El mundo de Lilly

10. Decisión.

El sonido del cristal estrellándose contra el piso me despertó, logré ver como la chica buscaba como recoger los trozos del florero, mientras era reprendida por la mujer que las supervisaba. Me acomodé nuevamente en la cama, estaba muy cansado, el concierto fue único, fascinante, casi tres horas cantando, siendo recibidos por fanáticas maravillosas que nos demostraban todo su amor coreando toda la noche nuestras canciones.

Desgraciadamente la única persona que pensaba impresionar, no llegó, cuando llegué al hotel Maurice me dijo que Lilly no vino a Moscú, por lo tanto, no recibió las entradas, debo admitir que me sentí muy triste, simplemente me vine a dormir, aunque sé que Samuel y los chicos salieron a celebrar.

En algún momento, no supe cuándo, las mujeres de limpieza se fueron, estaba completamente solo, por algún motivo, emocionalmente así me sentía. Sé que tengo todo lo que cualquier persona soñaría, fama, fortuna, viajes, pero una área de mi aún estaba incompleta, por casi tres años traté de llenar ese vacío con la sensualidad de Nicole, pero necesitaba algo más que sexo para sentirme completo.

Cerré mis ojos tratando de quedarme nuevamente dormido, pero una persona interrumpía mi objetivo, Lilly, solo podía pensar en ella, en su sonrisa, sus ojos, sus pecas, su cabello. Lilly tenía esa forma de ser tan diferente, ella hacia lo que quería, decía lo que pensaba, pero al mismo tiempo se preocupaba por los demás, odiaba lo falso, la mentira, el egoísmo e hipocresía, no era nada interesada, todo lo contrario, era muy humilde.

Sin duda era una persona muy diferente a todas las que conocía y quizás todo eso me hacía pensar en ella como loco, me senté en la cama.

—Tengo que verla—me dije a mi mismo, me puse de pie y metí al baño.

Se supone que mañana partiríamos a Sant Petersburgo, pero yo tenía que ver a Lilly, así que me iría hoy, decirle a Fabián seria como cancelar mis planes, obviamente no aceptaría. Armé la única maleta que siempre cargaba, crucé la guitarra a mi espalda y salí dejando la habitación en perfectas condiciones, eran a penas las diez de la mañana no sabía a qué hora habían regresados los demás.

En el vestíbulo todos hacían sus labores, lucían algo cansados, quizás un poco estresados.

—Maurice, hola buenos días ¿puedes hacerme un favor? —me miró y marcó la sonrisa automática, pero algo en él no estaba bien.

—¿Qué necesita señor Alejandro? —el tono de voz confirmaba que el tipo no se encontraba bien, sonaba triste.

—¿Te encuentras bien Maurice? —me miró fijamente y borró la sonrisa.

—Sí, estoy bien, un poco cansado, ya necesito vacaciones—reí ante su respuesta, quizás atender a una banda de rock pop no sea nada fácil.

—Solicítalas antes que te de algo—tan solo asintió— bueno necesito que le digas a Fabián que partí hoy a Sant Petersburgo que allá nos vemos—me miró fijamente.

—¿Irá a ver a la señorita Lilly? —mis intenciones eran muy obvias.

—Si iré a verla, quizás podamos salir antes de que lleguen todos—me miró con tristeza, ya eso no era cansancio.

—Espero ya esté bien—susurró débilmente, no entendí su comentario, ¿hablaba de ella o de mí?

—¿Por qué dices eso? —me miró un poco asustado, quizás el comentario era más un pensamiento en voz alta.

—Por nada, es que la señorita se tensa cuando viaja, pero ahora supongo estará mejor—su respuesta no sonó segura, sonrió— bueno joven Alejandro no lo atrasó más, su mensaje será entregado.

No seguí indagando en lo que significaba la tensión de Lilly y busqué un vehículo. Afortunadamente el concierto no solo dejó agotado a los chicos, sino también a las fanáticas que parecían estar reponiendo energía, no había nadie afuera del hotel, tomé un taxi, quizás la primera experiencia normal que tenía desde hace un año.

El señor lucia muy amable y de edad avanzada, lo que significaba que no tendría problemas con ser reconocido, el viaje al aeropuerto fue silencioso y tranquilo, algo maravilloso. Cuando llegamos mi primera reacción fue bajarme con sumo cuidado, pero no había cámaras, nadie sabía que yo viajaría hoy, afortunadamente cada uno cargaba con sus papeles y pases de viajes, lo que me dio la oportunidad de concretar esta rara y loca decisión.

—Disculpe ¿podría darme su autógrafo? —me sorprendió ver que el conductor extendiera una pequeña libreta hacia mí. —Es para mi nieta—el hombre sonrió por lo que no pude negarme.

Firmé las hojas con entusiasmo, entre al aeropuerto sintiéndome lo más normal posible, el vuelo abordaba en diez minutos, lo cual era perfecto así no tendría que esperar mucho. A pesar de haber logrado pasar como cualquier persona, no logré cambiar mi asiento de primera fila, así que me acomodé en el amplio espacio y traté de dormir las dos horas que aun necesitaba.

Para mi desgracia el viaje no duro más de una hora, la turbulencia del avión a punto de aterrizar me despertó, media hora después de aterrizar ya me encontraba montado en un taxi, para aumentar mi suerte, el aeropuerto, las calles, todo estaba despejado, obviamente mañana sería algo diferente.

El taxi se detuvo frente al imponente hotel, era mucho más alto que el de Moscú, la bandera inglesa y rusa ondeaban en lo alto, indicándome que quizás la encantadora pelirroja o alguien en su familia tenía sangre inglesa, sintiéndome entusiasmado atravesé la puerta por mi cuenta, tomando una bocanada de aire de la sensación de libertad que experimenté.




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