quieras, mi vida —Sonríe antes de que sus labios atrapen los míos y entrelaza sus manos en mi espalda baja empujándome contra él. 

Encajamos en los lugares correctos, cada curva y relieve parece haber sido hecha para que existiéramos juntos. 

No sé cuánto tiempo pasamos besándonos, pero siento la piel ardiendo, la sensibilidad en lugares donde no me había sentido necesitada antes. 

Max me levanta hasta que enredo mis piernas en sus caderas y luego nos lleva a la cama, mi espalda encuentra las sábanas y afianzo mis extremidades alrededor de él cuando veo sus intenciones de alejarse. 

Deslizo mis manos por debajo de su camiseta y él se estremece mientras arrastro mis uñas por sus abdominales, un sonido gutural abandonando sus labios cuando sigo el camino bajo su ombligo hasta el inicio de su pantalón. 

—¿Chloe? 

—Eres mi esposo, Max —Su mano se hunde en mi cabello mientras deslizo mis dedos bajo su pantalón. 

—Lo soy. 

—Entonces hazte cargo de mí —susurro contra su boca —. Te necesito —Jadeo y él suelta un gemido cuando lo ahueco en mi palma sobre su ropa interior. 

—Chloe, cariño, no me hagas esto. 

—¿Qué? —susurro acariciándolo, Maxwell se deja caer a un lado y yo aprovecho para sentarme a horcajadas sobre sus muslos, inclinándome para besarlo sin dejar de frotarlo con mi palma por encima de la ropa. 

Sus dedos se clavan en mis caderas antes de llevarlos al borde de mi camiseta y empujarla hacia arriba, lo veo dudar mientras inspecciona mi cara y yo termino de sacar la tela por sobre mi cabeza. 

—Mierda… 

—¿Así que te sientes impresionado de que ya no luzca como una adolescente? 

—¡Maldita sea, sí! —Me rio disfrutando de la forma en que sus ojos bajan de mi rostro a mis pechos cubiertos por el sostén delgado, tomo sus manos y hago que sus palmas los cubran, echo la cabeza hacia atrás con un suspiro y me arrastro sobre sus muslos hasta que su erección encaja perfectamente entre los míos—. ¿Me necesitas? 

—Sí, Max…

—¿Estás segura? —Asiento efusivamente balanceando mis caderas, creando fricción entre nosotros. 

—¿A quién más podría necesitar que no sea mi esposo? ¿No se supone que eres mío para eso? —Él sisea y entonces vuelve a hacernos girar hasta cernirse sobre mí. 

—Soy tuyo para todo lo que quieras —murmura contra mi piel antes de fundirnos el uno en el otro. 

Sus labios me exploran por completo, sus manos me tocan sin dejar ningún lugar y yo no podría sentirme más completa que al momento en que sus brazos me mantienen unida cuando siento que podría desmoronarme en un orgasmo. 




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