Me acerqué a una de las tres jóvenes que estaban detrás del mueble de madera oscura, cada una trabajando con una computadora y con un auricular en sus orejas, con un micrófono por el que hablaban al que llamará al hotel, la joven dejó sus labores y me regaló la sonrisa habitual, aunque la de ella era diferente, más mecánica y fingida.
—¿Lo puedo ayudar en algo? —las otras dos chicas dejaron también el teclado de su computadora, sonrían de la misma forma y tenían las mejillas aún más rosadas de lo que ya las tenían por el maquillaje, lucían nerviosa, eso empezaba a fastidiarme
—Me gustaría saber dónde puedo encontrar a Lillyana o Lilly— las chicas se miraron entre ellas.
Parecía que yo preguntará por ella realmente les sorprendía, pero ninguna borró su sonrisa, una de ellas asintió con su cabeza y la chica solo volteo a verme, en algún momento su silencio y ese crucé de miradas me hizo sentir como si estaba preguntando por un fantasma.
—Está en el ala este del hotel, en el segundo piso, pero, lo que necesite podemos ayudarlo—fue bastante obvia con su respuesta, no quería que hablará con Lilly, simplemente sonreí y me fui sin decir nada más, que modales, mi mamá estaría muy decepcionada.
Subí las escaleras y luego me arrepentí, después de casi unos cuarenta escalones hacia arriba, llegué al segundo piso cansado y con poco aire, tenía la misma estructura que el resto del hotel, incluso de los otros hoteles en los que ya había estado, pero tan solo pasé saliva cuando la vi al fondo del elegante pasillo.
Su cabello rojo se movía suavemente en el pasillo, con sus audífonos al cuello y el paño de tela negra que pasaba con delicadeza por los jarrones y pinturas, el leve movimiento que hizo con sus caderas me hizo sonreír, ¿Qué tipo de música escuchaba que la mantenía tan animada?
— ¿Lilly? —susurré, pensé que no me había escuchado, pero detuvo la limpieza en una de las pinturas y se quedó de espalda a mí.
Me acerque a ella de forma cautelosa nuevamente estaba nervioso y con el corazón acelerado.
—Lilly—volví a llamarla y esta vez sí giró hasta quedar frente a mí.
Era más baja que yo, pero de una manera adorable, sus ojos quedaban a la altura de mi nariz, traté de buscarle la mirada, pero parecía avergonzada o incluso triste
—¿Estás bien? —pregunté, levantó la mirada solo para mostrarme su verdadero estado de ánimo, molestia pura, fruncía los labios, ya no había sonrisa, ni siquiera la obligatoria.
—¿Necesitas algo? —era directa, ya no me trataba de usted, bajo nuevamente su mirada y estuvo a punto de seguir su trabajo, pero espero una respuesta, quizás por cortesía.
—¿Te he causado problemas? Disculpa por lo del comedor, no había visto tu placa, fui un tonto—volteó a verme, parecía dudar de la sinceridad de mis palabras.
—No te preocupes, aún conservó este trabajo, pero básicamente mientras estés aquí no puedo hablar contigo, ni con nadie de tu equipo, si no te molesta volveré a la limpieza—por supuesto que me molestaba, prohibirle hablar conmigo era lo más estúpido que había escuchado.
—Hablaré con el encargado, no te preocupes, en serio no quería causarte problemas y en realidad creo que están exagerando.
—No hagas nada por favor, igual no me gusta hablar con superestrellas, hasta luego.
Me dio la espalda y continúo limpiando la pintura, que ya lucía muy bien, ¿cuál era la manía que toda esta gente por limpiar lo que ya estaba limpio? Quise decir algo, pero no sabía que podría mejorar esto, me di la vuelta y me dispuse a caminar hacia el ascensor.
No pensaba subir las escaleras hasta el piso diez donde estaban nuestras habitaciones, Fabián había reservado toda el ala oeste, aunque solo ocupábamos ocho de las doce habitaciones que había, pero no me sentía cómodo con todo lo que pasaba así que me quede de pie en medio del pasillo ¿idiota por qué no lo dejas ir?
Regresé hacia donde estaba la chica, ya no limpiaba la pintura, más bien la admiraba, tenía el rostro sereno como en paz, muy tranquila, aunque la miré hace unos segundos lucía muy hermosa con la luz que se colocaba de los amplios ventanales resaltándole el cabello rojo.
—Lilly déjame hablar con el encargado, no quise causarte problemas
—Es hermosa ¿no crees? —susurró, ni siquiera volteo a verme, seguía perdida en la pintura.
Si bien la miré unos segundos solo miraba pinceladas desordenadas, ni siquiera era un paisaje o algo normal, la miré a ella y me coloqué más cerca, su brazo rozaba suavemente el mío, su piel era suave y aunque yo podía sentir el roce parecía que ella no lo percibía, pronto su perfume me hizo pasar saliva encontrándolo dulce y acogedor.
Vi de nuevo la pintura, después de todo si era un paisaje, un tanto sombrío, parecía una especie de bosque, aunque los troncos se fundían unos con otros, sobre ella se elevaba un pico alto, donde la aparente sombra de una mujer observaba lo que parecía una extraña luna roja, cuando parpadee todo eso se perdió y solo quedaron las confusas pinceladas, pero lo que había visto si era hermoso
—Tienes razón es una hermosa pintura—susurré muy suavemente, la tensión estaba ahí una vez más,
Al voltear a verla me encontré con sus ojos que ahora comprende abarcan todos los grises, viéndome fijamente, sonreí, pero ella volteó su rostro hacia la pintura y también sonrío.