El mundo de Lilly

11. Conociendo.

Las agujas del reloj parecían que corrían un maratón, el tiempo pasó con muchísima rapidez, los chicos llegaron al siguiente día antes de las siete de la mañana y desde su llegada nuestra semana en Sant Petersburgo fue rapidísima o así se sintió.

Pronto nos encontrábamos viajando hacia Sudáfrica, todos lucíamos emocionados, aunque Nicole aun viajaba con nosotros su presencia se volvió como la de un fantasma, solo si te concentrabas sabias que estaba ahí.

Los conciertos en Sudáfrica tuvieron más seguridad de la necesaria, el lugar era hermoso, el concierto se dio en el Cape Town Stadium, con cada nuevo concierto nuestra relación con las fanáticas crecía inmensamente.

En nuestro primer concierto en Australia nos sorprendieron otorgándonos nuestro segundo disco de oro, por la cantidad de ventas de nuestro álbum. El primer y segundo sencillo seguían en el top cinco de todas las listas a nivel internacional, incluyendo Estados Unidos, quizás el gran sueño de Fabián se cumpliría pronto.

La emoción aún no se iba de nuestros cuerpos, con cada día que pasaba ya no había cansancio, había solo adrenalina y entusiasmo, cada concierto era único, diferente y mucho más cargado que el anterior.

Conversaba con Lilly todos los días, unas tres veces al día quizás, siempre me hacía reír, aunque nuestras llamadas no eran muy largas. Regresó a su casa en Moscú cuando yo estaba apenas arribando en Australia, pensaba tomar un avión a Moscú cuando los conciertos terminaran, pero la casa disquera programó nuestro último concierto en el mismo lugar donde iniciamos, el O2 arena, en Londres.

Siempre que hablaba con Lilly encontraba una nueva idea para poder verla, debo agradecer nuevamente a la tecnología, las cámaras web y la portátil, aunque a veces con las video llamadas la imagen se quedaba congelada, nada me hacía más feliz que verla, aunque sea a través de la pantalla.

Su cabello rojo no lucia tan vivo y casi no podía ver las pecas en su nariz, pero si el hoyuelo que se formaba cada vez que se reía, que últimamente lo hacía muy seguido cuando conversaba conmigo.

Conocer de ella simplemente la convirtió en alguien maravilloso, más único de lo que ya pensé que era, tenía diecinueve años en noviembre cumpliría los veinte, era mayor que ella tres años y ya tenía literalmente una lista con doscientos artículos que quería de regalo.

Casi todos eran pequeñas cosas que para algunos no tendrían sentidos, como plumas de diferentes colores, unas pulseras de madera, un afiche francés, telas, postales, unos libros, tazas ¿Quién pide una taza? calcetines, llaveros, cosas mínimas que ellas parecía darle una importancia diferente.

No tenía ni la más mínima idea de donde conseguir dichas cosas, el lado femenino de Coralia quizás podría ayudar. Conversábamos mucho de la familia, me obligaba a llamar a mis padres luego de hablar con ella, así que también me comunicaba mucho con ellos, mi madre y padre se escuchaban más felices cada día.

En nuestro último concierto en Australia cargaba una nueva maleta con artículos para Lilly y mi madre, mi buen humor parecía que también influía en los demás. Samuel bromeaba y reía todo el día y para nuestra buena suerte Nicole regresó a Londres dos días después de pisar suelo australiano, nadie entendió porque, ni nos atrevimos a preguntar, mejor dicho, nadie quiso saberlo, aunque suene cruel la presencia de Nicole ya no encajaba en nuestro mundo, mucho menos en el mío.

No estaba seguro del tipo de relación que tenía con Lilly, pero si era algo diferente, nunca lo había sentido. Esa ansiedad de saber de ella, sonreír solo con escuchar su voz, pero sobre todo necesitar, sentir verdadera ansiedad por verla, quería abrazarla, cuidarla, incluso besarla, ese pensamiento se movía en mi cabeza constantemente.

Todo lo que conocía de ella me fascinaba, era una verdadera ambientalista, según me dijo tuvo unas diez mascotas, todas encontradas en algún parque o albergue, eso era fascinante, intentaba consumir lo menos posible productos carnívoros, no se tildaba de vegetariana, después de todo disfrutaba de vez en cuando de unas buenas hamburguesas.

Vivió con sus padres en Londres, por eso su ingles era muy bueno, pero estos se separaron cuando ella tenía nueve años, no hablamos mucho de eso, pero si podía sentir que le dolía, momentos después entendí porque, su papa falleció cuando ella tenía once años, lo único que ella parecía lamentar era nunca haber podido arreglar sus asuntos con él.

Ella se llevaba muy bien con su madre, decía que era su amiga, era hija única como yo, pero no era nada mimada, era muy servicial, humilde, apoyaba una pequeña fundación que donaba vivires y ropa a los niños que estaban en albergues en la India y África.

El día que me dijo eso me sentí inspirado, si bien nos había ido de maravilla era momento de retribuir lo mucho que nos han dado, cuando le di mi idea a Fabián la aceptó emocionado y con él todos los chicos.

Cada uno hizo un cheque personal, Samuel buscó una fundación en Colombia, y Coralia una en India, Fabián y Ryan lo hicieron con una en África y yo trabajé con dos, una en Nicaragua y otra también en África, y aunque no lo queríamos hacer por la atención, pronto se filtró lo que estábamos haciendo por estas ONG logrando que incluso algunos fanáticos abrieran recolectas personales para también apoyar.

Me sentí muy emocionado cuando deposité el primer cheque y desde ese momento, semanalmente donábamos cierta cantidad de dinero a dichas fundaciones. Para inicios de agosto ya habíamos regresado a Londres, fuimos recibidos por un mar de chicas, esperaba encontrar a mis padres, pero no fue así, un mal presentimiento se acomodó en mi pecho.




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