La camioneta se estacionó con lentitud frente al pequeño muro de concreto que había sido pintado de blanco, la casa tenía el mismo color amarillo pastel que recordaba, el jardín estaba descuidado, las rosas crecían salvaje en todo alrededor, esto nunca había pasado, mi madre siempre había sido muy cuidadosa con su jardín.
Abrí la casa con cuidado, la puerta rechinó un poco, todo lucia en silencio incluso algo oscuro
— ¿Mamá? —dije al vacío
Salió de la cocina, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando me vio, corrí a abrazarla. La noche del concierto en el O2, Fabián recibió una llamada de mi madre, mi padre estaba muy enfermo. El concierto terminó media hora antes de lo programado, pero nadie lo notó, en ese mismo momento aborde un vehículo para ir a mi casa.
—¿Dónde está? —mi madre lloraba sobre mi hombro aun abrazada a mí, trate de consolarla, pero incluso yo también me encontraba llorando.
Se separó de mí y me guio hasta la habitación de ellos, cuando abrí la puerta fue demasiado para mí. Mi padre parecía muerto, si no fuera porque su pecho se movía fuertemente por su respiración, me tiré de rodillas a la orilla de su cama, tomé su mano y lloré muchísimo, me sentía completamente desolado, mi madre me abrazó, pero lloró igual conmigo.
— ¿Alejandro? —la voz de mi padre sonó suave, áspera, casi inaudible, me acerqué a él y lo abracé con fuerza.
—Aquí estoy papá, estoy bien, ya regresé—intentó verme, pero sus ojos parecían que no se enfocaban en un punto así que nuevamente los cerró, me acosté a su lado—papá lo siento, debí estar aquí contigo—me sentía culpable, lo abandoné por mucho tiempo.
En nuestras llamadas mamá aprovechaba unos segundos para contarme sobre el avancé de su enfermedad, pero nunca me indicó que el deterioro de su salud era tan grave. Su mano chocó en mi rostro con cierta fuerza, con la yema de los dedos pareció dibujar las líneas de mi rostro, no podía verme, pero estaba reconociéndome.
—Hiciste mucho por nosotros hijo, estoy muy orgulloso de ti—su voz fue un susurro casi inaudible, pero ahí estaba lo abracé a como pude.
Me acomodé mejor a su lado, tomé su mano y me quedé ahí, llorando, no había forma en la que estuviera preparado para despedirme de él y ahora notando lo mucho que parecían olvidados comprendí que quizás me concentre demasiado en ellos.
pegado a su cuerpo cerré los ojos y deje que mis emociones me llenaran, llore todo lo que pude, lo que la culpa me dejo llorar.
—Hijo te están llamando—mi madre presionaba suavemente mi brazo, me había quedado dormido.
Pude ver la respiración fuerte de mi padre, aún seguía conmigo, mi madre me dio el aparato con mucha suavidad, lo tocaba como si fuera algo demasiado delicado. Era la tercera llamada que se perdía, dos pertenecía a Fabián y una a Lilly, la llamé a ella.
—Alo—su voz fue reconfortante, pero me fue imposible no llorar – Alejandro, ¿Qué pasa? —se quedó en silencio esperando mi respuesta.
—Es mi papá Lilly, está muriendo—dije cada palabra con la voz cortada.
Tan solo soltó un suspiro.
—Dime dónde vives—me sorprendió mucho su respuesta, le di la dirección y ella terminó la llamada.
Estaba remarcando su número cuando Fabián llamó.
—Hijo ¿quieres que lleguemos? —preguntó en cuando acepté la llamada.
—Sí, los necesito—no necesité decir nada más.
Coloqué el celular en la mesita de noche y me acomodé nuevamente al lado de mi padre, su respiración era acelerada, pero su rostro lucia sereno.
--Lo siento—susurré observándolo, acaricie despacio sus patillas—lamento mucho el tiempo que estuve lejos de casa, las veces que discutimos porque no nos poníamos de acuerdo y todos los enojos que tuviste que pasar por mi culpa, lo siento papá.
Mi madre acariciaba despacio mi cabello, se inclinó para darme un beso en la coronilla y tan solo suspiró.
—Te he preparado el desayuno, debes comer algo—mi mamá estaba en el marco de la puerta, lucia mayor y cansada, después de dejarle un beso a la mejilla de mi padre me puse de pie y la abracé cuando llegué a ella.
—Lo siento mamá—la había dejado sola todo este tiempo, cargando con la enfermedad de mi padre, que empeoro sin darme cuenta.
—Deja de disculparte, todo esto sucedió no por tu culpa, estamos muy orgulloso de ti, tu papá, sobre todo, ven te enseñaré algo.
Salí de la habitación abrazado a ella y para mi sorpresa no fuimos a la cocina, sino a mi antigua habitación. Mama sacó una pequeña llave del bolsillo de su larga falda, giró el pomo de la puerta y mi vieja habitación parecía más como un museo, había recortes de todos los periódicos y revista donde aparecía, entradas de todos los conciertos, quizás Fabián las había enviado y algunos de los muchos regalos que yo mismo mande.
—Tu papá trabajó todo este tiempo en esto, se emocionaba con cada noticia tuya, la leía hasta dos o tres veces, siempre que venían sus amigos hablaba horas de ti, está muy orgulloso, yo también lo estoy—mi madre hablaba con dulzura, como la recordaba, el estrés y cansancio habían alojado nuevas arrugas en su frente, ella también sufría.