— ¿Alejandro? —esa su voz era un suave susurro acarició mi piel.
Sonreí cuando recordé a quien le pertenecía ese timbre de voz, casi podía ver su cabello de fuego, su sonrisa blanca, ese hoyuelo que la hacía lucir tan adorable, las pecas en su nariz, sentí una corriente eléctrica en mi espalda, luego bajo por mi brazo y se instaló en mi cabello.
—Alejandro, arriba—nuevamente ahí estaba su hermosa voz, escuchar que sus labios pronunciaban mi nombre simplemente amplio mi sonrisa.
Sentí un dolor incomodó en mi hombro, como que algo muy delgado prensó parte de mi piel, me desperté desesperado cuando el dolor no se detenía, parpadeé cuanto pudo tratando de adaptarme a la extraña iluminación del lugar y lo poco que lo reconocía.
—¿Qué fue? ¿qué está pasando? —pregunte con urgencia.
Me sentía desubicado, estaba en una posición incómoda, busqué como cambiar de postura, pero en ese movimiento sentí caer a un precipicio, unos delgados dedos se me aferraron a mi costado antes de que eso sucediera.
Seguía en la pequeña cama donde no alcanzaba, aun dentro de la sala de masaje, pero la chica que me despertó no era la masajista, era Lilly, sus enormes ojos estaban sobre mí y las ruborizadas mejillas tan solo me hicieron pasar saliva.
—¿Estás bien? —preguntó con suavidad.
Me miraba fijamente con sus penetrantes ojos grises, pude divisar delgadas líneas azules en su iris, su piel emanaba un perfume envolvente, fresas y algo más, ya no vestía el uniforme del hotel, sino más bien algo muy casual, una delgada blusa de un amarillo que resaltaba en su piel, su cabello suelto muy lacio le enmarcaba el rosto, sus ojos reflejaban el tono de su blusa, cuando arqueo una ceja pude comprender que aun esperaba respuesta.
—Si estoy bien, ¿qué haces aquí?
Se separó de mí, y soltó mi brazo, el dolor desapareció, pero dejó una estela de incomodidad en un punto de mi piel
—Todos arriba te están buscando como locos, supuse que estabas aquí y en efecto te encontré solo y bien dormido—se alejó un paso de mí, y pude ver como sus mejillas se tornaban aún más rojas, y luego toda su cara. — ¿Tienes frio? —preguntó aguantando una sonrisa.
No entendí su pregunta, pero luego sentí una corriente de aire subir por mis pies, miré hacia la dirección donde su mirada se había desviado levemente y de inmediato los colores se subieron a mi rostro.
La toalla que antes cubría mi trasero y esa zona, ya no estaba, llevaba lo que parecía algunas horas dormido y en un impulso muy natural partes de mi cuerpo despertaron, ahora tan solo usar un ajustado bóxer parecía la peor de las ideas, ella tan solo se dio la vuelta y busco una bata en los vestidores, misma que me paso sin voltear a verme.
Sé puso de espalda mí dejándome apreciar el largo de su cabello, sus piernas eran torneadas y muy hermosas, pálidas como su piel, utilizaba una falda muy corta y botines del mismo tono de su blusa, completamente llamativos, el tono amarillo de los zapatos contrastaba con los cordones negros del botín, cuando me di cuenta que me había quedado demasiado tiempo observando su silueta me puse la bata y bajé de la cama, si así se podía llamar aquello.
—Lilly te ves muy bonita—halagué.
Se giró hasta quedar frente a mí, bueno algo así, aunque los zapatos le dieron cierta altura, aun sus ojos no chocaban con los míos.
—Te buscaré tu ropa para que te vayas, sino matarás a mucha gente de un infarto—respondió al parecer ignorando mi halago.
Se metió nuevamente en el vestidor, en eso el espejo captó mi imagen, pude ver una marca roja en mi hombro, cuándo la toque había cierta incomodidad. Regresó con mi ropa bien doblada sobre sus manos, tenía una expresión pensativa, quizás por mi reciente halago al que no dijo nada.
—Ten—colocó la ropa sobre mis manos, nuestros dedos se rozaron, estoy seguro que ambos sentimos la electricidad.
—Lilly ¿cómo me despertaste? —pregunté percibiendo una vez más el punto de incomodidad en mi espalda, la vi bajar la mirada y sonreír, de verdad, un sonrisa incluso burlesca.
—Era la única forma, bueno antes de tirarte de la cama, tuve que pellizcarte—confesó
Sentí que la marca punzó, pero tan solo me puse a reir.
—Bueno supongo que ya te cobraste lo de la mañana entonces—alcancé a decir entre mi risa.
Esta vez sí me miro a los ojos, regresando a ese estado pensativo que parecía envolverla siempre que escuchaba algo que no le agradaba.
—No me he cobrado nada, solo quería despertarte—sonó molesta—tengo que irme, intenta alistarte rápido que tu representante sufrirá una embolia cerebral si tardas más tiempo.
Avanzó hacia la puerta, pero la detuve de su codo, me miró fijamente, los dos parpadeamos confundidos a esa nueva corriente de electricidad que se deslizo por nuestras pieles, acercándome un paso hacia ella pude notar cierto rastro de tristeza en sus ojos.
—Espérame, me cambio y subimos juntos—alcance a decir, en su frente se marcó su ceño, parecía analizar la propuesta, pero de inmediato negó.
—No creo que sea buena idea, ya te desperté, hasta ahí llego mi trabajo— quitó su codo de mi mano y avanzó hasta la puerta hasta irse del lugar.