Abrí los ojos de un solo golpe, la habitación no tenía tanta la luz como esperaba, el clima aún estaba frio, el sol parecía luchar con las nubes grises que invadían el cielo. La pantalla del celular estaba encendida, una llamada acababa de perderse, igual que otras siete de Fabián y cinco de Samuel, tantas llamadas solo indicaban algo, estaba en problemas.
En ese preciso momento me di cuenta de la realidad, había demasiado silencio en aquella habitación, volteé hacia su espacio, estaba vacío, completamente frio, el calor de su cuerpo se había levantado hace mucho tiempo.
Me metí al baño, su ropa ya no estaba sobre la bañera, bajé despacio las escaleras queriendo encontrarla sentada sobre el sofá oscuro o dando vuelta en la cocina, el cruel silencio me indicaba lo contrario, ella no estaba ahí, se había ido, su idea de seguir cada quien su camino realmente era cierto.
Cuando llegue al primer piso se materializo mi presentimiento, solo había vacío, no estaba ella en el sofá o en la cocina, solo vacío, ni siquiera su perfume estaba en el ambiente, fui hasta el pasillo, su enorme bolso ya no descansaba sobre la pata de la mesa, simplemente no había nada.
Contiguo a mis llaves descansaba una nota, una simple hoja de papel un tanto arrugada, la tomé con impaciencia, "Lo siento, no creo que pueda con todo esto, no soy tan fuerte" la nota estaba escrita con su perfecta caligrafía.
Terminé de arrugar el papel en mi mano hasta convertirlo en una pequeña bola blanca, lo tiré a algún espacio de mi sala, y regresé a mi habitación. Busqué el celular, intenté calmarme un poco antes de que el aparato sufriera lo mismo que el trozo de papel.
Nuevamente había tres llamadas de Fabián, ninguna de Samuel, remarque su número, no me interesaba un discurso ahorita, pero tenía que reportarme por el bien del corazón del hombre.
—¿Dónde diablos estas? —Después de tres repiques la voz de Fabián respondió furioso.
—En mi apartamento, estoy bien gracias por preguntar, tu ¿cómo estás? —tenía poca energía para discutir con él, trate de bajarle la furia.
—¿Cómo crees que estoy? Saliste en todos los canales de farándula ¿Cómo esta Lilly? —sentí llenarme de furia nuevamente, apretujé el celular en mis manos, cerca de mi oído incluso lo escuché crujir un poco
—Lilly creo que está bien, ya se fue a su casa, pero no creo que quiera volver a verme, ¿puedes mandar a Lorenzo para que me llevé a su casa?, él conoce—Fabián se quedó mudo por unos segundos
—No, lo siento Alejandro, pero no creo que sea buena idea, tenemos que hablar, por favor ven al estudio— no agregó nada más, simplemente colgó.
Esta vez no pude contenerme y estrellé el aparato en una de las paredes de la habitación, las piezas cayeron sobre la cama deshecha. No entendía que estaba pasando con Fabián, porque el decidía que tenía que hacer o que no, me estaba cansando de todo esto.
Me metí a la ducha, el agua fría no ayudó para nada a mi mal humor, busqué ropa sin importar combinar, simplemente quería cumplir con lo que necesitará mi agente y luego buscar a mi chica.
Tomé las llaves dé mi casa y busqué las de la moto, la primera cosa costosa que había comprado para mí con uno de mis cheques, el primero lo use para remodelar la casa de mis padres ya que no quisieron mudarse, cuando el proyecto estuvo finalizado compré una BMW de dos tiempos negra, y otros dos vehículos que siempre soñé con tener.
Mi madre la odiaba al igual que Fabián, que justo después de haberla comprado aseguró mi vida, Samuel me la quería comprar, claro que luego decidió comprarse un Audi convertible azul.
Encendí la moto de un solo jalón, arranqué con fuerza y luego tomé velocidad, afortunadamente un vehículo estaba entrando al lugar así que no tuve que detenerme en la aguja, solo salí volando, aceleré con fuerza y metí el último cambio, me movía entre los vehículos, por alguna razón todos los semáforos estaban en verde, fue más rápido de lo que pensé llegar al pequeño estudio de Fabián.
Una pequeña fábrica abandonada en la calle Abey, la había dado a modificar con tres diseñadores expertos que en una semana convirtieron un cajón de cuatro paredes sucias, en un estudio de grabación de lujo.
Incluso cuando el mismo no lo usaba lo alquilaba por una gran cantidad de dólares por hora, Fabián era un tipo de negocio y su mente astuta lo mantenía viviendo de la forma lujosa que siempre ha tenido, al menos en todo el tiempo que tenia de conocerlo.
Me detuve en seco cuando llegué al lugar, Mario salió del edificio y me guio hasta donde estaban los demás, no era que no conociera, era simple rutina, parte del trabajo, caminé sin seguirlo en realidad, sabía que íbamos hacia la sala que servía para reuniones.
La puerta estaba abierta, por todo el lugar corría un aire algo helado, quizás por el tiempo que aún era nublado, pero sin lluvia o por el sistema de conductos de aire que había. En el mesa ovalada Fabián se encontraba en lo que se podría decir era la cabeza, Samuel a su derecha, Nicole en el otro extremo, no entendía que hacia ella aquí, Cristian su asistente estaba al lado izquierdo y los demás miembros de la banda ocupaban un lugar en la mesa.
Todos me miraban como su fuera un asesino y eso me molesto aún más, no entendía la actitud de todos, ni siquiera sabía que hacía aquí y ya todos me miraban con odio